Alejandro Bustillo, un hombre de Academia

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Cultor del academicismo francés, el argentino Alejandro Bustillo engalanó el suelo nacional con su arquitectura de Beaux Arts.

A buena hora entendió que, más que la pintura, lo suyo eran las obras mayores, de esas que requieren ladrillos por sobre acuarelas. No sería pintor, no. Alejandro Bustillo acabaría siendo arquitecto…y qué arquitecto. Inmejorable decisión la suya, habida cuenta de que mantener diez hijos no es moco de pavo; y que cumplir con honores las demandas edilicias de la Belle Époque porteña, tampoco. ¡Que habría sido de la cosmopolita Buenos Aires sin el academicismo de Bustillo! Y eso que la Patagonia y el litoral también han gozado de su buena mano. Sí, porque la obra de Don Alejandro no tuvo límites geográficos, ni techo capaz de detener tanta maestría.

Beaux Arts, en tu grato nombre

Alejandro Bustillo asomó al mundo en 1889, y, desde entonces, el buen vivir sería asunto inherente a su existir: modales propios de una familia aristocrática, buena educación y refinado gusto. Lo suyo era el academicismo francés, estilo del que se hizo devoto bajo la influencia de menudos maestros: Eduardo Le Monnier, René Karman y el gran Alejandro Christophersen -“el” hombre academicista del momento, ferviente partidario de que los grandes estilos eran menester de las ciudades; y la rusticidad, propiedad exclusiva del campo-. Así la historia, la École des Beaux Arts parisina parecía ser la madre de todos los conocimientos. Por lo que, más allá de las casas de campo y cascos de estancia construidos durante sus primeros años como arquitecto (incluida “La Primavera”, estancia familiar situada en la Provincia de Neuquén), no fue hasta su prolongada estadía en el viejo continente que Bustillo acabó por reafirmar sus inclinaciones y definir su perfil estético. Precisamente, aquel que la poderosa raza nacional andaba sondeando en suelo europeo. ¿Acaso Buenos Aires no aspiraba a ser París? Contacto va, contacto viene, apretón de manos y negocio hecho: siguiendo la mirada de Christophersen, Bustillo comenzó a proyectar grandes residencias urbanas y rurales para las más altas esferas de la sociedad argentina. Petits hoteles y casas de renta fueron de la partida en suelo porteño, allí donde el academicismo francés de Bustillo fue por demás bien recibido. Cómo no…

El inventario de Bustillo

Y mire si la recepción habrá sido buena que, de los Petits hoteles, Bustillo pasó a construir flor de hoteles -y no precisamente en la gran ciudad-. ¿De quienes hablamos? Del emblemático LLao LLao de San Carlos de Bariloche; y del Hotel y Casino Provincial de Mar del Plata. Le digo más, en el caso del LLao Llao (inaugurado en 1938), bien vale aclarar que vino con yapa, pues no fue el único legado de Bustillo en la localidad rionegrina: allí también proyectó la hostería Isla Victoria, la residencia El Messidor (inspirada en un castillo francés) y el propio Centro Cívico de la ciudad.
En sintonía con la iluminada Francia, en sus intenciones de reafirmar sus votos como la Biarritz argentina, Mar del Plata también acude a los servicios de Bustillo. Allá por 1946, las autoridades de la ciudad balnearia le encargan a Don Alejandro la construcción del mentado Hotel Provincial, el Casino central adyacente y el diseño de la nueva Rambla. Pavada de obra que demoró alrededor de diez años, pero con resultados que hicieron merecedora toda espera.
Aunque la perlita mayor de Bustillo, “el punto de partida del estilo nacional”, así sentenciado por él mismo, no podía estar sino en la parisina Buenos Aires: la Casa Central del Banco Nación. Nada menos que 100.000 metros cuadrados, inaugurados a pura monumentalidad en 1944. Soberbio edificio, de fachada maciza e inmenso pórtico de entrada, poseedor de una vidriada cúpula de 50 metros de diámetro y un espacio interior resuelto en torno a una gran rotonda, sin columna alguna. Revestimientos de mármol y pisos de granitos también contribuyeron a darle la razón a Bustillo. Sí, todo aquel esplendor bien se condecía con el modelo de país progresista que regía por entonces. Chapeau

La remodelación de la ex Casa de Bombas de Recoleta -a fines de convertirla en el Museo Nacional de Bellas Artes- es otro de los reconocidos mojones de Bustillo en la ciudad. Sin olvidarnos de la casa de Victoria Ocampo, situada en el barrio de Palermo, sobre la calle Elizalde. ¡Si no faltó quien se la adjudicara a Le Corbusier! Nada menos que la primera “casa moderna” de Buenos Aires, ¿podía ser, acaso, obra del “beauxartiano” Bustillo? En fin, esa ya es otra historia sobre la que le contaremos largo y tendido. Pero bien vale la referencia, pues devela un dato no menor. Con el correr de los años, Bustillo comenzó simplificar su estilo, sus recursos. Logró aggionarse al paso del tiempo y sus tendencias, a la cambiante realidad de un país que no dejó de requerir su sintonía. Menudo desafío del que sólo salen airosos los grandes. Y Alejandro Bustillo, sin dudas, fue uno de ellos.