Vicente Almandos Almonacid, el señorito riojano

FOTOTECA

Vicente Almandos fue pionero en la aviación nocturna por Francia durante la Primera Guerra Mundial. Historia de un error afortunado.

La Francia a la que tanto miramos como espejo en los inicios del siglo XX no estuvo libre de rendiciones, pues bien supo caer ante el encanto unas cuantas joyitas de exportación: made in Argentina, cantantes y bailarines de tango, entre otras excéntricas figuras del mundo de la noche, dejaban sin aliento a la reina de la Belle Époque. Sin embargo, quien aquí nos convoca nada sabía de los luces del espectáculo. Lejos de los fulgores del neón, lo de Vicente Almandos Almonacid fueron los estallidos, estruendos y resplandores bélicos. “Morocho y argentino, rey de París”, este riojano de pura cepa aterrizó en suelo francés con un título de ingeniero bajo el brazo, y un porvenir heroico por delante.

Destino volado

Con más ímpetu que experiencia, Vicente Almandos Almonacid decidió que Francia habría de ser su destino. Ingeniero, formado también como Guardiamarina en la Escuela Naval Militar de Buenos Aires, no encontró mejor promesa que aquella: el país galo era pionero en la escuela de aviación. Y aunque el bueno de Vicente no portaba títulos en la materia, cierto es que tenía pasta de piloto. De hecho, la suficiente como construir y pilotear su propio aeroplano. De modo que el año 1913 lo encontró en Paris, aunque sin hablar una jota de francés. Claro que el viento le sopló a favor, y lejos de que la situación le jugara una mala pasada, fue protagonista de un afortunado embrollo: sus instructores lo confundieron con un piloto experimentado. Y allí fue don Almandos, a volar un monomotor, sin nunca haber hecho un curso de piloto más que el que, aceleradamente, le brindó la experiencia de conducir su  criatura.

Arriesga y triunfarás

El caso fue que Vicente Almados Amonacid se encontró en pleno vuelo, probando el desconocido instrumental, dando origen a maniobras elocuentes: giros, contragiros, picadas. Los franceses lo observaban asombrados ¡Don Vicente era un maestro! Lo suyo era la acrobacia aérea… o eso parecían sus idas y venidas a pura experimentación. Tan así lo fue que, ya en 1914, Almados superó la prueba por la que fue reconocido como piloto oficial por el gobierno francés. Por cierto, año en que se inició la Primera Guerra Mundial. Acontecimiento que, tras su enrolamiento, lo encuentra siendo parte de la escuadrilla 35, estacionada en Bélgica. ¿Buen camino andado hasta aquí, verdad? Sin embargo, la historia grande de Vicente Almados Almonacid recién comenzaba.

Un as en la nave

Como piloto de esa primera Fuera Aérea Francesa realizó los vuelos de vigilancia en cielo parisino, experiencia tras la que obtuvo el grado de sargento. Dos años más tarde, toda su escuadrilla sería aclamada por sus vuelos nocturnos sobre Alemania. Sí, sí. Pues don Vicente fue el primero en la historia en hacer vuelos a oscuras, algo considerado imposible hasta entonces. ¡Pero qué no lograba Almanocid, coraje mediante! Y buen genio, claro está. Pues se valió del resplandor que la luz lunar efectuaba sobre los ríos y las vías del ferrocarril, verdaderas guías en su ciega travesía. Aunque la buena puntería también fue lo suyo: con visión de águila, mucho despojo y más valentía, derribó aviones enemigos a troche y moche, en arriesgadas jugadas, por lo que fue catalogado como un verdadero as de la aviación de guerra. Acabado el conflicto bélico, lo esperaba el grado de capitán, la Cruz de Guerra, la Legión de Honor y la Medalla Militar.

Regreso triunfal

La vuelta a los pagos nacionales se dio 1918, escoltado en su cruce oceánico por una escuadrilla de aviones franceses. Era entonces el jefe de división de la Misión Aeronáutica Francesa, más no tardaría en convertirse, también en el “Cóndor de los Andes”. Pues, tras ser llevado en andas por la avenida de Mayo, Vicente Almandos Almonacid continuaría sus hazañas cordillera mediante, renovando así en su suelo nacional los créditos de su estoicismo: cruzó los Andes de noche, cómo no… Y la historia no terminó allí, pues don Vicente obtuvo la concesión del 25% de la carga postal entre Buenos Aires y Europa en la Compañía General Aeropostal del transporte. Por lo que también primereó en la aviación comercial del país. ¿Le suena? Claro que sí, pues Almandos contrató para ello a un viejo conocido suyo… y nuestro: Antoine de Saint Exupéry. El mismo que, en cuanto vino a vivir a la Argentina, buscó una vivienda cerca de Almandos para poder desayunar todos los días en su compañía.

Porque lo esencial es invisible a los ojos, más no así a la historia, Vicente Almandos Almonacid no se lleva bien con el olvido. Por si acaso, modestas líneas mediante, procuramos tornarlo indeleble, tanto como su rastro en los cielos.

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