Casa mayor. Así, como suena, sin “z”. Hogar de los hogares. Esa que siempre tiene sitio para todos, y que todo nos lo brinda todo a cambio de la justa conciencia con la que preservar su esencia. La Tierra es nuestro máximo refugio, nuestra propia fuente de vida. ¿No merece, acaso, 24hs de digno reconocimiento? Claro que sí. El 22 de abril se alza en el calendario como el Día Internacional de la Madre Tierra. Aunque no sólo de reconocer sus bondades con nuestra subsistencia va el asunto; sino de concientizarnos sobre la responsabilidad que nos compete con ella: equilibrio y sustentabilidad de recursos de cara al presente; pero con vistas al futuro.
El puntapié
¿Quién sembró la semilla de este concienzudo llamado? Podemos decir que su nacimiento nos lleva hacia el 22 de abril de 1970, año en que Estados Unidos izó la bandera del ambientalismo. ¡Y de qué manera lo hizo! Alrededor de 20 millones de personas coparon los espacios públicos para alzar su voz en nombre de la Gran Madre. Y su incisión en la esfera política dejó boquiabierto a más de uno. Es que, ideologías y tendencias aparte, la unión hizo la fuerza: nació así la Agencia de Protección al Medio Ambiente. Y con ella, la aprobación de una seguidilla de leyes en pos de la pureza del aire y el agua; así como de la conservación de especies en riesgo de extinción. ¡Si que valió la pena tamaña movida! Tanto así que, desde entonces, dicha fecha resulta un alto en los calendarios mundiales. Aquel que abre la puerta a toda reflexión y movilización que invoque una Tierra más noble.
¡Alerta!
Claro que, con vistas a una eficaz medida de preservación, bien vale conocer de qué manera el ser humano atenta contra la integridad de la Tierra. Y, en este sentido, la contaminación es quien lleva la batuta: plaguicidas y desechos tóxicos alteran suelos y ríos; al tiempo que la lluvia ácida causada por los gases industriales también hace lo propio. ¿Y si nos damos una vuelta por las alturas? El aire nos escapa al sufrimiento causado por tales emanaciones, ni por el smog que arrojan los millones de vehículos presentes en el mundo; lo que concluye en una reducción de la capa de ozono. Problemática acentuada por la deforestación. ¿Y si seguimos hilando los eslabones de la cadena? Todo lo hasta aquí mencionado contribuye al agotamiento de recursos y a la desertificación de buena parte del planeta. Con la consecuente extinción de especies y una avanzada amenaza sobre las aún existentes.
La suma de las partes
La pegunta es… ¿hay algo por hacer? Por supuesto que sí. A fin de cuentas, el Día Internacional de la Madre Tierra es una proclamación a la que, cual flautista de Hamelin, la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a encaravanarse. Desde organismos internacionales y regionales, hasta organizaciones no gubernamentales y la propia sociedad civil. Todos pueden abrir juego a la participación. ¡Y usted también! La campaña Ciudades Verdes ha ido ganando terreno en diversas metrópolis mundiales, incluyendo Buenos Aires. Y de cada ciudadano depende su éxito: nuestro comportamiento con el medio ambiente, el respeto por las normativas de carácter ecológico y una participación consiente y activa parecen ser el quid de la cuestión. El esfuerzo es mínimo y el resultado es grande. Se trata, nada menos, que de salvaguardar la Tierra que nos pertenece; aquella a la que pertenecemos. Porque, como se dice, Madre hay una sola. Y vaya si así es.