Cuando era niño, cada vez que Aníbal Troilo lloraba, su padre lo consolaba con dulzura: “Bueno, Pichuco, bueno”. Aquel era el apodo de un amigo de Carmelo Troilo y más tarde sería el mote de uno de los músicos más relevantes del tango.
Pichuco se convirtió en un hombre elegante, sensible, de voz suave y, según sus allegados, siempre dispuesto a tender la mano a un amigo. Querido por todos, es recordado por su incomparable bandoneón, pero también por su generosidad y bondad tan grandes como su talento.
Tango verdadero
Una tarde de 1928, casi como en broma, sus amigos del barrio del Abasto lo esperaron en la vereda para decirle que le habían conseguido una actuación en el cine Petit Colón de Avenida Córdoba y Laprida. Pichuco bajaba del colectivo, venía de la escuela, tenía apenas 14 años y usaba pantalones cortos aunque ya deslumbraba con su pericia en el bandoneón. Su primera presentación fue todo un éxito y consiguió trabajo en la orquesta estable del cine.
Durante su carrera, compuso piezas fundamentales del género, entre ellas: Che Bandoneón y Sur junto con Homero Manzi, María con Cátulo Castillo y Garúa con Enrique Cadícamo. Su orquesta contó con los mejores cantores entre los que se destacan: Francisco Fiorentino, Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Edmundo Rivero, Roberto Rufino y Floreal Ruiz.
Dijo de su música el abogado y renombrado crítico de tango, Luis Adolfo Sierra: “Como director de orquesta, impuso un estilo instrumental de insobornable autenticidad tanguera, con marcado equilibrio en las formas musicales, sin afectaciones distorsivas ni concesiones efectistas”.
Centenario
El 11 de julio de 2014, se cumplen 100 años de su nacimiento. Los festejos ya comenzaron con milongas, concursos literarios, muestras y numerosos eventos en varios países. El plan de actividades fue creado por la Comisión Homenaje Centenario Aníbal Troilo, integrada por los nietos de su esposa, amigos e instituciones afines. Además, se estrenará un documental sobre el ilustre tanguero.