Cacho Di Catarina: en tu nombre, pulpero

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En Mercedes, la pulpería de cacho Di Catarina es historia de la buena y vida de la mejor. ¡No deje de conocer este histórico rincón!

Allí en Mercedes, bien cerquita del río Luján, el año 1830 veía erigirse de lo que acabaría siendo una institución pulpera: la pulpería Cacho Di Catarina, o el reducto del “último pulpero”, como él mismo solía proclamarse. Sin embargo, lejos de todo aire de despedida, por estos pagos mercedinos se respira la vida que siempre hubo. Esa que no es recuerdo sino presente, o todo a la vez.

Pulpero a su pulpería

¿Sería que el bueno de don Cacho no le tenía fe a la cuarta generación de su sangre que asomaba tras el mostrador? Pues no hubo pulpero sucesor sino, a falta de una, no dos, sino tres pulperas: Patricia, Paola y Fernanda, quienes mamaron la esencia de la pulpería como tradición familiar manda. Sí, empezando por otra doña: Figenia Pérez Méndez, hija de una familia de inmigrantes que supo instalarse en la casona que hoy ocupa la pulpería allá por 1910 (cualquier coincidencia con el centenario patrio es pura casualidad). Vendría luego el matrimonio con un Di Catarina, y entonces fue cuando llegó don Cacho, pulpero nacido en su ley… o en la pulpería que llevaría su nombre. Y mire lo que son las cosas, que el destino ya parecía signado hasta por el propio solar en cuestión: originario de 1830, el lugar siempre había tenido destino de alto en el camino, posta, almacén. Por lo que, nobleza obligaba, pulpería se esperaba. Y pulpería hubo.

Un pedazo de historia

Patrimonio cultural y natural de Mercedes, lo cierto es que el valor de la pulpería de Cacho Di Catarina excede a la historia familiar en sí o a la de las propias paredes que la cobijan, sino al que hacer del mismo boliche a lo largo de sus años de vida casi ininterrumpida. Pues aunque la inundación del río allá por el 2015 obligó a cerrar las puertas, solo lo fue por el tiempo que llevó volver a dejar el lugar en condiciones, las de su propia tradición. Imagine, a custodia de los años, el rincón de botellas antiguas es, literalmente, una reliquia a pedir de bebedores a la que las aguas no llegaron a dañar: elixires y alcoholes que pertenecieron al abuelo de Cacho sobre los que nadie puso mano durante 100 años, a excepción del tiempo su propio polvo. ¿Otras perlitas para esta colección? La orden de captura de Juan Moreira, de 1868, y, para más, su certificado de defunción. ¿Qué tal? Es que usted bien sabe, todo pasaba en las pulperías. Incluso, lo que, cual visionario, 90 años después, Cacho Di Catarina habría de impulsar anticipándose a tiempos más actuales: el primer campeonato de fútbol de mujeres. Porque la actividad social era cuanto, para alma páter, haría despegar al boliche de su mera condición de almacén de ramos generales o despacho de bebidas. De modo que los bailongos, la ya dicha pasión de multitudes que el fútbol, el juego de bochas con torneos incluidos y desfiles a caballo, entre otras iniciativas, hicieron de esta pulpería de Mercedes, sin duda, la pulpería de Cacho Di Catarina.

Con sello propio

Vida social, actividades convocantes, juegos, nuevas recetas, maneras y costumbres. La pulpería de cacho Di Catarina forjó así su propia identidad, aquella por lo que l@s parroquian@s la elegían, y aún hoy, con fidelidad; marcando el transcurso de sus vidas, así como el propio pueblo lo hizo con la pulpería. El crecimiento poblacional, la expansión de Mercedes, fue abrazando al fin el histórico solar de Cacho Di Catarina, incorporándolo a su urbanidad, dejando de lado esa ruralidad tan propia de las pulperías en su don de alzarse sobre los cruces de caminos, allí donde oficiaban cual faro en medio de las pampas. Donde la soledad calmada, el pecado habilitado, las travesuras o deslices permitidos de la temprana edad a más de un@ han sabido marcar, cual punto en el mapa de la memoria. ¿También en el calendario? Don Cacho Di Catarina atendió la pulpería que lo recuerda y mantiene vivo desde 1959 hasta su adiós, en 2009. Más dejando una historia a medio escribir, como esas botellas a medio tomar por la que solo cobraba a l@s parroquian@s el porcentaje consumido.

 

Allí entonces las pulperas, puede que herederas de lo intangible del boliche de Cacho más aún que de lo concreto. Allí ellas para seguir escribiendo historia desde el presente. Y para dar vida y fe de que las pulperías, rebeldes a ese destino que parece condenarlas a la extinción, aún laten en más de una esquina.