Minguito, con alma de barrio

FOTOTECA

Pícaro y bonachón, Minguito cautivó corazones y sonrisas con su sola esencia. Radiografía de un personaje como pocos, porteño como muchos.

Pocos solían llamarle por su nombre, “Domingo Tinguitella”. Pues, a un lado y otro de la pantalla chica, no era más que “el Mingo”, o, simplemente, “Minguito”. Ese entrañable personaje que nació de la pluma e ingenio de Juan Carlos Chiappe; y de la piel del Juan Carlos Altavista, actor que supo ponerle cuerpo, alma y ángel. Sí, ángel. Minguito se convirtió ser el niño mimado de la sociedad porteña, allá por los años ’70 y ’80, justamente por calar hondo en su esencia. Pícaro, iluso, bonachón… hombre de barrio, del vulgo. Ese era Minguito, un trabajador hijo de inmigrantes -como tantos en aquella Buenos Aires- al que la vida no se le presentaba fácil; pero lejos de escatimar sonrisas por ello, parecía tenerlas siempre listas, bajo la manga, y prontas para arrancar otras tantas, claro.

Un hombre “polémico”

Mire que se las vio peludas el pobre Mingo eh… “¡Sí, seño!” Pues, desde sus inicios, en la radio y el teatro, ya fue concebido como un ciruja que, a puro rebusque, andaba con su carro de acá para allá. ¿Será que no le fue tan mal? En materia de fama, seguro que no. Porque el éxito cosechado sobre las tablas y en el dial acabaría por arrojarlo al mundo televisivo. ¿Qué hacía Minguito del otro lado de la pantalla? Ni más ni menos que ser parte de la “polémica”: en un típico cafetín porteño, compartía mesa con un chantapufis, un caballero intelectual y un simple Don de clase media. ¿Le suena la escena? ¡Y cómo no! Hablamos de “Polémica en el bar”, inoxidable clásico del humor en materia televisiva, creado por los hermanos Hugo y Gerardo Sofovich, quienes hicieron de la inclusión de Minguito toda una pegada. Le digo más, Fidel Pintos, Adolfo García Grau, Jorge Porcel y Javier Portales fueron algunos de los gigantes humoristas con que el Mingo polemizó de lo lindo. Sí, tan gigantes que a más de uno le cabría “levantarle un manolito”. ¿No, Mingo?

Minguito del pueblo

Populacho, populacho, así era Minguito. Cuidar de las apariencias no era lo suyo: andaba con un traje de talla chica -y vaya a saber de qué tiempos-, una bufandita al cuello, un sombrero y las infaltables pantuflas. Ah…y un escarbadientes que iba de comisura a comisura. Lo suyo era el rebusque, hemos dicho. Alternaba entre su oficio de cartonero y desopilante periodista de barrio, para el diario “La voz del rioba” (cuyo fotógrafo, interpretado por Vicente Larrusa, era conocido como “El preso”). Eso sí, en cuestiones sentimentales, su corazón iba en una única dirección. ¿Su su señora esposa, tal vez? Nada de eso, Minguito nunca se casó. Su más absoluto amor era “la vieja”, su mamma italiana, asunto sagrado para el Mingo. Aunque si de santas hablamos, la “Santa Milonguita” bien supo ser su fiel compañera. Y no hablamos de ninguna noviecita, no; sino de su vieja Chevrolet Campeón 1928. ¿Alguna otra pasión para nuestro protagonista? ¡Claro que sí! Manguito era fana, fana de Boca Juniors, y peronista hasta la médula, que no se olvide.

Ni su bandera política, ni su corazón xeneixe, ni sus geniales aportes al humor nacional, Minguito, el Mingo o Domingo Tinguitella lejos están del olvido. Las más de dos décadas de adiós que lleva ya el genial Juan Carlos Altavista (falleció de un ataque cardíaco en 1989, mientras encarnaba a su criatura en el programa “Vamos Mingo Todavía”, emitido por Canal 2), ni si quiera han podido atenuar su recuerdo. Reencarnado en la piel de Miguel Ángel Rodríguez, ex yerno del propio Altavista, Minguito no ha perdido vigencia aún en pleno siglo XXI.  Sí, “ségual”. Que veinte años no son nada, y mucho menos para quien, a costa de tantas y tantas sonrisas, ha sabido hacerse lugar en el alma de una Buenos Aires que aún lo echa de menos entre los suyos.

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