Julio Cortázar y la invitación al juego

FOTOTECA

Arrojá la piedrita en el seis, da un salto sin pausa y si tenés constancia pronto llegarás al cielo de la Rayuela.

Nacido circunstancialmente en Bruselas, desarrolló su vida en Suiza, España y finalmente se estableció en Argentina en 1918 en la ciudad de Banfield. Escritor, docente, influenciado fuertemente por la pintura y la música, Julio Cortázar creó una literatura fuera de toda línea, diferenciada en estilo de sus coetáneos, con un fuerte impulso intelectual.

Espacios de vida y de narrativa

La infancia en Banfield marcó fuertemente su escritura; amplios espacios de casa quinta fueron la cuna de sus primeros juegos al tiempo que vivenciaba una importante sobre protección por parte de sus padres que temían por él por ser espacios, en los que vivía, con iluminación decadente y accesibles a la delincuencia. Ese entorno que lo acompañó durante 17 años es ampliamente reconocible dentro de cuentos como los que se encuentran en la compilación “Todos los fuegos, el fuego” o “Final del Juego”. Este último, por ejemplo, compila nueve de los más difundidos cuentos en los que la premisa fundamental es involucrarse como lector para participar activamente de la narrativa, como en “Continuidad de los parques” donde se lee que alguien lee el relato de su propia muerte. Parece un trabalenguas pero es uno de los tantos gestos lúdicos en los que se invita a participar.
La primer presidencia de Perón le marcó su exilio y una nueva vida literaria nació en Europa, como la que se vio reflejada en su libro “Bestiario” donde líneas de Realismo Mágico tienen cierta presencia.

Una propuesta diferenciada

Un odio por las etiquetas o la clasificación es marca fundante de la literatura de Julio Cortázar que abunda en cuentos, suma algunos poemas, incorpora ensayos y se corona con novelas. Si hay algo que debe destacarse de su propuesta artística es esa sensación de juego que quería lograr en sus lectores. Dice el propio Cortázar que “La literatura es un juego vital, el juego de lo lúdico. El juego es algo esencial en lo biológico de los seres humanos, integrado a la esencia de la vida y nosotros (artistas) podemos convertirlos en sinfonías, novelas, ensayos o cuentos”.
Borges le marcó un estilo de escritura y Arlt le mostró una literatura de contacto directo con la realidad de Buenos Aires que lo orientó en sus faces de escritor porteño. Participó en la revista SUR donde, escribiendo reseñas, conoció a Victoria Ocampo o Ernesto Sábato pero nunca abandonó ese impulso creador tan propio con el que trazó su huella dentro de la literatura argentina.

La invitación a tirar la piedrita

El suceso de “Rayuela” como obra cumbre de Julio Cortázar marcó un hito en la historia de la literatura no solo por lo audaz de la propuesta sino también porque construyó una historia cautivante, muy cercana al público lector juvenil que la sigue eligiendo aún 50 años después de su publicación que fue en España en 1963, como si el tiempo no hubiera pasado. La primera crítica no fue buena para ese libro que proponía desarticular la lectura lineal como lo haría un actual hipertexto para saltar -cual en una rayuela- por capítulos, armando así caprichosamente el relato a leer. El tiempo y los lectores fueron consagrando esta obra que, la abras donde la abras, siempre tendrá algo para decirte. Desde su argumento podría decirse que Rayuela narra la historia de vida de su personaje central, Héctor Oliveira, quien es un intelectual argentino de pocos recursos cuya vida se traslada entre París y Buenos Aires, matizada por ideas, apuestas y un amor conductor con una muchacha llamada La Maga.

Vos parroquiano que te gustan las charlas de pulpería, no podés dejar de leer a Cortázar. Tiene mucho para decirte y te dará sobre qué hablar.

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