“Ningún argentino, ni ebrio ni dormido, debe atentar contra su patria”. Citando las palabras del gran Mariano Moreno -Secretario de la Primera Junta de Gobierno y parraquiano de nuestro ya viejo y conocido Café de Marco-, don Octavio González plantaba bandera desde la tinta y el papel. Más precisamente, desde la primera nota editorial que acompañara el lanzamiento de su periódico: Argentina Libre, aquel que viera la luz del amanecer nacional un 7 de Marzo de 1940; y que, desde entonces, alzaría su voz al clamor de la libertad.
Todas las voces, todas
Corrían los tempestuosos años de Guerra Mundial, y una Argentina sumida en las sombras del fraude electoral veía asomar las narices de una publicación que traería cola. Con tinte político y cultural, Argentina Libre daría batalla a pura convicción, demostrando una supervivencia a prueba de balas. Es que mientras del otro lado del océano había fuego cruzado, la munición gruesa de este periódico no era más que su propia clama: apoyo a los países aliados ante la amenaza nazi-fascista que avecinaba. Nacía entonces la llamada “prensa aliadófila”, aquella que abría el juego a una nueva y plural alianza, la de todos quienes procuraran el fin del fraude -facilitador del latente totalitarismo- en pos de la verdadera y democrática libertad. Así planteado el asunto, no tardaron en sumarse a las filas de aquella causa más de un político de alto rango. Desde los socialistas Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto hasta el conservador liberal Carlos Saavedra Lamas -primer Premio Nobel de la Paz latinoamericano-; sin olvidarnos del ex presi Marcelo Torcuato de Alvear (¡cómo habría de faltar!) y el también radical Arturo Frondizi. Todas las voces, todas, en un lindo abanico de tendencias políticas que vieron nutrir sus fundamentos con los de otro largo listado de intelectuales: el escritor y dramaturgo Luis Barletta -figura de la izquierda independiente argentina-, el poeta Raúl González Tuñón, el pensador Gregorio Bermann, el escritor Eduardo González Lanuza y unos cuantos más que también dijeron presente en las páginas de Argentina Libre. Allí donde no faltó lugar para la palabra extranjera; nada menos que la de dos futuros presidentes: el ecuatoriano José María Velasco Ibarra y el chileno Salvador Allende. Todo un lujito.
Chapeau
Claro que en medio de aquella “cruzada política”, el arte y la cultura no dejaban de tener su espacio. Desde la pluma de Baldomero Fernández Moreno hasta la de Manuel Mujica Lainez, la intelectualidad supo darse cita en columnas y secciones del Argentina Libre. Le digo más, unos tales Jorge Luis Borges y Roberto Arlt también se dieron el gustazo de colaborar. Al tiempo que unos cuantos intelectuales antifascistas de renombre internacional tampoco estuvieron exentos de convocatoria: el ideólogo español Julián Gorkin y el escritor francés Henri Barbusse -militantes del comunismo-; así como el poeta chileno Pablo Neruda y el novelista ecuatoriano Jorge Icaza compusieron, entre otros, un interesante crisol de voces y nacionalidades. Sin embargo, tan sólo una nación del mapamundi supo ser la niña mimada de nuestro periódico. Meca cultural indiscutida y cuna de instituciones democráticas -aquellas que identificaban a todos los miembros de la publicación-, Francia resultó ser un estandarte de la tan aclamada libertad. Por lo que su ocupación en manos del ejército alemán -junto con la de otros países neutrales al conflicto- fue un verdadero golpe al corazón. Salve Francia, de Ángel Battistesa, y Honor al heroico pueblo de Francia, de Mika Etchebehere, fueron algunos de los artículos que demostraron tal consternación. Y ello no fue todo: “Mientras la tierra está poblada por hombres, no por bestias feroces, bajo tu Arco de Triunfo habrá siempre una llama, aun cuando no respetasen tus enemigos la que allí arde en este instante”, supo manifestar Victoria Ocampo en su llamada Carta a Francia, publicada en la revista Sur y reproducida en el número 16 de Argentina Libre, el 20 de junio de 1940.
