Obligado a la vuelta

FOTOTECA

La poderosa flota anglo francesa derrota a la modesta resistencia local en el combate de la Vuelta de Obligado. Pero… ¿Quién pegó la vuelta?

Dicen que cuando el río suena, agua lleva. Aunque el del 20 de noviembre de 1845 las aguas del Paraná trajeron munición gruesa… Y por duplicado. Dos viejas conocidas potencias europeas guardan su histórica rivalidad bajo la alfombra y debutan como aliadas en territorio nacional. Sí, Francia y Gran Bretaña coparon el horizonte con cientos de barcos. ¿La finalidad? Bloquear el puerto de Buenos Aires. Aunque esa era sólo la punta del iceberg: la compleja trama política y económica yacía en las profundidades del mar. O mejor dicho, del río.

Desentramando la trama

Las dos flotas más poderosas del mundo avanzaban en territorio bonaerense, más precisamente en la localidad de San Pedro. ¿Y qué nos ofrecía el mapa nacional? Un territorio cuyas relaciones exteriores recaían nada menos que en el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires: el federal Juan Manuel de Rosas. Y aquí el meollo de la cuestión. La flota anglo-francesa procuraba la libre navegación del río Paraná para extender el comercio internacional con la región del litoral, fundamentalmente con la provincia de Corrientes -opositora al gobierno rosista-. Aunque no sólo Francia e Inglaterra buscaban el destrabe: una sitiada Montevideo deseaba comercializar abiertamente con las provincias litoraleñas y el Paraguay. Antiguo anhelo de los unitarios refugiados en la Banda Oriental.

Vedlos camaradas; allí os tenéis

Paraguay, la Banda Oriental, Gran Bretaña y Francia apuntaban sus miradas a Buenos Aires. A fin de cuenta todos los caminos conducían a ella, y el Paraná era una autopista de acceso directo. Aunque en su curso aparecería una pequeña curva. Un recodo conocido como Vuelta de Obligado, nombre con el que se también “bautizaría” al inminente enfrentamiento. Allí, el General Lucio N. Mansilla -cuñado de Rosas- aguardaba por la embestida foránea. Ya con la flota enemiga en avanzada y la defensa del territorio nacional a su cargo, sólo hubo lugar para un grito de aliento a sus tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí os tenéis!” Claro que también habría tiempo para agudizar el ingenio criollo. A falta de artillería, cerebro y corazón.

Fuego cruzado

Desde las barrancas del Paraná cuatro baterías abrieron fuego sobre el enemigo. Fueron cerca de ocho horas de combate desigual: 160 artilleros, 1000 milicianos de infantería con algunos cañones, 600 infantes, 2 escuadrones de caballería y 300 vecinos de localidades cercanas. Esa era toda la resistencia nacional. Aunque quedaba una yapa: el General Mansilla ordenó atravesar el Paraná con tres enormes cadenas, apenas sostenidas por 24 barquitos (10 de los cuales llevaban explosivos). Poderío irrefrenable vs. heroísmo puro. El resultado fue lógico: la flota extranjera rompió las cadenas y se adentró en el río.

Vencedores vencidos

Finalmente la victoria de Obligado fue un “blef”, puro “grupo”. Al fin y al cabo los mercados litoraleños no resultaron tan atractivos, los comerciantes británicos presentes en Buenos Aires acumulaban pérdidas por el bloqueo del puerto local y la política internacional –tan amiga de los intereses económicos- comenzó a mirar con buenos ojos un posible tratado de paz. Ese cuyas condiciones impondría Rosas: fin del bloqueo, devolución de la flota argentina capturada y la isla Martín García, saludo a la Bandera argentina con 21 cañonazos, reconocimiento de la soberanía y la prohibición de navegación de los ríos interiores. ¿Qué tal? Imposición sin precedentes para “su majestad” europea. De esta manera, los ingleses levantaron el bloqueo en 1847. Un año después, los franceses harían lo propio.

Así, los vencedores fueron vencidos. Y tras su victoria en Obligado se vieron obligados a la vuelta. ¿El triunfo? Apenas otra foto para la galería de proezas bélicas. De este lado del océano, la misma imagen se estampa en el dorso de cada billete de $20 argentinos. ¿Cómo ocultar la derrota? Vía libre para el orgullo y una inolvidable defensa. Esa por la que cada 20 de noviembre renovamos votos de argentinidad, nada menos que en el Día Nacional de La Soberanía.

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