“Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Nuestra América, 1891).
Los inicios
José Martí es el ejemplo de prócer que no pertenece sólo a un país o una nación, sino que, muy por el contrario, significa palabra y es acción para toda América. Ya en su adolescencia fue perseguido y encarcelado por dar testimonio en momentos difíciles; líder indiscutido en Cuba, su legado fue el cimiento de la última y actual Revolución Cubana iniciada con el Asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba el año 1953.
Pensar la política
Su fase intelectual se inmortalizó en sus escritos, su pensamiento crítico analizó de punta a punta a una América colonizada tanto en sus instituciones como en su identidad. Sobre esto, entre 1880 y 1890, publicó artículos y crónicas que enviaba desde Nueva York a diversos diarios y periódicos; La Opinión Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires y El Partido Liberal de México. En particular, recomendamos el artículo “La República Argentina en los Estados Unidos” escrito el 22 de octubre de 1887 y publicado en el diario La Nación.
Poner el cuerpo
En lo que respecta a su fase política, en el año 1892 redactó las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano. El 8 de abril de 1892 resultó electo Delegado de esta organización y tuvo la oportunidad de demostrar su amplia experiencia como periodista al momento de fundación del periódico Patria, órgano oficial del Partido. Pero la labor de Martí no sólo quedó relegada al plano intelectual y periodístico. Participó activamente en las luchas y levantamientos independentistas; navegó desde la República Dominicana hasta llegar a suelo cubano para luchar en la guerra. Finalmente, un 19 de mayo de 1895, una columna española lo sorprendió y tres disparos le quitaron la vida.
Martí fue un hombre íntegro que consagró su vida a la lucha por la liberación de su país y de América, sin olvidar, en esa hazaña, a José Francisco, su único hijo a quien le escribió los poemas más hermosos que hoy podemos leer en Ismaelillo.
