Club Hotel de la Ventana, el coloso derrotado

FOTOTECA

Considerado el mejor de Sudamérica a principios de siglo XX, el Club Hotel de la Ventana es apenas las ruinas de su majestuoso existir.

El tendido ferroviario que, desde mediados de 1800, y de la mano de capitales ingleses, comenzó a surcar el territorio nacional, también tendría su paso por el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires. Sí, el sector de sierras más altas de toda la región pampeana, allí donde el doctor Félix Muñoz, embelesado por las condiciones climáticas del lugar,  propuso a su amigo Manuel Lainez, poseedor de 3000 hectáreas en aquellos pagos, la construcción de un centro asistencial para el tratamiento de afecciones respiratorias. Claro que, quien recogió el guante de la tal iniciativa fue la Empresa Británica Ferrocarriles del Sud, cuyo gerente regional, con objetivos comerciales y turísticos en la mira, ya había echado el ojo a la zona. Por lo que, sin más rodeos, se pusieron manos a la obra…Eso sí, no precisamente para un centro asistencial; sino para quien habría de convertirse en el coloso de la localidad: el Club Hotel de la Ventana.

Sube y baja

¿Quién habría dicho que el mejor hotel de Sudamérica estaría en la campestre localidad de Sierra de la Ventana? Pues así fue, con homenaje al nombre de tales pagos y todo. Al menos, así fue considerado durante la década de 1910, esa en la que abrió sus puertas haciendo grato honor a tal consideración: este mojón de la Belle Époque nacional, y con claras reminiscencias a su alma máter europea, fue todo un lujo a pedir de boca de las más altas esferas de la sociedad argentina e internacional. Sin repetir y sin soplar, sus 6400 metros cubiertos cobijaron 173 habitaciones y cuatro suites, 58 baños, un salón comedor (con servidores de cerveza fresca, provista desde un tanque de 300 litros, sistema de refrigeración mediante), un salón de fiestas, una sala de música, un gimnasio, una farmacia, dos peluquería, una  biblioteca…y la lista sigue. Eso sí, la gran atracción gran fueron sus tres salas de casino, las primeras del país…Sin embargo, sería precisamente tal novedad, sumada a una gran recesión económica, aquella que sentenciaría el temprano final del Club Hotel de la Ventana: la ley de prohibición de juegos de azar en el país fue el golpe de knock out, allá por 1920. Sí, apenas nueve años después de la flamante apertura. Es entonces cuando el gobierno provincial compra la propiedad, aunque sin más soluciones para aquella que proyectos truncos. Así, el majestuoso edificio pareció condenado a la inutilidad y el olvido.

Con acento alemán

El intento de resurrección llegaría en los años ’40, cuando el hotel vuelve a poblarse de huéspedes: ¿turistas?, ¿viajeros de tránsito? Nada de eso, el Club Hotel de la Ventana acabó por refugiar gran parte de la tripulación “Graff Spee”. ¿Lo recuerda? El acorazado de bolsillo alemán que fuera hundido por su mismísimo capitán, Don Hans Langsdorff. Y he aquí el comienzo del runrún en torno al Club Hotel, pues el hecho de que servía como refugio de paso y cambio de identidad de importantes jefes nazis no tardó en correr. Hasta se murmuraba que el lugar era utilizado como búnker para planes secretos…Motivos de sospecha no faltaban, claro. A fin de cuentas, el periódico Antinazi no hablaba en vano, ¿no? Lo cierto es que la tripulación allí cobijada, contribuyó con el mantenimiento del edificio y de la trocha angosta que lo conectaba a la estación de Sierra de la Ventana (inicialmente llamada Sauce Grande). Los marinos refaccionaron las instalaciones en estado de deterioro, repararon la toma de agua, la usina y hasta hicieron jardinería. La estancia duró alrededor de dos años, tiempo tras el cual algunos tripulantes fueron repatriados; mientras que otros se asentaron en el lugar y formaron familias cuyos descendientes aún residen en la localidad.

Club Hotel de la Ventana, en tu grata memoria

¿Qué sucedió entonces, acabada la estadía alemana? Los pasillos y cuartos del Club Hotel de la Ventana comenzaron a ser transitados por el olvido, la desidia y la soledad, aquella que permitió más de un malintencionado y oportuno saqueo. La ruina acabó por ser su inmerecida sentencia, sin apelación alguna. Pues un ¿accidental? incendio, ocurrido en 1983, aniquiló todo deseo de revancha. Tras tantos años de maltrato, la ley se apiada del Club Hotel de la Ventana y, en 1999, es declarado Monumento Histórico por la Municipalidad de Tornquist, partido al que pertenece la localidad de Sierra de la Ventana. ¿Qué ha quedado entonces de nuestra vieja gloria? Apenas los restos de sus muros, los oxidados hierros que sostuvieran la estructura original y la maltrecha arboleda. Sin embargo, aún restaba hacer algo más por la memoria de este gigante. Un grupo de estudiantes del Centro Educativo de Producción Total Nº12 dieron el puntapié a una alentadora experiencia: en el año 2002, y de la mano del profesor de historia Carlos Lamas, iniciaron las visitas guiadas al solar del Club Hotel de la Ventana y lo que queda de él.

Porque, así como la fe, la memoria es lo último que ha de perderse. Al menos en ella, el Club Hotel de la Ventana, sí que tiene vida para rato.