Llegó el humor, llegó Clemente

FOTOTECA

Cual adorable criatura de la historieta Argentina, Clemente caló hondo en los corazones argentinos. Retrato de un personaje sin igual.

Clemente no nació de un repollo, tampoco de una aceituna (aunque, a juzgar por el fanatismo que estas olivas le propiciaban, más de uno lo habrá pensado). Esta inclasificable criatura sólo pudo haber sido obra del buen genio de su creador, el gran Carlos Loiseau, más conocido como Caloi. A fin de cuentas… ¿qué es Clemente? ¿Un pájaro que vuela, pero sin alas? Al menos un pico le ha sido concebido, sólo que el paso del tiempo lo ha ido redondeando para darle a su portador una fisonomía más extraña aún; tan extraña, que la zoología nada tiene que ver con él. ¿Será que nuestro protagonista tiene algo de humano? Error. Clemente ni siquiera tiene manos. Apenas dos patas, único sostén de su cuerpecito rayado y una cabeza cuyos ojazos y mencionado pico parecen copar todo espacio. En fin, Clemente es Clemente, único en su especie, si es que no se trata de una especie en sí mismo. “Absurdo”, tal como ha sabido catalogado su progenitor; aquel que lo lanzó a las viñetas del diario Clarín allá por 1973, sin remota idea de que su impronta ya no hallaría fecha de caducidad en la sociedad argentina.

Segundos adentro

Desde abajo. Así empezó a Clemente a colarse en la contratapa del periódico, en la tira de “Bartolo, el maquinista”, donde se llevó el papel de reparto. Es que las luces estaban puestas en Don Bartolo, melancólico conductor de tranvías, hincha de River, como el mismísimo Caloi, su creador. Sin embargo, la tónica que fue adquiriendo la tira hizo que el bueno de Bartolo se quedara en Pampa y la vía: el padre de ambas criaturas buscaba hacer de aquellas viñetas una especie de payada sobre el día a día nacional, algo que no cuajaba con la tristona esencia del protagonista. De allí que Clemente, la alegre y bostera mascota del maquinista, comenzara a ganar terreno hasta obtener su propia tira… ¡y de qué manera! Muy pronto se convirtió en un crítico de aquellos: apuntaba sus pensamientos e ironías a la realidad sociopolítica y económica nacional e internacional. El mundo cayó preso de su sarcasmo y aguda mirada: Clemente observaba, analizaba y comentaba sin pelos en la lengua… ¿Sus pasiones? Pues ninguna que no fuera propia de la “raza” porteña: el fútbol y las mujeres, además de la verborragia, si es que, más que pasión, no se trató de una virtud innata. ¡Si algo tenía Clemente era buena labia!; aunque muy lejos del bla bla tan propio de los chantapufis: lo suyo era el barrio, la sabiduría de la calle, esa que fue la madre de cuanta filosofada se escapara de sus pensamientos.

Tiren, tiren papelitos

Fana, fana. El típico hincha argentino. Ese fue Clemente, futbolero viejo nomás. Tanto pero tanto lo fue así, que su amor por el número cinco lo llevó a una televisiva versión animada durante los mundiales de fútbol. ¡Imagínese, usted! (si es que no estuvo allí para recordarlo, claro). Se multiplicaron los Clementes, y todos, toditos, se trepaban al tablón para dar vida a una voz unánime: “llegan los cantitos y el humor….llegó Clemente”. Gorros, banderas y vinchas eran de la partida para todos ellos, quienes alentaban a la selección a puro salto, con todo el fervor… ¡y con papelitos! ¿De dónde cree, acaso, que nació la costumbre de lanzar papelitos a la salida de los equipos? Claro que la algarabía no fue gratuita para Clemente, allá por el argentinísimo Mundial ’78. Es que se las vio “fuleras” con el relator José María Muñoz, quien estaba en contra de la campaña iniciada por Clemente al aludir que una lluvia de papeles sobre el césped podía causar lesiones en los jugadores. Fue aquel el inicio de una ficticia discusión entre el relator y nuestro protagonista, quien sugirió entonces arrojar carozos de aceitunas. Lo que le faltaba al gran Clemente para terminar de encarnar pasiones tan argentas: meterse en el folklore del fútbol y bailar de lo lindo:tiren, tiren papelitos, muchachos. Y, del fútbol, Clemente ya no supo apartarse más. De hecho, el Mundial de España ’82 nos ha dejado una perlita de aquellas. Nada menos que a un Clemente negro. Sí, el inolvidable simpatizante africano: “¡Burumbumbum, burumbumbum, yo soy el hincha de Camerún”. Y ojo que también hubo, y habrá, Clementes dentro de la cancha eh…No vaya a creer que sólo están en las tribunas, no, no. ¿O cómo es que les dicen a los arqueros que se “comen” goles tontos y a mansalva? ¡Clemente! Y cómo no, si los pobres son acusados de “sin manos”…

Juntos somos multitud

Lo cierto es que, ya fuera de los contextos mundialistas, Clemente tampoco estuvo sólo. A sus andanzas se sumaron el Clementosaurio, el Súper Clemente, el Clemente Alado… ¡cómo olvidar a Alexis Dolíndales, el filósofo! Con guiño a Alejandro Dolina en su creación y todo. La etapa del psicoanálisis también desembocaría en la creación del Otro yo, Alter Ego, Ello y Superyó. Y si le pareció poco hasta aquí, le cuento que los Clemente se multiplican una vez más en el público del Clemen’s Clú. ¿Nada de féminas a la vista? Claro que sí, la aristocrática y delicada canaria Mimí se ha encargado de componer un lindo triángulo amoroso junto a Clemente y la Mulatona, voluptuosa morena de labios rojos, amante del buen ritmo y los escotes pronunciados. Si habremos visto a Clemente hablando desde los pechos de esta genial mulata…Y de tanto amor, es que llegó la prole, apenas compuesta por dos integrantes: Jacinto, el hijo mayor de Clemente, inseparable de su chupete; y Clementina, morenita ella, portadora de labios gruesos, trenzas y pañales. ¿Fin del mundo clementiano? Nada de eso, en el universo de nuestro protagonista también han cobrado vida la piedra filosofal, un verdadero cascote, y hasta sus tan amadas aceitunas, aquellas que, cual escurridizos saltimbanquis, brincaban de viñeta en viñeta.

Puras fantasías, sí. Todas cuantas Clemente ha podido realizar cual licencia concebida por el género que lo vio nacer. “Uno se tiene que arreglar son soñarlas”, supo decir su creador. Eso sí, a juzgar por la inoxidable vigencia de su criatura, Caloi parece haber tenido, por casi 40 años, la inmejorable fórmula para hacer de su Clemente toda una realidad.

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