YPF, desde adentro

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Nacida en las entrañas del territorio argentino, la petrolera YPF fue un estandarte de la industria nacional. Historia de una hija pródiga.

Desde abajo o, mejor dicho, desde adentro…bien adentro de la tierra. Así comienza la historia de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), estandarte petrolero de nuestro país cuyo transcurrir se revela tan rico como el mismísimo suelo nacional.

Pozo abajo

Si la vieja y conocida expresión de “sacarle agua a las piedras” nos remite a difíciles misiones afrontadas con esfuerzo; no vaya a creer que sacar petróleo de las profundidades nacionales no ha sido una tarea menor. Los primeros pasos en esta búsqueda subterránea dieron sus frutos allá por 1907, año en que se descubren hidrocarburos en la chubutense ciudad de Comodoro Rivadavia. ¡Y no en vano fue tremendo hallazgo! Desde el gobierno nacional comenzaba, entonces, a gestarse una política petrolera que impulsara la actividad. Por lo que tres años más tarde, y bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, Comodoro se convierte en escenario de la Dirección General de Explotación de Petróleo. Pero sólo de ello no iría sólo el asunto: corría el año 1917 cuando, equipos de perforación mediante, el gas aparece en escena como un nuevo y exitoso hallazgo. Aunque no todo fue color de rosa de allí en más. La producción de los pozos resultó ser más baja de lo previsto; al tiempo que el chismorreo sobre ciertas turbiedades en la venta de petróleo terminó de embarrar la cancha. Así es como el primitivo organismo da origen a la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Sí, señores, la vieja y conocida YPF; fundada en 1922 bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen. De carácter Estatal e integración vertical, la petrolera YPF resultó ser, excluyendo a la gigante URSS, única en su condición a nivel mundial. Todo un orgullo nacional.

A lo largo y a lo ancho

YPF pone primera con el Coronel Enrique Mosconi a la cabeza; tomando, desde entonces, el control interno del mercado de combustibles. En otras palabras, se convierte en regulador de precios, fijándolos de acuerdo al andar de la economía nacional e independientemente de los productos extranjeros. A toda máquina, la petrolera bandera avanzaba hacia grandes metas. Tres años más tarde, la destilería construida en la ciudad de La Plata se alzaría como de la de mayor capacidad del mundo. Y en apenas otros cuatro, la sede central tendría su rimbombante inauguración sobre la avenida Paseo Colón al 900. Desde entonces, una verdadera constelación de pueblos satélite se desplegaba en torno a la estrella del petróleo nacional. Ante cada nuevo descubrimiento petrolero se promovían nuevos asentamientos de YPF, con el consecuente incremento de población. Nuevos trabajadores y sus respectivas familias daban vida a zonas hasta entonces inertes o poco habitadas. Así fue como comenzaron a construirse barrios obreros desde los que se abrían nuevos caminos. Se instalaron escuelas y todo cuanto fuera necesario para la dinámica de la digna vida diaria. Es que “el pueblo” no era una preocupación menor para YPF. A fin de cuentas, a él pertenecía. Al menos, así lo establecieron los “presi” involucrados: Mosconi e Yrigoyen otorgaron a la empresa el monopolio legal del petróleo durante el tiempo que durara su existencia como Sociedad del Estado. Palabras más, palabras menos, YPF gozaba de soberanía nacional.

Suelo fértil

Por si quedaban dudas de ello, los años venideros fueron puro crecimiento para YPF. Aplicando una política nacionalista, el presidente Juan Domingo Perón continúa alimentando a esta criaturita nacional. La producción petrolífera comienza a multiplicarse sin que nada detenga su marcha. Así, en los años 70, la misma registra una actividad 7 veces superior a la registrada en los años 40. Y lo propio ocurre con el gas, quien registra una producción 14 veces mayor. ¡Pavada de números! YPF parecía ser la gallina de los huevos de oro; o, al menos, aquella que empollara lo suficiente como para alimentar a sus polluelos. Dicho en otras palabras, la actividad de YPF alcanzó un nivel tal que fue capaz de auto abastecer al país por completo. Argentina ya no necesitó importar combustible; sino que las casi 16 millones de toneladas requeridas las obtenía de su propio suelo.

Con la oscuridad de los gobiernos dictatoriales también llegarían las sombras para YPF. La empresa pierde U$S6.000 millones a lo largo de los años ’80. Y ya en 1992 es protagonista de una de las tantas privatizaciones ocurridas en la década. YPF SA aparece, entonces en escena. Aunque sólo alcanzaría los siete años de vida. En 1999 la compañía española Repsol desembolsa $15.000 millones para hacerse acreedora de sus acciones. Esas que retornarían a manos nacionales en poco más de 10 años; o, al menos, la mayoría de ellas. Es que la ley de expropiación sancionada el 3 de mayo de 2012 permitió el traspaso del 51% de las acciones al Estado nacional. Recuperando así la soberanía sobre el producto del propio suelo argentino. Porque del suelo venimos, y al suelo vamos.

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