Tenía que ser argentino

FOTOTECA

Como egocéntricos, gauchos o familieros, la mirada de afuera también nos construye.

Un mate, vino o fernet en la mano, el asado el domingo y si hay un partido para ver en vivo, mucho mejor. Así queda establecida la clave perfecta para que el argentino sea feliz… Ya lo dicen los versos de la canción de Cacho Castaña:

“Cuando en la distancia escuchaba un tango
¡Cuántas madrugadas despierto llorando!
Extraño el idioma las ruedas de amigos
Noches de guitarra con asado y vino”


¿Y todo lo demás? se pregunta la mirada ajena ¿Hay algo más? Se despreocupa el argentino mientras no deja de buscar el mejor lugar para sentarse y descansar.

La tranquilidad de ser los mejores en todo

Tildados de egocéntricos, de individualistas y de “agrandados” los argentinos somos vistos desde afuera como quienes aparentamos tener todo resuelto.
Siempre el pez que pesque el argentino será el más grande y las mujeres, las más hermosas… Pero ¡Qué se le va a hacer si hemos sido dotados con las mejores cualidades! ¿Acaso Dios no es argentino? De esta cualidad de egocentrismo puro dan cuenta muchos chistes como el que dice que el juego preferido de los argentinos es el “Yo – Yo” o la mayor forma de infidelidad es dejarse de mirar en el espejo. Es también el argentino caratulado de aprovechador y algo “chanta“, siempre buscando sacar ventaja de algo como podemos ver en las frases de la película Nueve Reinas:

– Tengo una motocicleta japonesa excelente con algunos daños menores.
– ¿Qué daños?

– Un agujero en el tanque”.

“Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar”

Parece ser que a pesar de toda apariencia, seguimos con el facón anclado a la cintura y las espuelas listas para salir al galope. ¿Será que ninguno de nosotros puede dejar de mostrar ese gaucho que lleva adentro? Lo cierto es que desde afuera nos ven bailando el Gato en las calles y discutiendo en Pulperías… ¿En Pulperías dije? Y sí, puede ser. Todo aquello que revaloriza nuestra tierra, que nos hace sentir parte actual y constitutiva de nuestra historia, todo lo que nos hace vincularnos con esa mirada despreocupada que un gaucho emitía hacia la Pampa, es algo que sí queremos seguir demostrando y entonces que nos digan gauchos. Aunque los alemanes imiten y se mofen de nuestro caminar cansino de la pampa, para nosotros el homenaje deja de ser una burla para convertirse en un halago.

“Porque al  final: lo primero es la familia”

Si hay algo que nos destacan desde afuera, es nuestro apego a la familia y nuestra calidez humana. Desde aquel programa de televisión semanal en los ’70, Los Campanelli, hasta los ’90 de Los Benvenuto, se ha ido construyendo este estereotipo familiar que no deja de ser una realidad. La frase “Porque al final lo primero es la familia” cerraba siempre un almuerzo familiar al que se llegaba después de conflictos cotidianos que se veían sorteados por el afecto que todo lo perdona. La familia nuclear es la base de este país que se monta en los afectos y que los defiende contra viento y marea. Pero la familia no es siempre como uno quisiera y de esas raíces diversas y esa forma tan tradicional de vivir también nosotros nos reímos porque nos vemos reflejados. No hay miembro de la familia que no tenga, por ejemplo, algún paralelo en la película Esperando la carroza que marcó un hito en nuestra manera de vernos y hasta parece ser un compendio de lo que en realidad somos. Simpleza en el hablar, cruda sinceridad en el diálogo y esa espontaneidad que nunca dejará de hacerte sonreír cuando recuerdes una de aquellas escenas:

“- Andá a buscar el agua de los ravioles. Nos cortaron el agua esta mañana, menos mal que la charlatana de al lado me imita en todo, yo hago puchero… ella hace puchero, yo hago ravioles… ¡ella hace ravioles!”

Difícil es ver cómo nos ven y más aún asumir ciertas perspectivas del ser argentino, mejor es confiar en que somos como somos, reírnos juntos y pensar que ¡Y bueh!, por algo seremos así.

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?