Enrique Bouchard, una vida de película

FOTOTECA

Historiador y coleccionista argentino, Enrique Bouchard es, sobre todo, un amigo de la casa. Pase y conozca a este cinéfilo lindo.

Como si la divisoria entre dos mundos pudiera reducirse a la mera pila de ladrillos que componen una pared, la más alborotada y presurosa realidad es olvidada de solo atravesar el umbral del Círculo Cultural del Cine, el palermitano refugio de Enrique Bouchard: un amigo de la casa que nos abre las puertas de la propia. Aún en plena Ciudad de Buenos Aires, allí no se oyen bocinas, impertinentes caños de escape ni cotorreo alguno. Allí el tiempo es otro (¿será verdad que todo tiempo pasado fue mejor?), y, en consonancia con el mayúsculo tesoro yacente puertas adentro, el silencio reina cual amable anfitrión. No en vano la pasión de Enrique Bouchard ha carecido de sonidos; no en vano es que solo baste ingresar para ya no querer salir.

 

Una pasión llamada cine

Si el agradecido silencio ensordece, qué decir del paisaje circundante… Los muros y compañía –hasta el más pequeño inmobiliario luce a tope– empachan los ojos con concedido permiso, pues los ojos se van, intentan acaparar todo cuanto no pueden, no alcanzan: afiches de cine, fotografías, notas autografiadas de actores y directores, proyectores y antiguos aparatejos dignos de cinefilia y, cómo no, cintas y más cintas. Testigos mudos, y en el más literal de los sentidos, de una vida de película. Y vaya si Enrique Boucahrd ha sido un intérprete precoz… Ya a los cuatro años hacía de las suyas con un proyector de juguete, en ocasión de las reuniones familiares sucedidas los días domingos. Y una vez atravesada la barrera de los diez, Charles Chaplin se convirtió en su debilidad. Por qué no en su tesón, pues Enrique no descansaría hasta honrar su obra en vida, y vaya si así lo hizo…

 

Mi amigo Charles

Nada está perdido ni aun perdido, como se dice, y Erique Bouchard parece haber tenido dicha certeza. Tanto así, que hasta recuperó dos copias extraviadas de los filmes “Su amigo el bandido” y “Cruel, cruel amor” -¡quién hubiera dicho que ésta última se hallaría en Argentina!–. Pero más allá de esta cruzada anti olvido, lo que don Boucahrd quería era lo que todo fanático en su especie: hacerse de todas las películas a las que el genial actor y director inglés hubiera dado vida, además de la más mínima seña de reciprocidad. ¿Qué pensaría el bueno de Charles sobre su persona, su labor, su pasión, su admiración? Y carta tras carta, la respuesta llegó nada menos que para el cumpleaños número 80 de Chaplin, aquel en el que Enrique Bouchard se había propuesto primerear con su saludo. A la cordial respuesta del astro, se sumó una foto autografiada y todo. ¿Qué tal?

 

Mi trabajo me pondera

Un trabajo de hormiga, ese ha sido el de nuestro amigo Enrique, pues el tamaño patrimonio cinematográfico del que se ha hecho en buena ley y con honores ha sido una tarea de años y amor. El Círculo Cultural del Cine fue establecido por Bouchard en 1962, año en que su amigo y restuarador José Vigévano dio con un hallazgo fenomenal: una máquina especial con la que convertir películas de 35 milímetros a 16, en un nuevo negativo. Desde entonces, las andanzas de ambos no se detuvieron, y, juntos, lograron rescatar y restaurar una serie de títulos de alto valor histórico nacional. Clásicos como “El entierro del general Bartolomé Mitre” (1906), “La Revolución de Mayo” (1908), “Hasta después de muerta” (1916) con Florencio Parravicini, “El último malón” (1917), y algunas que otras perlitas más.

 

Definitivamente, la de Enrique Bouchard ha sido una vida de película; más no solamente en el literal sentido de la palabra. Su implicancia en el cine es, acaso, el botón de muestra de una virtud mayor. La vida de Enrique Bouchard ha sido tan cinematográfica como el corazón se lo ha permitido. Pues, a fin de cuentas, el mayor aplauso del que es merecedor es el gestado por su pasión, y una vida vivida intensa y ufanamente a su merced.