Ir a un comedor y no donar nada. Ir a un asilo y pedirle algo al abuelo. ¿Estamos hablando acaso del Reino del Revés? Corría el año 2007 cuando esta idea ardía en la cabeza de un joven universitario. Es que, sí, todos tienen la necesidad de dar, de servir. Incluso, los que más parecieran necesitar. Sin embrago, lejos está del imaginario común el pedirle algo a un chico de un comedor o a un abuelo ¿Es entonces el dar a otro una tarea reservada para algunos privilegiados? Huellas entendió que no. Y vaya si puso manos al asunto…
Cambiando la perspectiva
Huellas es una Organización No Gubernamental (ONG) surgida en La Plata, allá por el año 2007. Y lo cierto es que tras un primer voluntariado en aquel invierno su labor se ha extendido sumando voluntarios en Capital Federal, San Isidro, Quilmes, Pilar y Mar del Plata (la más reciente). Desde entonces, cada sábado se desarrollan actividades en asilos de ancianos, hogares de niños y comedores de forma simultánea. ¿Cómo? Bajo la premisa de que la organización no es el centro de la cuestión, sino que lo más importante es aquello que mueve a los voluntarios a decir presente. De allí que cada voluntario inscripto tiene la libertad de desarrollar su labor de acuerdo a sus posibilidades organizativas sin que ello limite su experiencia, pues Huellas creó un sistema de inscripción que ubica a cada voluntario en un equipo y un lugar diferente cada sábado. De esta manera, el hecho de tener contacto con distintas realidades (en asilos, comedores y hogares) está asegurado. Eso sí, los protagonistas de cada sábado no son otros que los abuelos y los chicos, quienes además de pasar un momento de diversión, juegos y música, también se unen para hacer algo por otros y aportar desde sus propios lugares. Ni más ni menos que el espíritu de Huellas: entender al servicio como una forma de vida y estimular a que cada persona pueda servir en su vida cotidiana, dejando de lado las diferencias.
En la misma vereda
Todos del mismo lado, sin importar procedencias e ideologías. Porque, para Huellas, la igualdad ante todo: no espera que los voluntarios tengan una afiliación política o religiosa particular, sino que está abierta a jóvenes que quieran aportar en sus actividades desde la intención del servicio a la comunidad. Por lo que disímiles latitudes y nacionalidades conforman un crisol de voluntarios capaz de estrechar lazos hasta entonces no encontrados; desde la empatía del dar y el sentimiento que ello genera. Pues, quienes se unen, sienten que además de integrarse para ayudar a otros, para servir, experimentan un crecimiento a nivel humano. De hecho, desde Huellas han comprobado con creces la premisa de que la mayoría de los jóvenes tienen interés en experimentar al menos una vez un voluntariado. Y para muestra, un botón: desde el comienzo nunca cesó de aparecer un voluntario nuevo cada sábado. En parte porque la metodología de crecimiento y la forma de organizarse hacen que sea fácilmente incorporar tanto instituciones como voluntarios. Un potencial compartido que hace que cada día surjan nuevas expectativas de expansión. Tanto así que, actualmente, Córdoba es el nuevo destino sobre el que se trabaja para la labor de Huellas.
Porque formalizarse y seguir creciendo es la meta, para cada día poder sumar más voluntarios a lo largo del país y por qué no, en el mundo. Sin embargo, Huellas no pierde de vista el foco: acercarse y ayudar a otros, fomentar el servicio, aportar desde cada vida en particular y sumar alegría en cada sábado. Tanto como eso.