Xul Solar por Jorge Luis Borges, los artistas sean unidos

FOTOTECA

¿Cómo definir a Xul Solar? Jorge Luis Borges, su amigo, hizo el genial intento en la casona pulpera hace poco menos de 50 años. Vaya lujo…

Los artistas sean unidos, porque esa es la ley primera para potenciarse unos a otros; para engrandecer esos mundos concebidos de a trazos y palabras en los que nos sumergimos, viajamos, reflexionamos, cuestionamos. La realidad, ese invento que bajo el talento de Xul Solar y Jorge Luis Borges ha sabido adquirir su propio cariz, su propia espesura. ¿Cómo volver a verla, cómo vivirla, luego de pasarla por el tamiz del “maestro”?, ¿de la lente del genial Xul? Porque zapatero a su zapato, nada mejor que redimirnos a su propio intento. En este caso, al del propio Borges a la hora de explicar, quizá al mismo tiempo, comprender, cuánto Xul Solar ha sido. Pronunciadas en conferencia en la Fundación San Telmo (sí, aquí, en los pagos de Defensa 1344, cuando la pulpería Quilapán era solo futuro), son estas palabras una joya rescatada del día miércoles 3 de septiembre de 1980, y editadas por la propia fundación a 10 años de aquel evento, cuando Borges hubiera cumplido ya sus 91 años. Sin más preámbulos. Pase y disfrute.

A la luz de Xul

Habíamos inventado que nos habíamos conocido en tal o cual lugar, pero no recuerdo ahora cuál es. No sé si ustedes conocieron personalmente a Xul Solar. Algunos lo habrán conocido, otros no. Me parece estar viendo a ese hombre alto, rubio y evidentemente feliz. Creo que uno puede simular muchas cosas, pero nadie puede simular la felicidad. En Xul Solar, se sentía la felicidad: la felicidad del trabajo y, sobre todo, de la continua invención. Sí, hasta la del propio encuentro entre éstos dos grandes. Diseminado el rastro de Xul por el mapa, cabiendo, así, tantísimas lenguas en su boca: era de origen italiano; italiano del norte, su madre se llamaba Solari y su padre Schulz, del Báltico. Es decir que tendría sin duda sangre prusiana, sangre eslava, quizás alguna sangre escandinava y luego, sangre de los italianos del norte, germánica. Me dijo una vez que había nacido en San Fernando y había viajado por todo el mundo (…) Hablaba inglés perfectamente y el alemán lo había heredado, y ya que he hablado del inglés y del alemán recuerdo haber pasado tantas tardes en su casa, en la calle Laprida 1214, en esa espléndida biblioteca, quizás una de las mejores bibliotecas que yo he visto en mi vida, con libros en todos los idiomas. El caso fue que, como si la palabra fuera acaso un faro, una llama que convoca, una antorcha del sentido, distintas lenguas podían para Xul constituir una sola: el neocriollismo ¿lo recuerda? Ni más ni menos que el arco iris idiomático de Latinoamérica constituido en una misma luz. De alguna manera, en un sol compartido. Apenas una perla de la inventiva y filosofía de este artistazo. Y para más muestras, sus interesantes compañías: Swedenborg, Blake. No solo la música de Blake sino lo místico de Blake, supo decir Borges. Si yo tuviese que comparar a Xul con algún otro -pero Xul era único, quizás cada individuo sea único pero en él se notaba más esa unicidad- lo compararía con William Blake precisamente, ya que William Blake fue un místico como él, fue un visionario y fue un gran poeta (además de grabador). Xul fue poeta, pero lo hizo en los dos idiomas inventa dos por él. Tenemos, pues, esta primera definición de Xul Solar. Voy a tratar de descubrir otra. (Así como Xul descubría una cosa nueva en todo, todo el tiempo)…

La (re)creación

Diría que nosotros, o casi todos nosotros, vivimos aceptando el universo, aceptando tradiciones, conformándonos a las cosas. En cambio, Xul vivía recreando el universo (…) Hablo de Xul y pienso en una imagen, no sé si es de Conrad o si es mía, total qué importa, las imágenes son las mismas, y es ésta: es la de un navegante que atraviesa el mar y ve una línea que es una realidad en el horizonte. Y entonces piensa: esa realidad es el Africa, o es Asia o América. Y piensa que detrás de esa claridad, esa vaga línea que él apenas descifra en el horizonte, que detrás de esa vaga claridad hay un continente. En ese continente hay religiones, dinastías, ciudades, selvas, desiertos, hay muchas cosas. Pero que a él le toca ver simplemente esa línea. Ahora siento que en este momento soy ese navegante. Tengo que hablar de ese gran continente, de este vasto país con sus imperios, su historia y sus mitologías, su botánica y su zoología, todo eso que fue Xul Solar. No sé si lo he alcanzado; creo que no. Pero he percibido lo bastante para sentir ahora el vértigo; siento el vértigo de todo aquello infinito que vi en Xul, de lo cual me fue dado discernir algo. Muy poco, desde luego, pero lo bastante para saber que yo he estado frente a un hombre de genio. Dije que Xul vivía inventando continuamente. Había inventado un juego, una suerte de ajedrez, más complicado (…) Pero a medida que lo explicaba, comprendía que su pensamiento ya había dejado atrás lo que explicaba, es decir que al explicar iba enriqueciéndolo y por eso creo que nunca llegué a entenderlo, porque él mismo se daba cuenta. De que lo que él decía ya era anticuado y agregaba otra cosa. En cuanto lo había dicho, ya era anticuado y había que enriquecerlo.

