Creada en 1888, por un inmigrante alemán, Otto Bemberg, un apasionado de la cerveza, la cerveza Quilmes es, ante todo, un icono de la gastronomía y coctelería nacional, fuertemente ligado a nuestra identidad local. Sobre todo en lo que refiere a los códigos sociales ligados al tomar beber cerveza.
El peso de un logo acertado
Cervecería y Maltería Quilmes es una de las principales compañías productoras y comercializadoras de cerveza en Argentina. Pertenece ahora a la multinacional belga Anheuser-Busch InBev, destacada mundialmente en el rubro consumo masivo. Desde hace más de un siglo provee al mercado la bebida más socializada del país, presentándola en una botella opaca, cruzada por un logo inclinado cuyo secreto ha sido, tal vez, jamás haber cambiado su anatomía. Algunas empresas se arriesgan a modernizar sus logos, renovando la tipografía o agregando algún elemento; pero esta maltería ha afrontado el desafío de variar sus presentaciones sin alterar el logo, que ya está instituido como marca registrada y grabado a fuego en la mente del consumidor.
Sabor mental
El histórico pero vigente eslogan “El sabor del encuentro” se lanzó puertas afuera de la fábrica a partir de los años ’80, mientras que puertas adentro la consigna era bien concreta: “un buen producto es el más sólido fundamento del éxito”. Sin duda, un mensaje claro para el personal a cargo de mantener y mejorar los estándares de calidad. Y parece que funcionó. Una vez posicionada la marca mediante una campaña televisiva que “tocó la fibra” de todos los argentinos, los años ’90 estuvieron marcados por el avance constante de una empresa interesada en transmitir un mensaje claro que subiera en la cabeza de los argentinos, rápido y alto como la espuma.
¿Llevo un par de cervezas?
En un bar, un peña, una casa de familia; en la heladera del vecino, la cantina del barrio, el pic nic primaveral o el restaurante “pituco”, inadmisible sería la ausencia de esta cerveza del sur bonaerense. Muchos años han pasado desde ese 31 de octubre de 1890, fecha en la que se “tiró” el primer chopp de cerveza sobre la mesa. Ya sea en su versión clásica más elegida, la rubia, en la versión sin alcohol, amarga o stout, la Quilmes, que supo rescatar el nombre aborigen muy anterior a ella, llegó para quedarse para siempre en cada mesa con identidad nacional.