Carta en Braille, inclusión por derecho

FOTOTECA

Celebrando nuestra carta en Braille, hablamos con Sandra, su hacedora, para presentársela a fondo. Pase y conozca.

¿Qué tan preparado está nuestro mundo cotidiano, nuestra sociedad, para las necesidades y capacidades diferentes? ¿Qué tanto nos damos cuenta de ello hasta que efectivamente las vivimos en la propia piel, en la de quienes nos rodean? Mano a mano con Sandra, encargada de la carta en Braille de la pulpería, nos adentramos en un sistema que, lejos de ser un lenguaje, se alza como escritura sin distinción de lenguas.

Cuestión de estrategia

El sistema Braille se origina en 1821. Un capitán francés ideó un sistema de escritura táctil que fue desarrollado para que los soldados pudieran leer mensajes en el campo de batalla, en la oscuridad; sin alertar al enemigo encendiendo sus linternas. Esa escritura nocturna usaba puntos y guiones en relieve” comenta Sandra. Aunque, la historia habría de arrojar a escena a quién recogería el guante de tal invención. “Luis Braille, quedó ciego a sus siete años, jugando en el taller de su padre con una herramienta. Tenía diez cuando fue enviado a un instituto de invidentes donde se aplicaba ese sistema. Pero como no era muy completo, él mismo comenzó a perfeccionarlo, llegando a completar su nuevo sistema a los 15 años. Redujo los puntos en relieve y los simplificó de modo que quedaran del tamaño indicado para sentirlos en las yemas de los dedos en un solo toque”. Y he aquí lo más paradójico y, a la vez, aleccionador. “Para crear dichos puntos, Braille utilizó como herramienta una lezna puntiaguda, la misma que años atrás le había causado el accidente. Y para asegurarse de que las líneas quedaran rectas y legibles, utilizó una rejilla plana”.

Punto por punto

Ahora bien, ¿cómo es que se desarrolla el sistema? “El sistema Braille consta de puntos, es un alfabeto de seis puntos en relieve donde cada combinación determina una letra. Puede ser reproducido utilizando una plancha agujereada y un punzón, también con una máquina de escribir Braille o una impresora Braille conectada a una computadora”. Pero lo cierto es que, medios parte, he aquí un dato para muchos desconocido: “se lee de izquierda a derecha y no es un lenguaje, sino un sistema de escritura. Lo que significa que puede ser adaptado a diferentes lenguas. Tardó muchos años en implementarse en el instituto en que Luis Braille había estudiado tanto que él murió, con solo 43 años, a causa de una tuberculosis, dos años antes de que comenzara a utilizarse”. Sin embargo, su legado vaya si ha trascendido su propia vida…

En primera persona

Colaboradora de la Escuela para Jóvenes y Adultos con Discapacidad Visual y Formación Integral Nº37 “Francisco Gatti”, Sandra realiza visitas a restaurantes para corroborar la implementación de la carta en Braille, posibilitarla para quienes no la poseen aún y efectuar la revisión anual a fin de garantizar su actualización. De hecho, ella ha puesto manos a la obra en la carta Braille de la pulpería Quilapán, y en el más literal de los sentidos. ¿Qué cuál es su vínculo con la causa y cómo ha aprendido el sistema? Pues por experiencia de vida propia: “el padre de mis hijos quedó ciego y sordo por una enfermedad. Él incursionó en el sistema Braille y aprendimos todos”. Desde entonces, su mundo perceptivo ha cambiado por completo. “La escritura en Braille está en las cajas de medicamentos y de productos cosméticos de algunas marcas; en los timbres de colectivos, en las barandas de las escaleras del subte. Lugares donde el común de la gente no percibe por no estar atenta a ello”. Y aunque Sandra sí lo esté, reconoce que ni siquiera así es posible comparar su experiencia con el sistema con la de una persona no vidente. “No me costó aprenderlo porque puedo ver, lo aprendo de memoria, visualmente. Si leyera al tacto tardaría mucho más”.

¿Y qué tanto nos cuesta a todos percibir cuánto más nos resta, como sociedad, por incluir a cada quien en sus diferencias? En estos tiempos de apertura, parece haber caldo de cultivo para ello. Pero en la práctica resta mucho aún. “El no vidente se hace por sí mismo, la sociedad no lo está incluyendo del todo”. Tal vez con pequeños y necesarios actos que así lo hagan, vaya si también conseguiríamos lo propio. Hacernos, sí, tan simplemente más humanos, por mera empatía.