La Ñ resiste al daño de que la borren con un puño

FOTOTECA

Con orgullo y convicción aún seguimos colocando una tilde para formar nuestra letra Ñ.

Una letra auténticamente nuestra es la Ñ que se originó como una necesidad de expresión pese a la resistencia que han ejercido y aún siguen ejerciendo ciertos procesos automatizados que no saben cómo asimilarla. Para que la Real Academia Española aceptara la idiosincrasia de esta letra se tuvo que esperar a la segunda edición de su Ortografía que data de 1754.

Dos sonidos en una letra o dos letras para formar un sonido

Parte de la problemática que instaló la Ñ era la correlación de dos sonidos que podían ser escritos con una o dos letras. En el español con la Ñ pudimos suplir el espacio que en otros idiomas se completa con dos. Sin embargo, los cuestionamientos subieron al estrado nuevamente cuando con las máquinas de escribir o con las computadoras se tuvieron que reponer los espacios en los que la tilde sobre la N no tenía lugar. Hoy se ha intentado sobrepasar ese espacio complejo con herramientas adecuadas al contexto lingüístico/regional sin embargo, muchos sitios dentro, por ejemplo, de internet, siguen sin admitir esta letra que, auténticamente nacional, fue también la clave para expresas nuestros más propios elementos.

Algo de la historia de la lengua

Los sonidos de las letras y de las palabras como totalidad han existido desde siempre. Lo que ha ido variando es la grafía para representarlos. En el español la primera opción fue utilizar –nn- que en el uso de los escribanos se abreviaban con una ene y una con una raya encima. Cuando dicha raya fue quebrándose tal vez con fines estilísticos se dio el primer paso de lo que sería en el Renacimiento una letra independiente y mucho más cercana a la que utilizamos hoy en día.

¿Cómo llamar al ñandú, al ñoño o a los ñoquis?

Sabemos que la Ñ es nuestra y debemos defenderla ante abecedarios incompletos. Nuestra Ñ resiste al tiempo y a todos los detractores que intentan borrarla del mapa lingüístico porque sino, ¿cómo llamaremos a nuestra dueña, al año o al engaño? Y qué decir del daño que podría producirnos que el diseño de la eñe ya no se acuñara más?

Sin la eñe perdemos la maña, añoramos al niño y dañamos también el empeño de haber conservado el idioma con el puño y con la pluma por tan largos años.

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