Un inmaculado vinilo que aún suena -y cómo suena-, aquella colección de botellas cuyo contenido ha conocido la extinción hace añares, algún chueco soldadito, o ese aún desafiante balero. ¡Los viejos y queridos juegos de mesa! Amos y señores de la diversión en grupo, cuando las pantallas de cristal líquido aún no asomaban cual amenazante reemplazo. Banderines, autitos, estampillas, revistas de historietas, cassettes y todo cuanto usted haya atrincherado a cubierto del paso del paso del tiempo, de la modernidad . ¿Dónde? En algún desván, en el baúl de sus recuerdos predilectos o en aquellos recónditos sitios de Buenos Aires en los que más de un empecinado nostálgico ha encontrado amparo para su cruzada: salvaguardar el recuerdo del olvido. ¿Se suma a nuestras filas? Si aún no se dio una vuelta por Defensa 1344, sepa que en la Pulpería Quilapán adherimos a tal noble causa.
La maquinaria del recuerdo
No se trata, apenas, de rememorar historias épicas, no, no. El asunto pasa por remontarnos a viejas cotidianeidades, a la tantas veces añorada niñez, a la ya pasada juventud… La suya, la mía, la nuestra. ¿Cultura popular, que le dicen? Hacer de nuestro acervo identitario y cotidiano un museo en que salvaguardar su memoria, más sin vitrinas a la vista, ni obras valuadas en tantísimo dinero como parte de su patrimonio. El mayor valor al que nuestras “joyas” aspiran es a esa sonrisa de asombro o alegría, y a ese otro lagrimón de nostalgia, también. Pase y vea, pase y sienta, pase y reviva, esa es la consigna. ¿Qué cual es el leitmotiv? Tal vez el mismo por el que a usted le dan ganas de asomar sus narices -y más- a la casona Quilapán; así como a otros tantos sitios que no le temen a tamaño desafío. El ayer tira, ablanda. Resuena un tanguito de fondo y el oído agudiza su sentido; mientras que algún anticuado aparatejo capta la vista de hasta quienes parecen ya de nada asombrarse. ¿Y esos afiches publicitarios? Concebidos en tiempos remotos, obligan al desafío de la memoria. ¡Ahhh, la maquinaria del recuerdo! Cuantas gratas sensaciones nos trae… ¿Sera por qué, como dicen, todo tiempo pasado fue mejor? Sin pretensión alguna de comparaciones, la verdad verdadera es que, más que una invitación al ayer sin más; lo nuestro es proponerle una vuelta a las fuentes.
Mi recuerdo, tu recuerdo…
Una mirada hacia adentro, a la propia esencia. ¿Por qué no? ¿Cuántas historias, acaso, se esconden detrás de una misma canción? ¿Y de un mismo juguete? Cada cual tendrá la suya para contar. Y entre las cuatro paredes de Quilpán, todas están invitadas a encontrar su eco, la musa inspiradora que las despierte del sueño de la desmemoria. ¿En qué cree, acaso, que nos hemos inspirado por estos lares? En la gracia de la memoria colectiva y la suma de sus individualidades, con cuanto vestigio haya quedado de ella. ¡Si el sapo y el metegol hablaran! ¿De cuántas charlas y chismorreos habrá sido testigo nuestro aljibe? ¿En la mesa de quién se habrá posado ese viejo sifón? ¿Y aquel otro? ¿Cuántas curdas habrá sido capaz de suscitar esa hoy reseca botella de ginebra? Pues, aunque pueda parecerlo, nada aquí yace vacío; ni fuera de funcionamiento. ¿Acaso las vitrolas o antiguas cámaras fotográficas precisan entrar en acción para demostrar su vigencia? Todo cobra vida en el recuerdo, en la memoria íntima, personal de cada uno; esa que resucita hasta el más obsoleto de los objetos.
Así es la cosa, amigo. Con un poquito de acá y de allá; con un puñado de recuerdos suyos, de ese otro parroquiano y de aquel otro más; con tanto de todos y de nadie en especial, concebimos algo único. Y bien vale la contradicción. Pues todo cuanto ha sido parte de nuestro mundo cotidiano, de nuestra historia corriente es, acaso, presa fácil de extinción. Bienvenidos los que, a su manera, así como nosotros a la nuestra, plantan batalla al depredador olvido. Y bienvenidos aquellos otros que, con su sola presencia y gratitud, nos levantan el pulgar.