Doce religiones y una verdad

El tenía ese concepto de la libertad para cada momento de la vida, para cada cosa; aún para lo que puede parecer insignificante (…) Innovaba continuamente; y en la ropa también. El me dijo: “Qué raro que quienes son revolucionarios se vistan como todo el mundo”.  Pero era aquella innovación pura corteza, apenas el cascarón de cuanto, así como supo hacer al crear el neocriollismo, era capaz de concebir desde las entrañas de las cosas, socavando los fundamentos establecidos, las significaciones ya instaladas. Recuerdo un día de calor. Era un día terrible, uno de esos días de diciembre o enero en Buenos Aires, en que uno apenas sobrevive. Yo no sé como llegué a aquella casa de la calle Laprida 1214, subí por la empinada escalera, a la derecha estaba la puerta. Estaba Xul y le pregunté qué había hecho. Luego me di cuenta de que era absurdo preguntarle a una persona qué podía haber hecho en un día como ese en el que sobrevivir ya era mucho. Y él me dijo: “No, no hice nada”. Y luego agregó: “Sí, fundé 12 religiones después de comer. Doce religiones post-comi”. Esas religiones correspondían a los signos del zodíaco, El creía -como se da en el Japón, por ejemplo- que todas las religiones son facetas de una misma verdad. Xul creía que la verdad era una, pero que cada uno de nosotros – según su horóscopo- estaba predestinado para una versión de la verdad, y entonces los hombres debían elegir según su horóscopo (no hay que dar un paso sin el horóscopo, decía Xul), la religión que les convenía.

La realidad, pura imaginación

¿Qué más puedo recordar? Creo que en cuanto a los géneros literarios también pensaba que eran infinitos. El veía a cada cosa como ramificable. El estaba continuamente enriqueciendo el mundo; vivía en continua renovación. Xul era un visionario (…) Pienso en Xul Solar y pienso en sus colores predilectos y también en las formas; en el hecho de que los cuadros correspondían a visiones. Me dijo una vez que era un pintor realista, que pintaba lo real. No lo real de este mundo, sino del otro. Es decir, que aquellos de sus cuadros en los cuales se ven dioses, santos, figuras en estado de levitación, constituyen visiones de Xul, que él pintaba tal cual. Pero, al mismo tiempo, me decía que lo que cada uno viera dependía de su imaginación. Consideraba que el otro mundo es un mundo sobre todo de fuerzas, que pueden ser benéficas o maléficas, y cada individuo le da una forma distinta.

Por qué no una traducción… Como si al fin de cuentas todo fuera un punto de vista, incluso sobre aquello que no se ve. Una suerte de mas allá que acaso juega en reverso con nuestro más acá. No en vano, Jorge Luis Borges supo definir a Xul Solar como cosmopolita, y en el más etimológico sentido de la palabra. Sí, un hombre de Cosmos.

Quizá ustedes conozcan mi afición por la etimología, y quiero empezar analizando una palabra que ha tenido escasa fortuna, la palabra “cosmopolita”, que ahora evoca viajes, turismo, gente internacional, que no pertenece a ningún país, un tipo de laboriosa frivolidad. Sin embargo, la palabra cosmopolita fue una invención de los estoicos y quiero explicarla. Para los griegos, la patria era la ciudad natal, por eso hablamos de Heráclito, de Efeso, de Xenón, de Elea y así de los demás, y los estoicos tuvieron la extraordinaria idea de que un hombre no tenía por qué ser únicamente ciudadano de su ciudad “polis”, sino ciudadano del cosmos, cosmopolita, ciudadano del universo, o según la traducción alemana “Weltburger”.

 ¿Será entonces que Xul Solar nunca alcanzó el vuelo que sus creaciones sí auguraban como catapulta? ¿O es que acaso du genialidad nunca fue del todo comprendida? Decir que Xul fracasó es absurdo. Como he dicho en este prólogo, los que fracasamos fuimos nosotros. No hemos sabido ser dignos de él (…) Me gustaría pensar que Xul está aquí. No me parece inverosímil; tan extraña es la muerte que nos resulta menos increíble creer en la vuelta de alguien, en su reencarnación. Sea lo que fuere, Xul está aquí, en sus obras. Xul vive en mi memoria; a veces, cuando creo haber inventado algo, me doy cuenta de que Xul está inventándolo a través de mí, o quizá a pesar de mí. Los invito ahora a olvidar lo que yo he dicho; los invito a que vivamos todos juntos, a que convivamos, o polivivamos, o panvivamos como diría Xul, en este mundo de sus visiones, de sus líneas, de la alegría, de la pureza y de la melodía de sus colores.

Así lo ha dicho el gran Jorge Luis Borges, a propósito del no menos grande Xul Solar. Poco menos de 50 años después, ¿acepta la invitación de estos titanes?

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