Juan León Palliére, el costumbrista empedernido

FOTOTECA

De sangre francesa y corazón nacional, Juan León Palliére documentó con arte buena parte de la vida nacional. Campo y ciudad bajo el pincel.

Hijo de artistas franceses aunque nacido en Río de Janeiro allá por 1823, Juan León Palliére no cargó con el estigma de un mandato filial; sino que a puro talento desplegó una vida a la altura de las expectativas. ¡Y hasta las redobló! Formado en educación artística bajo las luces de París, no dudó en volver a cruzar el charco a la hora de evocar a las más eficientes musas. Y por nuestros queridos pagos fue que las encontró.

 

Destino Buenos Aires

Claro que no solo la sangre tira; sino la tierra, por lo fue en su Río natal que ingresó en la Academia Imperial de Bellas Artes. Promediaba entonces el siglo XIX, y una beca de perfeccionamiento lo condujeron nuevamente hacia el otro lado del océano. Italia, España y hasta Marruecos fueron parte de su derrotero, hasta que a fines de 1855 decidió regresar a América. ¿Río de Janeiro? No. Esta vez su destino fue Buenos Aires. Y lo cierto es que, más temprano que tarde, Juen León Palliére se halló en su salsa: Varela, Estrada, Marcó de Pont y demás personajes de la selecta sociedad porteña fueron su recurrente compañía. De hecho, fue gracias a su amiga Mariquita de Mendeville que se convirtió en profesor de dibujo de la escuela de la Casa de Huérfanos. Un camino de ida para su vocación docente, ya que la enseñanza también se hizo presente en su  propio taller. Allí no solo daba clases; sino que exponía sus cuadros en las ventanas. ¿Qué de qué iba la cuestión? En la cocina artística de Juan León Palliére se cocinaba tradición de la buena. Valiéndose de los apuntes tomados durante sus excursiones por Buenos Aires, la vida de campo fue una de sus temáticas preferidas.

 

Nacional y popular

El hecho fue que las ilustraciones de Palliére comenzaron a ser adquiridas por extranjeros, despertando así la curiosidad europea y llegando, incluso, a medios de renombre. Mientras tanto, don Juan león forjaba el propio. Poco a poco, se transformó en una suerte de historiador gráfico de la Argentina, ya que su ímpetu lo llevó a traspasar las fronteras bonaerenses. Ávido por conocer el interior del país, fue en 1858 que surcó el río Paraná con destino a Rosario, para alcanzar luego la provincia de Mendoza, pampas mediante. Saladillo, Río Cuarto y hasta San Luis fueron algunos de los destinos que documentó en puntillosos apuntes y soberbios dibujos. Y mire hasta donde llegó su inquietud que en ese mismo año, no sin antes pasar por Chile y Bolivia, arribó a Salta, para luego atravesar Tucumán, Santiago del Estero y, una vez más, Córdoba. En carreta o montado a Caballo, nada detenía a Juan León Palliére en sus propósitos. Ya de regreso en Buenos Aires, llegó entonces el turno de la exposición, y en el más literal de los sentidos. En 1859 realizó una exposición de edificios de la ciudad, mientras que los verdes llanos tuvieron su protagonismo con la figura del gaucho, a quien perpetuó en diferentes facetas de su vida.

 

La despedida

No contento con su trajinar hasta entonces, en 1860 fue el turno de Entre Ríos, Chaco, Misione y el sur de Brasil. Sí, el noreste era una deuda pendiente, y una vez saldada fue que Juan León Palliére comenzó a cocinar su más famosa obra. Entre abril de 1864 y agosto de 1865 publicó el Álbum Palliére. Escenas Americanas. Reproducción de cuadros, acuarelas y bosquejos. Lanzado mensualmente, totalizó 52 láminas litografiadas en negro sobre fondos sepia, blancos y grises. Imagine usted los ecos de la prensa de la época… Con decirle que más de un periódico anunció su aparición. Entre ellos “La Tibuna” y “El Nacional” Siendo este último el elegido por Carlos Pellegrini para publicar una sentida nota de despedida. Sí, Juan león Palliére marchó a Francia para ya no regresar en 1866. Pero en su puño y en su corazón nunca dejó de latir su paso por nuestra tierra: en  1868 expuso en el Salón de París obras de temática argentina; y siguió haciéndolo hasta 1882.

 

La francesa localidad de Lorais fue la última morada de Juan León Palliére, y hasta en el epílogo de su vida continúo pintando. Dijo adiós un 12 de febrero de 1887, aunque, claro está, si la historia que tan afanosamente se encargó de perpetuar continuó su curso; qué decir de su memoria y su grato nombre: Juan león Palliére, de puro empedernido.