Golpe de timón
Lo cierto es que el desembarco de los Estados Unidos en el escenario bélico iría a cambiar la historia. El año 1941 daba sus últimas hurras y, en medio del calor de diciembre, Argentina Libre pedía “Solidaridad con Estados Unidos” desde su voz editorial. El manifiesto antifascismo moldeaba una tendencia pro-estadounidense, preponderando la política panamericana por sobre todo latino americanismo; la lucha aliada así lo demandaba. ¡Imagínese la euforia que las derrotas nazis desataban en cada línea del periódico! La victoria de los Aliados asomaba cada vez con más fuerza, al punto tal que, en marzo del ‘43, la pluma del gran escritor italiano Ettore Rossi afirmaría sin pudores que “Hitler no existe”. Sin embargo, mientras el triunfo comenzaba a palpitarse de la frontera para afuera; puertas adentro de la Argentina algo comenzaba a oler mal para nuestro periódico. El tan resistido fraude llegaba a su fin, sí…pero de la mano de un Golpe de Estado. Por lo que, aquel 4 de junio de 1943, la buena nueva duró para los demócratas lo que un suspiro: el nuevo y totalitario gobierno asomaba como un intento de “nazificación” nacional; y el antifascismo volvería entonces a recobrar fuerza en las cocinas de la “cocorita” publicación.
Chito boca
Ni lento ni perezoso, el gobierno militar no tardaría en prohibir las agrupaciones antifascistas. De modo que la voz del Argentina Libre se vio inevitablemente acallada. Su clausura se sucedió el 15 de julio de 1943 y, a pesar de un resurgimiento de apenas cinco ediciones en diciembre del año siguiente, la veda habría de continuar largo y tendido. Sin embargo, el 24 de agosto de 1944, la tan ansiada liberación de París marcaría un punto y aparte. El fuego de la resistencia francesa encendió, cual efecto contagio, la mecha de la resistencia argentina; aquella que alzaría su proclama desde las líneas de quien sería el sucesor de Argentina Libre. El 22 de Febrero de 1947 …Antinazi sale a la calle para continuar no sólo con la -más que nunca manifiesta- lucha anti nazi-fascista; sino para manifestar su clara oposición al presente gobierno de facto. ¿A qué se debieron los puntos suspensivos que antecedían al nuevo título? A la imposibilidad de utilizar la palabra “Argentina”, cuyo empleo le fuera prohibido. Claro que las voces artífices, y sus calientes plumas, seguían siendo las mismas. Aunque con menos espacio para el arte y la cultura y muchas más primeras planas para el candente momento político. Ya casi extinguido el enemigo fascista internacional, llegaba el turno del “fascismo criollo”; aquel que los demócratas encarnaran en la figura del coronel Juan Domingo Perón. “La patria no es Perón”, afirmaba Gallegos Moyano en su artículo de…Antinazi del 23 de Agosto de 1945. El asunto pasaba entonces por crear una nueva “Unión democrática”, aquella que supo tener amplia difusión y promoción en las páginas del recargado periódico. Sin embargo, el peronismo se alzaría con la victoria en las elecciones de febrero del ’46, y poca cuerda habría de quedarle a su mayor detractor. El 6 de junio del corriente año, días después de la asunción de Perón, la 67ª y última edición de …Antinazi saldría a la calle con una bombita que Leónidas Barletta no habría de guardarse en el tintero: “Si no son nazis, ¿porqué protegen a los nazis?”
¿Cuánto tiempo permanecerían calladas las voces de la histórica publicación? Poquito y nada. Una nueva versión de Argentina Libre reflota casi de inmediato a la desaparición de …Antinazi. Con su edición número 229 (a las 162 iniciales sumó las 67 ediciones de su sucesora), el 13 de Junio de 1946 el inoxidable e irreverente periódico vuelve a ver la luz; aunque con una nueva leyenda como subtítulo: “6 veces clausurada por el gobierno de Castillo y 2 veces por la dictadura”. Sin embargo, no habría ocho sin nueve. Firme y crudamente antiperonista, el regreso de Argentina Libre tuvo un final anunciado. Luego de que Luis Koiffman, su director, fuera deportado, la mítica publicación dijo adiós para siempre. El 9 de Octubre de 1947, con la edición número 297, la despedida fue un hecho. ¿O no tanto? A fin de cuentas, el pulso de sus escritores aún sigue vivo. Sus pensamientos e ideas, estampados en papel, jamás dejarán de latir en la memoria nacional. Aquella que lo invita a nuestra pulpería para darle una buena refrescada. ¿Cómo? Ojeando casi todos los ejemplares de Argentina Libre y …Antinazi que, a puro orgullo, conservamos y compartimos con usted. Porque a las palabras NO se las lleva el viento.