Kizomba, ¿con alma de tango?

FOTOTECA

De gesta y transitar paralelos a nuestro querido 2×4, la kizomba experimenta las mieles de su consagración mundial. Y que siga el baile…

En lengua kimbundu su nombre significa “fiesta”, y a juzgar por el espíritu que encierra su coreografía, sí que se trata de una fiesta de la buena. Es que la kizomba no es una danza más, claro que no. Enlazando cuerpos y latitudes, su historia ha sabido abrazar influencias a  su andar. ¿Qué si cualquier similitud con el tango es pura coincidencia? Prima lejana de nuestro 2×4, la kizomba también ha sabido de prejuicios y desprecios; pero la reivindicación la ha llegado, y a buena hora: copando escenarios y pistas de baile, hoy invita a despuntar su vicio. ¿Nos acompaña?

Soy de aquí y soy de allá

De fusiones trata la historia para la kizomba, y he aquí su complejo entramado, aquel que la hace dueña de una personalidad única y, a la vez, ciertamente recurrente a los ojos. Hija dilecta de la semba, tradicional danza de Angola durante los años ’50 y ’60, la kizomba haría su aparición allá por las décadas del ’70 y ’80, influenciada para entonces por las notas del zouk, ritmo propio de las caribeñas Antillas francesas. Aires morenos a un lado y otro del Atlántico, sí, más con una fuerte influencia europea, así determinada por el proceso de colonización africana sucedido a partir de la segunda mitad del siglo XIX. ¿Historia conocida, verdad? Un género de raíces africanas, moldeado por corrientes migratorias y con el inconfundible acento de su sitio de arraigo. Sí, ese ha sido el camino transitado por nuestro tango, del que también supo la kizomba, con miradas de reojo y prejuicios incluidos. Aunque el turno de la “limpieza” llegaría tanto para uno como para otro.

Con todas las luces

Si alguna influencia europea ha sido capaz de emparentar al tango y la kizomba como nada más, ésa fue la costumbre de la danza en pareja, el baile “de a dos”, con una sensualidad y cercanía tan digna de pecado como de admiración. Si bien el histórico dominio portugués sobre territorio angolino ha hecho de Portugal el primer país europeo donde la kizomba hizo su desembarco, imagine pues, siguiendo la parental línea entre ambas danzas, cuál sería el próximo puerto. ¿Qué otro que París? ¡Bienvenida seas a la ciudad luz, kizomba querida! Que el tango ya ha dejado su huella aquí, y por tanto, también será capaz de plasmar algo de su riqueza en tu identidad. Y vaya si así lo hizo…

Pisando fuerte

Sensualidad, acuerdo, intimidad y complicidad con la pareja, pues a pura estrechez se mueven sus protagonistas. De todo ello va la kizomba, torso, brazos y cadera mediante, todos cuanto procuran el contacto y la conducción del baile al ritmo de la batida, más con suavidad y armonía. ¿Qué si está todo dicho? Claro que no, la fusión de estilos que convive en la kizomba ha dado origen a más de un registro dentro de sí: la kizomba pasada, saida, tarraxa… La proximidad y el nivel de caminata marcan las sutiles diferencias, respetando una esencia tan ecléctica como atractiva. Pues, si de algo no caben dudas, es de una consistente verdad: la kizomba tiene con qué. No en vano, llegó para quedarse. ¿Se anima a tirar unos pasos?

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