Dicen que la música no reconoce fronteras, y vaya si de eso sabe nuestro querido y porteño tango. Aquel que ha nacido a puro rejunte de culturas, melodías y -sobre todo- sentimientos. De difícil anclaje en suelo nacional, debió volver a cruzar el océano que atravesaran los inmigrantes responsables de su creación para plantarse sin vergüenzas en la escena musical argentina. Aunque, esta vez, los inmensas naves a vapor en la que se amontonaran italianos, españoles, alemanes y polacos -por sólo nombrar algunos- no fueron el vehículo elegido. Poblada de sangre joven y sus enormes ansias por “conquistar” el mundo, sería la honorable Fragata Sarmiento quien se adueñara de tamaña misión.
Destino alta mar
Proveniente de Inglaterra, como todo botón que ostentara la Argentina progresista de finales del siglo XIX, el Buque Escuela de la Armada Nacional arribó al país en el año 1898. Y no hubo mejor idea que bautizarlo con el nombre de quien fundara la Escuela Naval Argentina, allá por 1872: Presidente Sarmiento. Así, con nombre propio y cientos de cadetes listos para zarpar hacia nuevas orillas, la fragata se lanzó a los mares del mundo para emprender sus anuales viajes de instrucción. Aunque aquí le cuento, parroquiano amigo, que uno de ellos vendría con una linda yapita. Fue en el año 1906 cuando una especial encomienda se coló en la bodega. ¿De qué se trató? Sin hacer mucho bulto ni tener mayores pretensiones que atravesar la frontera nacional, 500 partituras de tango fueron parte del equipaje que acompañaría a la travesía transoceánica.
Cruzando el charco
Y mientras tanto… ¿Qué ocurría en el viejo continente? La ciudad luz rendía gran homenaje a su apodo de turno y se alzaba como faro cultural del mundo. Poetas, músicos y escritores de diferentes latitudes hacían fila para ingresar a una París que los recibía con los brazos abiertos y un voraz apetito de novedades. Claro que los parisinos no fueron los únicos en deleitarse con el talento de aquella troupe artística. ¡Imagínese la barbaridad que era para la aristocracia argentina que sus hijos crecieran en la arrabalera Buenos Aires! Así fue como los ricachones jóvenes de la sociedad porteña partieron a la capital francesa para completar sus estudios y, de paso cañazo, apartarse de los tentadores suburbios urbanos y su prostibularia música. Sólo que, como versa el refrán, todos los caminos conducen a Roma. O, mejor dicho, a París. Allí donde el descocado y promiscuo tango haría de las suyas.
Desembarco triunfal
Ahora bien, regresemos a bordo de la Fragata Sarmiento. ¿Ya se encuentra algo cansado, paisano? Tranquilo, en el puerto de Marsella nos aguarda una escala; allí donde también anclarían los cortes y quebradas del 2X4 hecho papel. Así es, las mentadas partituras desembarcaban en suelo francés para encender una mecha cuyo estallido final sería la mismísima ciudad luz. ¿De qué iba aquella seductora combinación de notas? Argentina había tirado la piedra de su más porteña expresión musical; pero de ninguna manera escondió la mano. Al año siguiente, en 1907, los primeros embajadores del tango llegaban a París, y lo hacían por la puerta grande. ¡Y así de grande fue la movida gestada en Buenos Aires! Es que no había que andarse con chiquitas si de conquistar a la meca cultural del mundo se trataba. Más aún, sabiendo que el desembarco de las partituras ya había iniciado un buen trabajito de seducción.
Persevera y triunfarás
¿Quiénes se sumaron a esta travesía musical? Nada menos que las distinguidísimas tiendas Harrod’s y Gat & Chaves de Buenos Aires, quienes tomaron la posta de la organización e invitaron a Ángel Villoldo, Casimiro Aín y Alfredo Gobbi -junto a su esposa Flora Rodríguez- a subirse al tren de la conquista. ¡Y no nos olvidemos de El Vasquito! Gran bailarín que haría desparramos en la pista de baile. Es que la estrechez de los cuerpos y la sensualidad de la danza serían un flechazo directo al corazón de París. Ese que otorgó al tango la bandera del triunfo. Así, a pura voz y danza, y con la colaboración de los jóvenes argentinos allí presentes -a quienes, esta vez, el 2X4 no les era prohibido-, la música del arrabal no sólo fue revolución en Europa; sino que allí, bien lejos, del otro lado del océano, donde las tendencias se imponían sin discusión, obtuvo su carta de ciudadanía. Paradoja de una ciudad que crecía mirándose en espejos ajenos y que necesitó de una aprobación foránea para levantarle al pulgar a su más intrínseca expresión musical.
Ya lo decía Eladia Blázquez en su tema “A pesar de todo”: A pesar de todo, la vida que es dura, /también es milagro, también aventura. / A pesar de todo irás adelante. / ¡La fe en el camino será tu constante! Y vaya si así lo fue para nuestro viejo y querido tango.