Mi amiga, la Puma

FOTOTECA

Moto insignia de las clases populares, la Puma supo ser furor sobre ruedas. De Córdoba para todo el país, inolvidable compañera de caminos.

Rugía el asfalto cordobés allá por 1952, cuando el olor a aceite de los motores copaba las esquinas de una ciudad que nacía de vuelta. La Puma, Pumita o Pumarola fue el estandarte de una Córdoba industrial que asomaba ante la mirada de un país entero. Nada menos que la primera motocicleta Argentina. Aquella que se caracterizó por su simple diseño e ingeniería mecánica; así como por los accesibles planes para obtenerla. Un combo perfecto por el que se convirtió en la debilidad de las clases obreras. Ícono 100% popular y símbolo indiscutido de un país que comenzaba a transitar los caminos de la industrialización.

Asomando las garras

Podemos decir que la historia de la exitosa Puma comienza a gestarse en 1951. Más precisamente el 30 de noviembre, cuando el entonces presidente Juan Domingo Perón firma el decreto 24.103 para la fundación de la Fábrica de Motores y Automotores. Aquella que iría mutando su denominación: IAME (Industrias Aeronáuticas Mecánicas del Estado), DINFIA (Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas) y, más tarde, IME (Industrias Mecánicas del Estado). Siglas aparte, dicha fecha sería un punto de partida para una seguidilla de exitosas producciones sobre ruedas (tanto así que se considera al 30 de noviembre como el Día de la Industria Automotriz). Claro que los primeros hijos pródigos de tal apuesta industrial vieron la luz al año siguiente. En 1952 la idea base fue producir una motocicleta de baja cilindrada y -especialmente- bajo precio. ¿El fin? Satisfacer la demanda de los sectores de bajos recursos. Tomando como modelo a la alemana moto Gericke, que fuera obsequiada al presidente Perón por la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), se hicieron 20 motos. Sí, sólo 20. Las cuales fueron entregadas a operarios que habían intervenido en su construcción para que las probaran.

Fiebre motociclista

De aquella reducida prueba al más afiebrado de los furores habría un trecho muy corto. Ahora bien, ¿cuáles eran las claves del éxito? Inspirada en la mencionada Gericke, la Puma tenía un motor Sach de 98 cm3 de cilindrada, dos velocidades, palanca de cambios en el tanque y arranque a pedales. Era muy económica, con un litro de nafta se podían recorrer unos 35 kilómetros; y el máximo de velocidad era de 60 kilómetros por hora. Además, su precio final era todo un deleite para los bolsillos. En especial para los operarios más jóvenes, a quienes se les iban descontando las cuotas del sueldo. $6500 valía la Puma, contra los $9500 que costaban otras motocicletas importadas. Gran oportunidad gran para acceder a un medio de transporte propio. Tanto así que esta sobria felina -de cuadro negro y tanque gris- comenzó teniendo una producción de 400 unidades por mes. Y hasta el año 1956 se vendieron 10.072 unidades. En ese momento llegaría el turno de su sucesora.

Segunda, cuarta…y quinta a fondo

La Puma segunda serie apareció en 1956 y tuvo vida hasta 1963. De igual motor, cilindradas y velocidades, su principal diferencia radicaba en el arranque a patada. Aunque también tenía cubiertas de mayor rodado y freno trasero a cinta. 56.928 personas dijeron “yo quiero” y se adueñaron de esta Puma de vanguardia. Pero aún habría más novedades: la Puma cuarta serie. ¿Y la tercera? Sucedió que sus planos fueron robados dos veces, por lo que la fábrica decidió que quedara en la historia. Finalmente, la cuarta fue mucho más robusta, y su diseño perdió el parentesco con la bicicleta. La caja traía tres marchas, frenos con patines expansibles y el motor fue primero de 100 cm3 y luego de 125. ¿Qué tan exitosa fue? Un total de 36.755 unidades vendidas -sumando los modelos de ambos motores- hablan de una aceptación total. Hasta que en 1963 se lanza la quinta serie: un poderoso motor de 200 cm3 y una mejorada suspensión amenazaban con sacudir al mercado. Sin embargo sería debut y despedida para nuestra querida Puma. Sólo se fabricaron 1936 unidades, casi como un final anunciado. Es que el comienzo de las privatizaciones y la caída de los logros alcanzados por la política económica de Perón no resultaron ajenos. Y vaya si así fue: en 1966, luego de fabricar más de 105 mil motos, DINFIA abandona la fabricación de esta pionera en motociclismo nacional.

Y así, presa de los históricos vaivenes en que -desde siempre- descansan la economía y política de nuestro país, la Puma tuvo su marcha triunfal sobre el asfalto argentino. Tan contundente fue su aparición como abrupta su caída. Aunque, lejos de las fugacidades, nunca faltan los nostálgicos que aún se estremecen con el rum-rum de las mimadas sobrevivientes. Sí, esa es mi amiga… ¡la Puma!

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