Tabúes argentinos: ¡Que no se diga!

FOTOTECA

La charlatana sociedad argentina tiene su talón de Aquiles, esos temas sobre los que mejor no hablar. Sí, los tabúes lo hicieron posible.

De eso ni se habla. Que pasa… pasa, pero mejor guardarlo bajo la alfombra y salir silbando bajito como quien no quiere la cosa. ¿Qué cosa? Lo “prohibido”. Claro que no estamos hablando de delitos penados por la ley. Mucho menos de acciones dignas de castigo divino. ¿Entonces? Con ustedes, nada menos que los llamados tabúes: aquellas realidades sobre las que la sociedad argentina ha instalado una veda. Algo así como una condena implícita. Sin condena escrita, el dedo acusador de lo culturalmente incorrecto o vergonzoso señala hasta despertar el mayor de los enrojecimientos. Y si de argentinos hablamos, la lista de tabúes resulta tan extensa como desopilante. No se la pierda…

Se te cayó una sota

Que los argentinos son los number one por autoproclamación, no cabe dudas. Ahora bien… ¿Qué pasa cuando las primeras arrugas copan la escena del retrato? ¿O cuando los vientos dejan a la intemperie algunos huecos en las cabelleras masculinas? Rendirse al paso del tiempo, nunca. Mostrar el DNI, jamás. La edad es uno de esos tabúes que no reconoce sexo: hombres y mujeres se amedrentan de sólo acercarse a la barrera de los 40. Mientras que las consecuencias intentan ser disimuladas, muchas veces, sin éxito. Los hombres presentan feroces batallas a su incipiente calvicie. Mientras que las mujeres libran una batalla sin igual con sus canas. Lo importante es no revelar cuestiones numéricas. Y, ante ciertos interlocutores, tener el decoro de no preguntar. En todo caso, no hay metida de pata que no se arregle con un “¿45 años?… ¡parecés de menos!”

Todos somos ministros

Desde un contador hasta un taxista: no hay argentino que no saque a relucir su chapa de experto en materias económicas. ¡Incluso hasta de esas cuestiones de las que nadie sabe! Y, por supuesto, sobre las que todos hablan…menos quienes deberían hacerlo oficialmente. Sí señores, en nuestro país la inflación es tabú. Sino que alguien se atreva a preguntarle al ex Ministro Lorenzino sobre el asunto. Claro, si es que no se da a la fuga antes de que culmine la interrogación. ¿Cómo así? Durante una entrevista otorgada a la televisión griega en el año 2013, quien conducía las riendas económicas del país respondió esquivamente al tema inflacionario. Argumentó que sólo había un único índice válido. Y, ante la repregunta de la periodista en busca de mayores detalles, sentenció su más famosa frase: “me quiero ir”. ¿Allí termina la historia? Claro que no, el dólar es otro tema tabú para la clase política nacional. ¿Cuál es su verdadera cotización? Nadie lo sabe, aunque es un secreto a voces. Lo cierto es que un mentiroso valor oficial intenta detener al ya mencionado tabú de la inflación; mientras que en el mercado paralelo el dólar sigue escalando posiciones. ¿Acaso éste dólar es quien ostenta un valor real? ¡Cierto que de eso no habla!

Y dale alegría a mi corazón

Panza llena, corazón contento. La buena comida es una de las pasiones de los argentinos. Aunque mejor disfrutar sólo con el paladar, sin pensar demasiado en qué es lo que nos llevamos a la boca. O el más delicioso de los manjares puede terminar siendo todo lo contrario. ¿Cuáles son los ingredientes que componen la morcilla? ¿Es verdad que la mortadela se elabora con carne de caballo? ¿De qué está hecha la salchicha? Impresionables, abstenerse. Mejor todos callados y sentaditos a la mesa. ¡Y eso que Argentina es uno de los principales productores de carne de caballo! Shhh…eso tampoco nadie lo sabe. Todo sea por seguir disfrutando de las bondades gastronómicas nacionales. ¿Qué sería de los domingos sin el clásico asadito?…y sin el fútbol. Mucho mejor si es de selección. ¡Si a los brasileros los tenemos de hijos! Ahora bien… ¿Qué marca el historial? Mejor no hablar de ello. Silencio tabú. Total, el corazón manda: “hijos nuestros morirán”.

¿Qué si hay más tabúes? Claro que sí. La sociedad argentina los renueva constantemente por su sola costumbre acusatoria. Aunque para nada malintencionada. No vaya a creer que al argentino le gusta meter sus narices donde no lo llaman ¿Acaso tiene fama de opinar sobre el afuera sin mirar el rancho propio?… ¡Que no se diga!

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