Morilla, la cenicienta de la Patagonia

FOTOTECA

De escueta aparición en los bosques patagónicos, la peculiar morilla hechiza con su sabor en las cocinas del mundo. Pase y pruebe.

“El que quiere celeste, que le cueste”, como solían decir las abuelas. Y el que quiera morilla, que la espere. Pues, ajena a toda voluntad, esta peculiar especie de hongo patagónico no se cultiva; sino que aparece de forma natural, bajo las ramas y hojas de su protector: el ciprés. Y nada de andar regalándose a los ojos de cualquiera eh… Haciendo gala de su color dorado, la morilla no se revela a golpe de vista, en tanto su fisonomía se pierde en el terroso lienzo de los suelos. Y aunque sus singularidades amenicen la ardua tarea (su “sombrero” alargado y esponjoso luce cual panal de abejas –de allí que también sea llamada “colmenilla”–) la morilla es más que una figurita difícil. Altamente cotizada por la cocina gourmet, la morilla es toda una cenicienta. Eso sí, de seguro que su sabor del bueno no es ningún grupo;  sino más bien un hechizo sin fecha de caducidad.

 

Madre naturaleza

La morilla crece de forma espontánea, hemos dicho. Y, por tanto, su entorno no es ajeno a la cuestión: naturaleza al cien, sin asomo de químicos. Imagine entonces de qué va su cosecha… La recolección manual se produce una vez al año, entre los meses de septiembre y octubre, aunque la morilla tira para todo el año. La clave está en la comercialización del producto deshidratado. Y vaya si de eso saben las comunidades nativas de la Patagonia… A uno y otro lado de la cordillera, la cosecha de morilla se ha convertido en una importante fuente de ingresos para los locales, encargados ellos de la artesana tarea en cuestión. De hecho, no se trata de una tarea simple. Basta con saber que la morilla no se puede lavar, en tanto su esponjosidad haría casi imposible la extracción completa de agua. De allí que deba salir de la tierra tan limpia y reluciente como sea posible.

 

Una pinturita

¿Y qué hay a la hora de paladearla? La morilla, conocida en muchos sitios como “morcella”, es dueña de un delicado pero persistente sabor, incluso algo especiado, ideal para salsas. De hecho, la madera se hace presente en su aroma, de modo que las carnes de caza resultan ser muy buenas compañeras. ¿Qué si la muy sabrosa genera algún desajuste en su dieta? ¡De ninguna manera! La morilla es un alimento rico en vitaminas, minerales, proteínas y fibras; además de poseer un bajo contenido de grasas y propiedades antioxidantes. Completita, completita. Eso sí, tanta exclusividad encarece la ecuación; aunque, sin falencias a la vista, vaya si acusa merecer la pena…o el empacho.

 

¿Y ahora que me dice? La cenicienta de la Patagonia no es conquista fácil, desde luego, pero cuando el amor nace a primera paladeada, imposible resistirse. Al menos ahora sabe: si algo promete la morilla, es no convertirse en calabaza.