La aventura de viajar en “bondi”

FOTOTECA

Frena de golpe, es incómodo y multitudinario. Sin embargo, los argentinos seguimos reconociendo y valorando su presencia incondicional.

El asfalto de Buenos Aires podría metaforizarse comparándolo con un hormiguero vial, donde se entremezclan trenes, colectivos, subtes, taxis, combis y vehículos particulares en una carrera cotidiana contrarreloj. Cada medio de transporte tiene sus pro y sus contra, de modo que el pasajero termina eligiendo el que más se adapta a su gusto, comodidad, tiempo, bolsillo y destino.

Hasta el fin del mundo

El colectivo o “bondi”, en su lenguaje porteño, tiene la particularidad de que nunca deja en banda al pasajero (excepto por distracción del chófer); si uno de estos enormes aparatos sufre un desperfecto, enseguida aparecerá una réplica a la cual “treparse”. Por otro lado, sea cual sea la demora, garantiza la llegada a todos los rincones de la ciudad. Su facilidad de acceso, tanto físico como económico, hace del “bondi” un medio muy popular donde tener muchas monedas, SUBE con crédito o boleto escolar es el único requisito para el viaje.

Fieles seguidores

El perfil del argentino que viaja en bondi se desmiembra en varios prototipos. Está el argentino que lo elige porque le gusta sentir el sol en su rostro y estar a la altura de los árboles mientras viaja, en lugar de padecer el encierro del subte; está el argentino utilitario que lo adopta porque lo deja justo en la esquina de su casa, donde el servicio subterráneo no llega; también está el argentino chapada a la antigua que le tiene cierto cariño.
Hay muchos otros que lo prefieren porque les permite leer con luz natural, escuchar FM sin perder señal o ser testigo cercano de conversaciones ajenas, incluso las riñas que suelen desatarse entre el chofer y algún pasajero disconforme. Por desgracia, nunca falta el “caballero” que se hace el dormido para no ceder el asiento a la embarazada y por fortuna también hay un verdadero señor que ayuda a la anciana a subir los escalones y abonar su pasaje.

Un trabajo duro

Otros personajes también son protagonistas del trayecto. El vendedor ambulante, trabajador sobre ruedas, hace uso del colectivo como campo laboral y modo de vida. Y, por supuesto, el chofer, en su versión simpática o amarga, es quien corre con mayor desventaja: no tiene respiro, debe tener ojos hasta en la nuca, cuidar al pasajero, respetar las paradas y las normas de tránsito, evitar choques y llegar en tiempo y forma a destino.
Viajar en bondi es, sin duda, una odisea colectiva.

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