Siempre con distinta Milonga

FOTOTECA

Las milongas porteñas componen un rompecabezas arrabalero digno de completar. Hoy colocamos sus piezas bajo la lupa. ¿Nos acompaña?

Las luces se encienden y los concurrentes calientan motores; hasta que, por fin, la música llama a comenzar la función. Un cruce de miradas, un decidido cabeceo y a sacarle viruta a la pista. Abrazo, caminata, corte y quebrada. Boleos, ochos y volcadas. Sí, señores. Ha llegado la hora de la Milonga, ese loco berretín que se nos da cada dos por cuatro; y que en la arrabalera Ciudad de Buenas Aires encuentra, como se dice, la horma de su zapato. Por cierto, ¿usted ya se calzó los suyos? Métale, nomás, que la romería milonguera del día de la fecha está por comenzar.

Memoria de zorzal

Que si bailar tango es para usted chino básico, pues estamos en el sitio correcto: calle Jean Jaures 735, barrio del Abasto. Allí donde el fileteado porteño nos envuelve a pura voluta y donde el espíritu gardeliano aún permanece vivo. Así es, la vieja morada del Zorzal Criollo nos invita a descubrir sus máximos tesoros: antiguos discos, fotografías, portadas de diarios y objetos personales de Carlitos. Además de acoger, por supuesto, toda nuestra ineptitud a la hora de la danza. ¿Cómo dice? ¿Más o menos se defiende?  Trátese de un voluntarioso aficionado o de un entendido en la materia, qué más da: profesionales y pataduras, todos están invitados a las clases dictadas en el Museo Casa Carlos Gardel.

Descontracturadas milongas

¿Todavía anda con alguna timidez a la hora de lanzarse a las pistas? Si al hecho de despuntar el vicio del baile le sumamos las bondades de la música en vivo o de la demostración hecha cátedra, daremos con una propuesta por demás tentadora. Sin ir más lejos, en las cercanías del Abasto del morocho, como le hemos dado a llamar a los pagos de don Carlos, el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 764) abre las puertas de su descontracturada pero completísima Milonga Amapola, una verdadera perlita que brilla hasta adentrada la madrugada. Recurriendo a similar fórmula, el histórico barrio de Monserrat también aporta lo suyo: Zona Tango (Venezuela 2937) permite a acercarse al tango como quien no quiere la cosa, deleitarse con los bondadosos gargueros de los músicos allí presentes y, de tanto en tanto, rendirse al baile; ya sea en primera persona, o jugando de observador.
Más hacia el sur, el bar Los Laureles (Av. Gral. Iriarte 2290), en Barracas; el Centro Cultural Torcuato Tasso (Defensa 1575), Bendita y Maldita Milonga (Perú 571) y, por supuesto, Cochabamba 444, en San Telmo, también adhieren a esta tónica.

Palabras mayores

Claro que, deambulando por las tierras en que el tango ha echado raíces, imposible no toparse con reductos mayúsculos. De esos que ya son toda una institución. Mire si tendrá sus pergaminos la Confitería Ideal, que yace de pie en pleno centro porteño desde principios de siglo XX. Sí, sí, el solar de Suipacha 384 es toda una paquetería, y en su salón se baila tango de lo lindo. Clases y milongas están a la orden del día, con su distinguidísimo estilo a flor del piso, paredes, arañas, vitrales… ¿Otro clásico de los clásicos? El Bar Sur (Estados Unidos 299), inoxidable reducto santelmiano en el que se gestan veladas sin desperdicio. Es que lejos de las puestas rimbombantes y de los espejitos de colores, en esta tradicional esquina no hay noche que iguale a su antecesora: a pura sencillez, aunque jactándose de un tango auténtico y tradicional, la clientela de turno pide canciones, baila y hasta puede animársele a los micrófonos. ¿Qué tal?

Por el túnel del tiempo

¿Anda usted con ganas de entrarle a la gomina? Quédese tranquilo, que en nuestro interminable derrotero milonguero no faltarán un par de visitas en blanco y negro. Pues todo quien se disponga a vivir en carne propia el ABC del tango de antaño, bien puede llamar a la puerta del Club Gricel (La Rioja 1180). Eso sí, antes de que entre en acción debo advertirle sobre ciertos códigos milongueros, no vaya a ser que meta la pata justo aquí, donde se cumplen a rajatabla. Para prueba de lo que le digo, échese un vistazo a la pista: las damas por un lado, los caballeros por el otro. Una invisible frontera apenas traspasada por la iniciativa masculina. Es entonces cuando un oportuno y casi imperceptible cabeceo en dirección a la pista consuma la invitación al baile. La mujer, sosteniendo la mirada del hombre, asiente al tiempo que enfila hacia la pista…y a bailar se ha dicho. Claro que ante una invitación no correspondida, manifiesta por una esquiva mirada femenina, bien pueden buscarse otros rumbos, otras faldas. Porque la noche tiene cuerda para rato, hasta que el neón arda. Así son las cosas en este rincón de San Cristóbal; y así también en las noches de El Arranque (Bartolomé Mitre 1759), allí donde para poner primera debe entrar en esta misma sintonía.

Fuera de libreto

Sin embargo, si usted quiere aflojar un poco el moño y olvidarse el libreto, no por ello debe resignarse a perder el espíritu tradicionalista. Y de eso trata la Milonga Cachirulo, en Obelisco Tango (Entre Ríos 1056), allí donde el arrabal se respira a lo grande. Lo propio ofrecen La Baldosa (Ramón Falcón 2750), en el barrio de Flores, y La Milonga del Morán (Pedro Morán 2446, Agronomía), toda una barriada en el corazón de Agronomía. Y hablando de barrios, el cosmopolita y multifacético Palermo tiene milonga pa’ todos los gustos. Siguiendo la línea de las anteriores, A puro Tango, en el Parakultural Canning (Scalabrini Ortiz 1331) y La Milonguita (Armenia 1353), tienen ya su buena trayectoria, y sus fieles milongueros. Mientras que echando mano en la vanguardia, las calles palermitanas albergan al Loco Berretín (Gurruchaga 1946, Palermo), restaurante donde las clases y shows de tango se conjugan con la cocina de autor, degustaciones y cursos de vino. Mientras que La Viruta Tango (Armenia 1366, Palermo), alterna su calendario tanguero con unas dosis de rock y salsa. Muy a tono con los aires de juventud que la colman noche a noche.

¿Vio que había con qué entretenerse? Porque a la hora del 2 x 4, y evocando la pluma de Rubén Nazer, lejos está Buenos Aires de caernos siempre con la misma milonga.

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