Dicen que el que busca, encuentra. Aunque cierto es que los hallazgos suelen ser más sorprendentes aun cuando se suceden sin quererlo, tal como ha ocurrido en el solar de Moreno 550. Platos, botellas, azulejos y demás utensillos de una cotidianeidad de antaño salieron a la luz durante una demolición que no solo cambiaría los planes; sino los planos. Adiós a un modernoso plan edilicio, grata bienvenida a las vitrinas del ayer, al museístico proyecto que albergará los hallazgos de la que fuera la residencia de don Juan Manuel de Rosas. Nunca tan bien dicho, que viva la restauración. Aunque sin mayúscula alguna.
Todo queda en familia
Todo comenzó en diciembre de 2017, cuando durante la excavación de los terrenos de la calle Moreno 550 se dio con una de las cisternas más grandes de la ciudad: siete metros de diámetro por siete de profundidad. Un lujito de aquellos para un siglo XIX que andaba promediando su transcurso. ¿Recuerda cuando le contamos que los aljibes eran cosa de pocos? Imagine pues, con tamaña cisterna, el rango de sus propietarios. Sin misterios ni rodeos, se trató nada menos que de la familia Ezcurra. ¿Acaso los futuros suegros del Restaurador podían aspirar a menos? Por lo que tampoco su hija, Encarnación, quien ya casada con don Manuel habitó la antigua residencia de sus padres, e incluso crió allí a sus dos hijos: Juan y Manuelita. Claro que la política también se hizo presente en aquella casi media manzana (el terreno llegaba casi hasta la esquina de Moreno y Bolívar), por lo que la casa también ofició de sede de gobierno. Así lo fue, incluso, ya consumada la caída de Rosas, tras la batalla de Caseros, en 1852. En tanto la propiedad se mantuvo como residencia del Gobernador para ser designada, luego, y hasta 1901, como sede del Correo.
De lujo
Dicen que el que busca encuentra. Y el caso fue que la constructora a cargo del terreno vaya si dio con su buena joya: una cisterna que no solo no estaba en los planes; sino que fue de difícil reconocimiento al comienzo. En lo que solo parecían cimientos, se camuflaba la cisterna más antigua –se calcula originaria de 1850– y mejor conservada de Buenos Aires –hecha de ladrillo y revocada con cal– se convirtió en toda una revelación, aquella cuyo minucioso inventario de hallazgos contribuyeron a rescatar su valor histórico y cultural ¿Y de qué fue el inventario? Cepillos de huesos, botellas, frascos de remedios y perfumeros importados –uno de ellos, de la aún existente casa de perfumes DIssey et Piver, fundada en París allá por 1774–, además de piezas originarias de China y lozas inglesas, compusieron el crisol de reliquias. Y si… a juzgar por los dueños de casa, no podía esperarse nada menos pretencioso. Le digo más, merecedora de un capítulo aparte resultó la vajilla: importada de Europa, y apellido obliga, era casi toda rosada. Y para colmo de alegorías, no faltaron los ejemplares que rezaban “Restauración o muerte” y “Viva la Federación”. Más clarito, échele agua.
Viejo conocido
¿Y por casa, cómo andamos? Si el solar de Moreno 550 conservaba la cisterna más antigua de la ciudad, lo propio hace calle Defensa 1344 con su casona. ¡Sí, señores: los lares de a pulpería Quilapán! Y como historia manda, con aljibe y todo. Y aunque sin las magnitudes que el de los pagos de los Ezcurra, lo cierto es que el nuestro tiene su buena historia, también de vicisitudes. Las primeras señas de su existencia aparecieron en un plano de Aysa (tras la epidemia de fiebre amarilla de 1871, los aljibes fueron tapados e incluso prohibidos nueve años después). De modo que aquellas coordenadas fueron la inequívoca guía para la excavación que daría con él. Relleno de basura del siglo XVIII, también conservaba tierra a montones, aquella que, al tamizarla, nos entregó sus reliquias ocultas: vajilla de loza, cerámicas inglesas, botellas de ginebra, boquillas de tabaco importadas de Francia, anillos de bronce, azulejos, huesos de animales y demás etcéteras que puede descubrir con sus propios ojos en el museo pulpero. Claro, el solar de Moreno 550 también tendrá el propio, pues así lo sentencian los planes a futuro.
La empresa a cargo de la excavación y construcción en Moreno 550 procura concebir en el atrio del inminente edificio un Museo de Sitio en el que exhibir los hallazgos a todo público. ¿Para cuándo la apuesta? El tiempo es tirano. A contrarreloj, el patrimonio pide el relucir que por sola memoria merece. Historia obliga, un destino color de Rosas.