Alpargatas sí, libros también

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Más de 1.100 bibliotecas populares fueron creadas en los últimos 50 años en escuelas y cooperativas rurales.

Hace más de dos mil años que la humanidad reemplazaba los antiguos rollos en manuscrito por uno de los objetos más característicos de la Modernidad: el libro. Océanos de tinta y bites corrieron en la historia, sin embargo, el acceso a bienes culturales, -así como a muchos otros derechos humanos- continúa siendo desigual.

Se fue la primera

En 1962, a partir del pedido de una señora cordobesa a su vecino que requería “libros para pasar el invierno”, surgió la pregunta que ya encerraba la idea: “¿Por qué no crear una biblioteca?”. Y como toda idea valiosa, no se concretó sin trabajo, muchísimo trabajo detrás. Tiempo después, surgió la Fundación Bibliotecas Rurales Argentinas con el objetivo de sumar bibliotecas populares en todo el país, especialmente en los rincones más alejados. La primera biblioteca popular cuya fundación recuerdan los directivos de la Fundación fue creada en Río Las Águilas, departamento Pocho, en la región de Traslasierra, provincia de Córdoba.

La Fundación sigue vigente, y con sede central en la ciudad de Buenos Aires, está integrada por voluntarios que profesan diversas religiones y adscriben a distintas ideologías. Su accionar alcanza a muchísimas provincias y la experiencia fue replicada en otros países de Latinoamérica. Uruguay; Brasil; Costa Rica; Honduras; México; El Salvador y Guatemala cuentan también con su propia Fundación de Bibliotecas Rurales, producto de una tarea de intercambio y solidaridad que se fue tejiendo durante décadas.

Analógica y virtual

En Argentina, a lo largo de 50 años de accionar se han creado hasta el momento más de 1100 bibliotecas con al menos 500 libros de diversos temas. Escuelas, cooperativas y otras instituciones son los espacios en los que se van creando las nuevas bibliotecas. En muchos casos se ubican en pequeños pueblos. Además de las bibliotecas conformadas por mesitas, estantes y libros, la Fundación se ocupó de ir creando un acervo digital de textos de libre acceso. El proyecto resultó en 1999 y fue bautizado con nombre pomposo pero bien llevado: “Biblioteca Virtual Universal”. Se trata de un archivo de obras digitales clasificadas en literatura infantil, juvenil, técnica, pedagógica, artística y universitaria que se pone a circular en la red a partir de la autorización de sus autores y del trabajo de voluntarios que aportan a la digitalización.

¡Bienvenidos al tren!

Como también ocurre siempre con las buenas ideas, el trabajo continúa y parece no tener fin. Pero la apuesta de abrir una biblioteca es crear un espacio no sólo de lectura y aprendizaje: el juego, la creatividad y el afianzamiento de lazos sociales también se potencian allí. Por eso cada nueva biblioteca es un desafío para todos los que la crean o asisten a ella. Así como cada nuevo libro que se empieza a leer.