En la ecléctica Buenos Aires hay mojones que destellan con luz propia; pero también los hay de esos otros que invitan a ser descubiertos no sin lupa mediante, que obligan a una mayor agudeza y apertura de sentidos. Sobre la españolísima Avenida de Mayo, el hotel Chile es uno de ellos, uno de los que yergue haciendo honor al segundo grupo, asomando con su centenaria vida a cuestas; más sin luminarias que refracten a los cuatro vientos su pocas veces contada historia, su solapada fama. Sólo que, lejos de reducirse al brillo de gloriosos tiempos pasados, el hotel Chile es hoy un digno sobreviviente. Sí, de esos que viven para contarlo y cuentan para seguir viviendo.
A la vanguardia
Vivir en la memoria de una Buenos Aires dorada, vivir en el presente y con todos los honores. Grata convivencia de propósitos de la que bien puede jactarse el hotel Chile. Proyectado en 1904, construido en 1905 e inaugurado en 1906, el para entonces llamado hotel Lutecia fue una de las ejemplares criaturas de Art Nouveau que se posaran sobre la Avenida de Mayo. Poco faltaba ya para los rimbombantes festejos por el centenario de la Revolución de Mayo, y una Buenos Aires que posaba su mirada en Europa no podía más que importar el último grito en materia arquitectónico: adiós clasicismo; hola vanguardia. Bienvenidas eran las curvas, volutas y formas redondeadas. Todas cuantas supieron caber en la fachada del Lutecia, del posterior hotel Nacional y del sucesivo Chile Hotel Romanelli, así llamado en honor a su nuevo propietario: el empresario hotelero Domingo Romanelli, quien adquirió el edificio en 1938. Para entonces, lejos había quedado el sueño de una avenida repleta de residencias palaciegas. Los edificios de renta para departamentos y oficinas (como el caso del viejo y conocido Palacio Barolo) eran la pegada del momento, y el efecto no tardó en llegar al rubro de la hostelería.
Luces y sombras
Así la historia, el hotel Chile era uno de los tantos hoteles que supieron posarse sobre la ya resignada Avenida de Mayo; pero no fue uno más. Nacido del genio del arquitecto francés Luis Dubois, se alzó cual dilecto ejemplar del estilo del momento, el mentado Art Nouveau. Hasta resistió la sombra que la propiciaran las aspas de la confitería El Molino, con su flamante inauguración en 1917, y continuó firme en su impronta, ante los ojos de quienes pasaran frente a él. Sin embargo, el hotel Chile se las vería realmente negras allá por 1988, cuando un incendio devoró la mansarda de su quinto piso y su bellísima cúpula. La fachada la sacó algo más barata; pero el fuego no le fue gratis: grandes piezas de mampostería acabaron desprendiéndose y desplomándose en la calle.
Volver a vivir
Dicen que no está muerto quien pelea, y el hotel Chile supo dar batalla para sobrevivir: tras el terrible incendio llegó el tiempo de la restauración. A tono con el original edificio, sí; más dejando algunas singularidades en el camino. La francesa mansarda fue reemplazada por chapa acanalada, y la célebre cúpula que remataba el edificio brilló por su ausencia, pues no fue recuperada ni replicada. Claro que las curvas, las volutas, los arcos y demás redondeces seguirían diciendo presente, pues su magnífico Art Nouveau no podría borrarse de un plumazo. Aunque con menos ornamentación, el hotel Chile seguiría siendo uno de sus más fieles exponentes de tal estilo. Por más que la magnificencia de otros tantos edificios, la prisa de los transeúntes, y la espesura del tránsito vehicular a más de uno encuentren desprevenido.
¿Acaso es usted uno de ellos? Ahora ya lo sabe: Avenida de Mayo 1297, esquina Santiago del Estero. Una cita con la historia y la arquitectura porteña allí lo esperan. Una simple mirada hacia arriba, hacia las alturas de este edificio y su silueta, es lo que apenas cuesta descubrirlo. Más de 100 años después, el hotel Chile vive. Y, esta vez, nosotros se lo contamos.