Ernesto Aníbal Gauna, gritó la partera el 29 de noviembre de 1950. Sin embargo, el destino y la música le darían otro bautizo: Pocho La Pantera. O simplemente, Pocho. Claro que mucho antes de que la cumbia y el “hijo de cuca” llegaran a su vida, en la Córdoba que adoptó como propia, tras partir de sus natales pagos de Buenos Aires, Pocho supo ser Ernestito. El pibe de barrio, de infancia agridulce, de ineludible amor por la música.
Todos los caminos…
Ni modo de que Pocho no llevara la música en su ser: “ya a los cuatro o cinco años mi viejo me hacía cantar en las fiestas del colegio. No tuve tiempo de pensar, aprendí porque mi viejo me enseñó a tocar la guitarra”. Y flor de musas ha tenido, pues por su casa andaban sin más unos tales Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú. La mismísima Margarita Palacios… Sí, sí. El folklore formó parte de la vida de Pocho desde gurrumín. Y sus más estelares protagonistas, también. Pues a la afición musical paterna se sumaba el empleo de su madre: actriz de comedia y locutora en Radio Nacional. De allí que cada artista que pasaba por la radio terminara en lo de los Gauna, a pura guitarreada, vino y empanadas mediante. Unas peñas de aquellas. Claro que la sed de música que tenía Pocho no se saciaba tan simplemente con actos escolares o veladas de entrecasa. A los 16 años, y a escondidas de su padre, comenzó a cantar en el cabaret “Life”. Pero la mentira tuvo patas cortas, y acabó por ser descubierto: “hasta que un día me ‘cachó’ mi viejo y yo le confesé que quería ser artista de verdad. El me entendió y me dijo que me bancaba unos meses en Buenos Aires y que después todo dependía de mí”. Como se dice, Pocho tenía que hacer camino al andar. Y no dudó en tomar sus petates para comenzar a recorrerlo.
Pocho El Camaleón
Pero… ¿por qué senda? Pocho era un todo terreno, sí señores: “siempre fui un innovador, un punta de lanza, un transgresor. Canté tangos, zambas, folclore, hice rocanrol…” Y fue un camino de ida…Pues, el rock ha sido su gran amor musical. ¡Cómo no evocar su inconfundible estilo! Al mejor estilo Elvis Presley, Pocho se despachó con un buen repertorio rocanrolero. Y sus buenos amigos, también: Charly García, Pedro Aznar, Fito Páez. Todo un lujito. Pero la realidad es cruda, y por más patillas y ropas de cuero que luciera, la cumbia fue quien “me ha dado de comer”. ¡Qué pegada la del “hijo de cuca”! El máximo hit de Pocho La Pantera, aquel que lo consagraría en el ámbito cumbiero, allá por 1990. Calavera no chilla, como dicen por ahí. Y nuestro protagonista entendió muy bien las reglas del juego. Así fue como la “bailanta” mantuvo en lo más alto su carrera musical.
Gracias Dios
Cuatro años más tarde, en 1994, la religión colmó su vida. Volcado al evangelismo, las drogas pasaron a ser historia. Tal fue su adhesión a esta nueva religión que hasta marchó a Australia a estudiar teología y todo. ¿Qué tal? Le digo más, su boda con Viviana -alias “La Griega”- fue oficiada por el Pastor Giménez, uno de los más famosos pastores evangélicos argentinos. Revistas, diarios y televisión se hicieron eco de aquella ceremonia; aunque las cámaras seguirían presentes en la vida de Pocho: su participación en tiras de ficción mantenían viva su imagen y popularidad ya bien ganada. Pues, al decir del propio artista, la cumbia no era un mundo fácil a la hora de la madurez: “ya no estoy para estos trotes”, confesaba allá por el año 2012.
Sin embargo, y aunque con poco hilo en el carretel, a pocho le quedaba una vuelta más. El lanzamiento del single “El Paso de la Fiesta”, en julio de 2016. Una despedida a lo grande para quien partió de este mundo apenas cuatro meses después: el 01 de noviembre de 2016. Y no podía ser de otra manera. A fin de cuentas, las fiestas pasan, sí, y el inolvidable Pocho La Pantera sigue sonando.