Puente, lo que se dice puente, en verdad no es. Pero que ha tenido historia a una y otra orilla, de eso no caben dudas. No en vano, el Puente Transbordador es hoy, así como ayer, un mojón indeleble en el horizonte boquense, una presencia incorporada a la memoria colectiva porteña, y, por sobre todas las cosas, un grande que está de regreso. ¿Qué tal si nos transbordamos a su historia?
Poniendo estaba la gansa
Para comenzar, ¿sabía usted que estamos ante uno de los ocho puentes transbordadores existentes en el mundo? Vaya joyita la nuestra… Por cierto, tan encomiable como su supervivencia. Pues este coloso de hierro sí que vive para contarla; aunque estuvo a punto de no hacerlo. Claro que, pasadas las adversidades, sólo le resta brillar en su flamante reestreno. Anclado a uno y otro lado del Riachuelo, lo suyo fue, es y será algo tan simple y necesario como transbordar. Así lo creyó el presi Figueroa Alcorta, cuando encargó la obra a la compañía de capitales británicos Ferrocarril del Sud. ¿El resultado? Una mole de 52 metros de largo y 77,5 de alto, cuya construcción, inaugurada el 31 de mayo de 1914, demandó unas cien mil libras esterlinas. Pavada de desembolso…
Transbordador a transbordar
La pregunta del millón es: ante tamaña inversión, ¿cuánto había que pagar que utilizar sus servicios? ¡Nada! Por decisión del propio presidente, el uso del Puente Transbordador era gratuito. Imagine usted, la de gente que se montaba a su barquilla flotante para efectuar el cruce: a un lado, el barrio de La Boca; al otro, la isla Maciel. Y, en el medio, amén de las aguas, una realidad ineludible: frigoríficos que funcionaban las 24hs; por lo que los trabajadores iban a venían, a plena rotación de turnos. Lo propio hacían los niños, desde y hacia las respectivas escuelas, y toda cuanta persona precisara de sus servicios. Aunque el muy gaucho también transportaba carros, mercaderías… Lo que se dice, un todo terreno. Pues, siempre respetuoso de su entorno, el Puente Transbordador hacía lo suyo sin interrumpir el paso de los navíos por el río. Como verá, nada estaba librado al azar.
Operación rescate
¿Tal vez al olvido? Merodeando al gigante de cerca, a poco estuvo éste de cobrarse su existencia. La década del setenta marcó el fin de su funcionamiento, así como el inicio de una imperante decadencia en la zona. Fue entonces cuando la erosión del río y los años lo vistieron de óxido, condenándolo al abandono. Claro que, fuerte como é sólo, tenaz en su presencia, incluso en la de los corazones de sus vecinos, logró mantenerse de pie, conservando la mayor cantidad de piezas originales. El rescate, promovido por la concientización sobre su inmenso valor patrimonial, comenzó en el 2013; año en que se dio inicio a la merecida restauración, llevada a cabo por la Dirección Nacional de Vialidad.
¡Hemos dicho, señores! El Puente Transbordador está de vuelta. ¿Y usted?, ¿está listo para, como hace cien años, de orilla a orilla, transbordar?