Manu Ginóbili y ese salto que lo llevó tan lejos

FOTOTECA

Un basquetbolista que, con humildad, destreza y buen genio, sigue siendo expresión de los logros argentinos.

Nacido en Bahía Blanca, dotado de un indudable virtuosismo, Manu Ginóbili pudo un día dar un salto que además de ganar un juego le permitió alcanzar el estrado más famoso y buscado por un basquetbolista: el de la NBA. Y así se convirtió en el referente de todos los tiempos de la integración inmigratoria latina en el basquet.

Envuelto en un aro de basquet

Un destino muy distinto no podía tener quien fuera recibido apenas nacido por un legendario jugador y entrenador de Basquet. Jorge Ginobili, el padre del Emanuel, había dedicado toda su vida a ese deporte y fue capaz de transmitir ese mismo deleite a sus hijos, que uno a uno se sintieron cautivados por los lanzamientos al aro. Manu, como lo llamaban sus amigos, comenzó a jugar en el Club Bahiense del Norte de Bahía Blanca. En esa cuna aprendió la destreza del juego, la rigurosidad de los entrenamientos y se instaló en él esa magia que habrán visto los cazatalentos del deporte mundial.

Tras las huellas de Michael Jordan

Antes de llegar a la liga de la NBA en Estados Unidos, Manu trascendió las canchas argentinas ya que la doble ciudadanía le facilitó desempeñarse en Italia. Allí cosechó éxitos que lo destacaron en el campo europeo, logros que San Antonio Spurs no ignoró. Convocándolo para su equipo en el año 2002, y con el número 20 en su camiseta, Manu se convertiría en una pieza fundamental desde su primera temporada. Ganó 4 anillos de campeonato junto a los Spurs y aún hoy, con un año de contrato por delante, va en camino de ganar el 5 anillo que lo terminará de consagrar en el hall de los grandes del deporte.

La defensa de la celeste y blanca

Ferviente defensor de nuestro país, Ginóbili fue un motor de grandes éxitos con la selección argentina. Desde su debut en 1998, formó parte de la selección que ganó, entre otros galardones, la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y la de bronce en los Juegos Olímpicos de Beijin 2008. Además lograron el título de subcampeones del mundo en el año 2002. Esa misma selección, que comenzó a ser llamada “generación dorada”, dejó en el camino a las intocables megaestrellas de la NBA. Semejante triunfo fue reflejado por los medios internacionales con una epopeya heroica digna de sorpresa y admiración. 

Talentoso, solidario, comprometido, arriesgado. Es nuestro y estamos orgullosos, porque como argumenta el Sociólogo Emilio Gutiérrez: “Manu es nuestra nave insignia, nuestro arquetipo, lo que quisiéramos ser como deportistas. No sólo es un grande cuando juega, cuida mucho su imagen, sabe que hay miles de personas mirando hasta el último de sus gestos”. Aún si o vuelve a jugar en nuestra selección, ni locos ni mamados cambiaríamos este tótem, ni por todos los Jordan del mundo.

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