Apachetas, el espíritu del camino

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De reminiscencias diaguitas, las apachetas son culto y tradición al andar, altares en los caminos para quienes, por ellos, decidan andar.

Si gusta de seguir andando, procure no pasarlas por alto, pues, si a la Pacha evoca ante su presencia, adiós le dirá al cansancio. ¡Fuera las desgracias! Y que feliz sea el resto del viaje…No se lo digo dos veces, las apachetas son al camino lo que al viajero el equipaje…

 

Caminante has tu camino

¿Acaso es capaz de concebir un viaje sin llevar nada a cuestas? Pues los diaguitas tampoco imaginaban camino sin guía que los protegiera. He aquí el quid de las apachetas, montículos de piedra que, levantados en honor a la Pachamama, constituyeron verdaderos altares, sitios sagrados capaces de hallar significado en el rito que alimentó su existencia: la oración, las ofrendas.  Allí estaban ellas, para indicar el fin de un espacio y el inicio del otro; allí estaban ellas, para dar encuentro a todo caminante, a todo peregrino, sin importar su rumbo o destino. Allí estaban ellas, y el espíritu de la Pacha decía presente…

 

Apacheta a la vista

La pregunta es, ¿dónde se alzan las apachetas? Al indicar un cambio de sitio, bien podemos decir que su presencia se sucede en aquellos lugares que permiten descubrir un nuevo horizonte. De allí que fuera común, y aún hoy lo es, encontrarlas en abras, (aberturas naturales entre dos montañas), cuestas y pasos cordilleranos. No así, con tanta frecuencia, en las llanuras. El hecho es que, sea donde quiera que se erijan, las apachetas siempre tienden a crecer, en tanto se engrandecen con el aporte de los caminantes. Llegar a una apacheta implica depositar una o más piedritas, por ínfimas que sean, en el cónico montículo que la compone; así como alguna ofrenda. Es entonces cuando el viajero puede solicitar al espíritu que en ella habita, el de la Madre Tierra, el pertinente permiso para ingresar al nuevo sitio al que ella da paso, y procurar un camino feliz, rico en salud.

 

Para variar

De esta manera,  podrá imaginar, no existe una apacheta igual a otra. Hemos dicho, su forma cónica es una condición vital, en tanto una base amplia asegurará la supervivencia de las apachetas aún ante los frecuentes derrumbes que éstas sufren (no olvide que sólo están compuestas de piedras superpuestas). Por lo tanto, la magnitud de estos altares dependerá de la cantidad de viajantes que los topen en su andar. ¡Si hasta pueden alcanzar los tres metros de altura! Y ni le cuento el proporcional diámetro de la base… ¿Cómo es que son capaces de crecer tanto? Por la supervivencia de su significado, de su presencia. De allí que sus ofrendas varíen tanto como las épocas que han atravesado. Desde las culturas diaguitas e incaicas hasta la actualidad, las apachetas conservan consigo desde ofrendas precolombinas, identificadas en restos de cerámicas y demás instrumentos líticos, hasta objetos contemporáneos tales como botellas de vidrios y latas; sin olvidar a las frecuentes hojas de coca y colillas de cigarrillos, además de huesos animales. ¿Acaso la Pacha merece menos?


De lo que sí no caben dudas es que, las apachetas, tan simples en su constitución, lejos están de ser un mojón paisajístico.
En la más pura sencillez que encierran sus formas se esconde el valor de lo complejo: el corazón de una cultura americana que aún se resiste a dejar de latir. Bienvenidas sean entonces las apachetas, y el sobreviviente esfuerzo de su sin igual esencia.