Mozart, del Colón hasta la pulpería por El Clarín

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Lejos de ser una condena inoportuna para comensales, la música clásica atrae a los clientes de la pulpería Quilapán.

Porteños: Martín Perino, pianista y compositor. Lejos de ser una condena inoportuna para comensales, la música clásica atrae a los clientes de un restaurante típico.

Por Nora Sánchez

En la vida suceden algunas tragedias menores. Una de ellas es ir a comer o tomar algo a un bar o restaurante y encontrarse con un espectáculo musical, no pedido ni deseado, que impide hablar o a veces hasta digerir. Como un “homenaje” a un cantante español o guatemalteco o un nostálgico que hace versiones de fogón de temas de cantautores cubanos. Diego Capusotto inmortalizó la situación en su sketch “La c… de la lora, ¡hay show!”. Pero en Pulpería Quilapán, un restaurante de San Telmo, el espanto inicial de los comensales no avisados se transforma en alivio y placer. Porque quien ejecuta en vivo la banda de sonido de cada noche es Martín Perino, un pianista, concertista y compositor clásico de 31 años que tocó como solista en el Colón y en coliseos de todo el mundo.

El piano de Quilapán no es de cola. Más bien es uno de esos viejos instrumentos que sonaban en actos escolares o en la sala de alguna profesora de pueblo. Perino lo hace brillar. Mientras le sacan fotos para esta nota ejecuta El Emperador, de Beethoven. Después confiesa que suele tocar obras del compositor alemán o del maestro de éste, Joseph Haydn, cuando tiene que enfrentar a un público más frío en la pulpería. “Son músicas con las que puedo transitar momentos de angustia. Me ayuda a mí tocarlas”, explica.

¿Cómo hacés cuando la gente está en otra, conversa entre sí o hace ruido?

Me abstraigo. Me concentro en mi trabajo.

¿Qué cosas te desconcentran?

Que me toquen cuando estoy al piano, pero igual puedo seguir.

¿Y si suena un celular?

No puedo quejarme por eso. Una vez estaba tocando en la Manufactura Papelera, una sala de acá de San Telmo, y ¿a quién le sonó el celular en vivo? ¡A mí! Fue un papelón. Seguí tocando más fuerte, cosa de tapar el sonido del teléfono hasta que dejaron de llamar.

¿Alguna vez te fuiste de un bar o un restaurante porque no te gustaba el show?

No era de frecuentar lugares así, excepto cuando tocaba un amigo. Pero si el tipo del show hubiera estado cantando Arjona, me habría ido. Sí puedo aceptar a los imitadores de Sabina, porque Sabina me gusta.

Perino se acercó a la música de chico, por culpa de los Guns N’Roses. “Cuando vinieron a la Argentina, en los 90, vi el recital por la tele y quedé maravillado –cuenta–. Me fascinó Slash con la guitarra y los pelos largos. Y le dije a mi mamá que quería una guitarra eléctrica”. Ella lo conformó con una criolla, pero no resultó. “No le encontré sabor a la guitarra, pero sí al piano. Me gusta porque tiene la capacidad de generar distintos tipos de sonidos con una sola nota. Y lo que más me enganchó fue la música clásica”.

Su mamá, Celia, se convirtió en su primera profesora, aunque después fue discípulo de Nélida Sánchez y, más adelante, estudió en el Conservatorio. Dio su primer concierto a los 10 años, en un auditorio en Villa del Parque. Tocó una sonata de Steibelt y las Danzas Húngaras de Brahms. Y a los 16 se presentó por primera vez en el Colón, como solista. Interpretó a Schubert, Ginastera, Albéniz y a Mozart, su favorito. “Su música es tan luminosa que te das cuenta de que era perfecto en lo que hacía. Y te preguntás dónde está lo imperfecto en lo perfecto. Siempre me atrajo ese misterio de Mozart”, dice.

Pero la pulpería no es una sala de conciertos. “Nunca había tocado en bares o restaurantes, pero acepté hacerlo en éste porque me gustaba el lugar y me pareció que necesitaba un piano”, afirma Perino, que arma un repertorio que va desde Wolfgam Amadeus Mozart, Beethoven o Federico Chopin hasta algunas de sus propias obras, como La Flor, boleros, tangos o folclore.

¿Qué diferencia hay entre tocar en un bar o en un teatro?

Entrego lo mismo en uno u otro. La única diferencia es que en la pulpería pasan cosas que me hacen elegir lo que voy a tocar en el momento. Una vez apareció un chico con su acordeón y tocamos juntos Bésame mucho. Cuando hay niños, que son divinos, se acercan al piano y yo interpreto algo bien juguetón de Franz Liszt, que les encanta. Cada tanto aparece algún niño terrible que toca las teclas del piano. Pero está todo bien.

¿Considerás haber escuchado a los Guns como un pecado de tu niñez?

¡No, los adoro! Claude Debussy liberó las ataduras de la música clásica. Lennon liberó a Debussy. Y bandas como Guns N’Roses o Queen liberaron al rock de sus ataduras y marcaron nuevos caminos.

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