Luis de Tejada, el poeta de trinchera

FOTOTECA

La obra que Luis de Tejada, primer poeta argentino, gestó en prisión vio la luz cuatro siglos después, liberándose a sí misma. Pase y lea.

La ciudad de Córdoba vino con un poeta bajo el brazo. Pues, apenas 31 años después de su fundación, asomó al mundo quien iniciaría el camino de la poesía en suelo nacional. Luis de Tejada nación en 1604 y con buen bagaje histórico en su ADN. Nieto de Tristán de Tejada, quien acompañó a Luis de Cabrera en la fundación de la ciudad allá por 1573, lo suyo sería una vida signada por la trascendencia. Sí, aunque con tardío reconocimiento.

Una de cal y una de arena

Retórica, poética, arte… Sus estudio fueron prolíferos, aunque la autodidaxia fue la gran mano derecha de Luis de Tejada. Sin embargo, en la vida de este poeta las hubo de cal y de arena. Corrupción en la función pública y vaivenes amorosos con su esposa ensombrecieron su retrato; un lirismo que ya había surcado por su carrera militar y la rudeza de sus armas, campañas y fuegos cruzados. De modo que el epílogo de su vida no estuvo envuelto en las mieles de los felices desenlaces; más sería aquel el punto en que habría de dar vida, tinta y papel, al mayor legado que habría de dejar en la sociedad: su obra poética.

Incubación

Fue recluido en un claustro dominico, condenado a tal prisión por la Justicia, ya viudo y pobre tras el embargo de sus bienes, que Luis de Tejada hizo fecundo uso de lo que le aún le quedaba: su arte. Allí, en la soledad de su encierro, el poeta se libera en sus letras, da curso al arrepentimiento, a la metamorfosis por la que, en 1663, concibe el Libro de varios tratados y noticias. Un poemario ornamentado a lo barroco, con los giros y volutas y ornamentaciones del caso. Aquel en el que ideas y pensamientos cimientan poemas –tal vez por su proceso de reclusión y espiritismo– con afinidad religiosa. Siendo el Soneto a Santa Rosa de Lima uno de los más claros exponentes.

Huella invisible

Un autor sin precedentes fue Luis de Tejada, sí, considerado el primer poeta de Argentina; más también sin sucesores. O, al menos, quienes recogieran el guante de su obra, quienes edificaran su obra sobre la tierra que éste abonara. La influencia de Tejada ni siquiera resultó contundente para autores afines al barroco, allá por el siglo XX, como, por ejemplo, el mismísimo Borges. ¿Será entonces que su obra careció de la difusión suficiente, de la memoria activa que ameritaba? Por si acaso, Ricardo Rojas hizo lo suyo; todo cuanto hoy nos permite recordarla, reencontrarla.

Fallecido en 1680, la obra de Luis de Tejada vio la luz en 1916, cuando Ricardo Rojas la publica bajo el título de El peregrino en Babilonia y otros poemas. Una perla literaria, sí, más también una joyita histórica de esas que nos damos el gusto compartirle. Porque cuatro siglos no son nada… y los son todo. Bienvenidos sean entonces los reverdecidos ayeres. Tanto como los futuros florecimientos que en ellos encuentran semilla.

 

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