María Remedios del Valle, la madre patria

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Capitana del ejército de Manuel Belgrano, María Remedios del Valle brindó su vida a la causa independentista. Historia de la “madre patria”.

La “madre patria” tenía manos sanadoras y palabras de aliento, convicciones de patriota y fortaleza de guerrero; más acabó con un rostro dibujado en el olvido y una piel curtida por el maltrato de la vida y el tiempo. ¿Cicatrices dejadas por la guerra? No sólo. Su color negro, delator de su condición de esclava liberta, pareció pasarle factura a la hora de los honores, de la memoria y del prejuicio ajeno. Ingrata vejez la de quien supo ser niña, una de las llamadas “niñas de Ayohuma”, mujeres al cuidado de los heridos en las batallas de nuestra independencia. Claro que la “madre patria”, así bautizada por la soldadesca, no era una más. Reconocida con el grado de capitana por el general Manuel Belgrano, María Remedios del Valle fue una de las heroínas de la patria: luchadora como pocas, e ignorada como tantas.

Niña guerrera

¿Por qué Ayohuma? Porque la impiadosa derrota sufrida en aquellos pagos por las fuerzas patriotas que conducía Belgrano, allá por 1813, no hallaron mejor alivio que la atención de estas “niñas”: mujeres valerosas entre las que se encontraba una morena venida desde Buenos Aires, ciudad en la cual había comenzado a escribir su valiente currículum. María Remedios del Valle participó de la Reconquista de 1807, en oportunidad de la Segunda Invasión Inglesa. Tres años más tarde, ya consumada la Revolución de Mayo, se alistó en el Ejército del Norte y acompañó a su marido y sus dos hijos (uno de sangre y otro adoptivo) a la expedición con destino al Alto Perú, allí donde fue señora de armas tomar. Le puso el cuerpo a la derrota de Huaqui, supo retirarse con la frente en alto y hasta fue partícipe del Éxodo Jujeño (¿recuerda aquella orgullosa marcha?). Eso sí, volvió a la carga con la moral intacta: salió victoriosa en los combates de Tucumán y Salta; aunque recordó el sabor de la derrota en Vilcapugio y el ya mencionado territorio de Ayohuma. Para entonces, su entereza, valor y lealtad le habían valido el nombramiento de capitana por parte de Manuel Belgrano. “Era la única persona de su sexo a quien el riguroso Belgrano permitía seguir la campaña del ejército, cuando eran tantas las que lo intentaban. Todos la elogiaban por su caridad, por los cuidados que prodigaba a los heridos y mutilados, y por su voluntad esforzada de atender a los que sufrían. Su misma humildad es lo que más la recomienda”. Palabra autorizada la de Tomás de Anchorena, secretario de Don Manuel en la campaña del Alto Perú, a la hora de referirse a nuestra protagonista.

Vencida ni aún vencida

María Remedios del Valle lo dio todo, sí. Desde gritos alentadores hasta curaciones, siempre con una cuota de fortaleza más bajo la manga, aún cuando la causa independentista le arrebataba lo más preciado de su vida: perdió a su marido y sus dos hijos. Y la despiadada batalla de Ayohuma casi le vale la propia. La morena fue tomada prisionera por los realistas, quienes la condenaron a nueve días de azote público tras ayudar a huir a varios patriotas del campo prisionero. Sólo que ella haría lo propio, pues nuestra protagonista jamás se dio por vencida ni aun vencida. Sí, sólo María Remedios del Valle, ninguna otra con tantas agallas y tanto desvelo, uno sólo, ese sobre cuyo inconmensurable valor ella sabía muy bien: la libertad. ¿Será que tamaña entrega no había sido suficiente para las autoridades porteñas? Vaya si le costó el reconocimiento  de  grado de capitana y su correspondiente sueldo. Aunque, allá por 1828, lo logró. ¿O no? Apenas 30 pesos mensuales constituían la recompensa por sus servicios prestados a la patria. Así como lo oye, un peso por día. Y si la carne costaba dos pesos la libra…

Más de uno la habrá creído senil, por qué no demente, cuando, mendigando en las iglesias y conventos cercanos a la Plaza de Victoria (hoy Plaza de Mayo), mostraba sus cicatrices aludiendo que ella era “la Capitana”, y que aún portaba en su cuerpo las huellas de la cruzada independentista y sus batallas. Hasta que alguien no hizo vista gorda a su deambular, y le preguntó su nombre. Se trató del general Juan José Viamonte, quien, al oír su nombre como respuesta, sólo pudo exclamar: “¡‘La Capitana’, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína!”. Decepcionado por su ingrato destino, Viamonte le gestionó una pensión que nunca prosperó, y María Remedios del Valle, la “madre patria” no pudo huir su condenado final: la miseria. Porque la desmemoria y el olvido suelen ser los peores males a los que el hombre somete a la historia y sus más dignos protagonistas.

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