Puerto San Julián, primereando la Patagonia

FOTOTECA

Pionero en materia de grandes historias sobre suelo patagónico, Puerto san Julián se erige en Santa Cruz con la humildad de los grandes.

Las aguas de Puerto San Julián sí que han sabido bañar de historia las playas de su despojada costa. Una oscura fusión de misterio y tragedia contrasta con la destellante riqueza natural que ofrece el lugar. Ese en el que el hombre blanco estuvo, por primera vez, cara a acara con los nativos del actual suelo argentino. Y ya nada sería igual: historias de gigantes y muertes dignas de antología se sucedieron para que los ojos del mundo gestaran el mito de la Patagonia. ¿Cómo resistirse a este viaje? Sin más preámbulos, allí vamos.

Quemando las naves

Todo comenzó en marzo de 1520. Para ser más exactos, el domingo de Ramos en que el navegante Fernando de Magallanes –tras siete meses de peripecia transoceánica con las cinco naos que componían su armada- ordena oficiar misa en el actual territorio de San Julián (sí, la primera en suelo argentino). Sin embargo, muchos marinos se negaron a ir; agudizando así el conflicto que expedicionario tenía con buena parte de la tripulación. La revuelta estaba al caer, y cayó. La noche previa a la misa, Magallanes logró dominar la sublevación de tres de las cinco naos, empezando por la Victoria. ¿Cómo? El mandamás de la expedición le envía una supuesta carta de rendición al capitán de dicha embarcación: Luis de Mendoza, quien fue apuñalado por el mensajero mientras la leía. Acabado el motín, Magallanes condena a muerte a 40 hombres. ¡Demasiados para sostener tan cruda expedición por la Patagonia! Por lo que sólo ejecutó a uno y desterró a otros dos. ¿Quién fue el ajusticiado? Nada menos que el capitán Quesada, al mando de otra de las naves que protagonizara la rebelión: la San Antonio. Así, Mendoza y Quesada fueron los dos primeros hombres blancos ejecutados -y descuartizados- en territorio nacional. Y en él permanecerían. Más precisamente, en el “Banco de Justicia”: una pequeña isla ubicada en la rada interior de la bahía.

Mucho gusto

Claro que aún faltaba mucho para aquel noviembre en el que Magallanes pudiera confirmar que era posible dar la vuelta al mundo. Quedaba por delante un hostil invierno capaz de mutar sus planes: el gran navegante permanecería durante cinco meses en el sitio que él mismo bautizara como San Julián. Allí donde mandó a construir una casa de piedra, varias chozas y una herrería; dando lugar al primer asentamiento efectuado por el hombre blanco en territorio argentino. Lo que nunca hubiera imaginado es que su armada no estaría sola en tal invernal estadía: el mes de junio trajo consigo el inesperado encuentro con los nativos del lugar, los Tehuelches. ¿O Patagones? Así fueron llamados por Magallanes en alusión a sus enormes pies. Aunque según Pigafetta, el italiano cronista de la expedición, las grandes dimensiones no se reducían sólo a los miembros inferiores: “Ese hombre eran tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura”. Así nacía la leyenda del gigantismo en la Patagonia, nombre asignado por el propio Pigafetta al territorio habitado por aquellas inconcebibles enormidades humanas. De hecho, algunas versiones afirman que la expresión “Patagón” no deriva de los tehuelches; sino de la obra literaria Las Aventuras del Caballero Primaléon, en la que el protagonista se enfrentaba a un ser de fuerza sobrehumana llamado “Gran Patagón”. Sin embargo, Magallanes y su armada no se achicaron ante tales dimensiones.

Abran mapa

Anticipando los futuros tiempos de conquista, Magallanes capturó a dos tehuelches para llevarlos como obsequio al Rey de España; aunque éstos murieron a bordo tras negarse a comer. En el intento de capturar también a algunas mujeres nativas, un tripulante fallece de un flechazo y protagoniza el primer derramamiento de sangre en lo que sería una historia de largos enfrentamientos entre dos mundos. Esos que consolidaban en un mismo mapa: la epopeya protagonizada por Magallanes instalaría definitivamente a Puerto San Julián en la cartografía universal ¡Si hasta figuró el topónimo Patagonum! Y a instancias de la cantidad de miradas apuntadas a la zona, Carlos III decide aplicar en ella su política colonizadora: en 1780 funda la Nueva Colonia Floridablanca: incipiente población que contó con la colaboración de los Tehuelches para su gestación; y donde nació Vicenta, la primera mujer blanca de la Patagonia. Sin embargo, la imposibilidad de que la colonia pudiera sustentarse por sus propios medios hizo que el Virrey Vértiz ordenara su levantamiento.

Con nombre propio

¿Cuándo nace la ciudad de Puerto San Julián propiamente dicha? En 1901, siendo declarada lugar histórico 42 años después. ¿Acaso no sobran los motivos? Tantos como los hay para visitarla: guanacos, pingüino y cormoranes son ejemplares protagonistas de una biodiversidad única; esa que ha motivado la creación de la Reserva Natural Península de San Julián: alrededor de 10 mil hectáreas que protegen pura naturaleza. Aunque la huella del hombre también encuentra su refugio aquí. Un total de 87 cavernas y aleros, resultantes de procesos geológicos, resguardan expresiones rupestres de 13.600 años de antigüedad. Toda una reliquia cultural expresada en la abstracción y simbología de sus multicolores pinturas. Es que el pasado no deja de decir presente en Puerto San Julián, allí donde la memoria no claudica; sino que revela los increíbles relatos de un gigante. ¿El Patagón? No, ese Puerto que, silbando bajito, supo escribir historia a lo grande.