¿Qué si de burbujas y perfume iba el asunto a bordo de este peculiar ómnibus? No precisamente. Ocurre que a este don de cuatro ruedas no le cupo mejor apodo que el referido. Y a juzgar por su extensión, no era para menos…Surgido allá por los años ’30, el ómnibus bañadera paseaba por las calles de Buenos Aires ufano de su condición: la de ser el de mayor longitud hasta entonces conocida. ¡Y con capota acorde! Sí señores, el muy despojado no tenía techo, tan sólo un cobertizo desmontable capaz de proteger a los viajantes en invierno; pero listo para el retiro tan pronto comenzaba el verano. Pues, a esta bañera colectiva, bien le sentaban los pelos al viento.
Pasión de multitudes
Así la historia, el ómnibus bañadera no se andaba con chiquitas. No vaya usted a creer que era pura cáscara… Pues sus magnitudes lejos estaban de limitarse a la carrocería. Esta bañera motorizada contaba con dos filas de 20 asientos dobles cada una, y una tercera de yapa, provista de asientos individuales que se armaban con los apoyabrazos de los anteriores. En resumidas cuentas, la capacidad total alcanzaba los 50 pasajeros, ni uno más ni uno menos, pues no se admitían viajeros a pie. La pregunta es, ¿hacia dónde se dirigía su pasaje? He aquí el quid de la cuestión, aquella que, por cierto, aun se halla en discusión.
Subí que te llevo
¿Servicio turístico o comercial? Ambos, o así parece afirmarlo la memoria colectiva, el boca a boca que ha nacido de sus felices pasajeros. Con paradas oficiales instaladas en las cercanías de las estaciones de ferrocarril (Plaza Once, Constitución o Retiro), además del Congreso de la Nación, el ómnibus bañadera fue un adelantado en materia de paseos: descapotable y todo, ¿no ha sido, acaso, un gran antecesor de los actuales autobuses de turismo? Dicen que dicen, el hipódromo de Palermo era una de sus infaltables paradas diurnas; mientras que la Cervecería Munich, de pie en la Costanera Sur, era un destino abonado durante las noches.
De remate
¿Y si el ómnibus bañadera hubiera nacido, primeramente, con motivos comerciales, para devenir luego en transporte turístico? También es posible. Lejos de marearnos con la vieja historia del huevo y la gallina, cierto es que la más colectiva de las bañeras que recuerde nuestro asfalto bien supo responder a amabas finalidades. Pues no sólo de paisajes y edificios emblemáticos iban las panorámicas por éstas ofrecidas; sino de tierras a la espera del mejor postor. Así es, las empresas rematadores solían acudir a los ómnibus bañadera para transportar, gratuitamente, a los interesados en adquirir un terreno propio. Porque si hay servicio, que sea completo. Y si hay juventud, ¡que cope el pasaje completo! Pues los ómnibus bañadera también oficiaron de transporte escolar a la hora de las excursiones o los paseos de fin de curso.
¿Y usted? ¿Qué destino espera alcanzar a bordo? Porque el ayer porteño no es más que un entramado de historias tejidas al andar, no podemos menos que seguir sus huellas. Y si de este notable ejemplar se trata, ¡imposible hacer la vista gorda ante su histórica existencia!