De bares y cafés, los notables (parte 2)

FOTOTECA

Una selección de nuestro favoritos Cafés Notables… esta es la segunda patita.

Siguiendo con nuestra lista de favoritos notables, seleccionamos tres bares que, si bien parecen diferentes entre ellos, tienen en común esa bohemia porteña, que hoy se entremezcla con un sabor a café y añoranza.

Bar El Británico

Hasta el año 1928, sobre este terreno había un cine. Luego, un edificio de cinco pisos y en su planta baja, un bar-almacén. La Cosechera ya era un bar para 1929, pero en 1959 el local fue alquilado por tres gallegos: José Miñones, José Trillo y Manolo Pose, quienes lo bautizaron como El Británico, en honor a los ex combatientes ingleses de la Primera Guerra Mundial que solían reunirse allí. Cabe destacar que durante la Guerra de Malvinas el bar se llamó brevemente Tánico, resultado de taparle las tres primeras al letrero. Los tres gallegos se turnaban para no cerrar nunca el Café y poco a poco, se fue transformando en un refugio para españoles y locales. En las sillas del Británico se sentaron bohemios, artistas, taxistas, parejas y amigos. Cuentan que incluso Ernesto Sábato escribió la célebre novela Sobre Héroes y Tumbas allí.

El bar abría todos los días, las 24 horas, sólo cerraba durante las noches del 24 y 31 de diciembre. Recuerdan los vecinos que un día se sorprendieron al ver la persiana a media asta. Estaba cerrado debido al fallecimiento de la esposa de uno de los gallegos. “Por lo menos se murió un jueves y no un domingo”, comentó él. Sin embargo, en 2006, los dueños del local no le renovaron el contrato a los españoles. Aunque los vecinos juntaron más de 20.000 firmas, no hubo nada que hacer. El Británico cerró sus puertas en junio del mismo año. De todas formas, en febrero de 2007 el bar fue reabierto por Agustín Sousa, quien lo restauró, recuperando hasta sus sillas y mesas originales. Desafortunadamente, el alto costo de alquiler y las utilidades del local no fueron suficientes, y las puertas de este emblemático lugar volvieron a cerrar en agosto de 2014. Pero la mala racha no estaba destinada a durar; en noviembre reabre, nuevamente, de la mano de un emprendimiento familiar que busca devolverlo al lugar que se merece: el de los notables porteños: “El barrio está contento y nosotros queremos que los clientes vuelvan, que sean parte otra vez, no podía ser que el Británico, que abrió en 1928, estuviera cerrado”.

Bar El Federal

Situado en la esquina de Perú y Carlos Calvo, este bar es uno de los más antiguos de la capital argentina. Hacia 1854, el lugar era un almacén, pero con la fiebre amarilla, que afectó particularmente a San Telmo, los clientes que lo frecuentaban fueron haciéndose cada vez más escasos y finalmente para 1871, la situación amenaza con obligar al cierre de las puertas del establecimiento. Después de esta última epidemia, el local reabre sus puertas y algunos años más tarde, vuelve a cerrarlas y se transforma brevemente en burdel, antes de convertirse en distribuidor de bebidas. Finalmente, es solo hasta principios de siglo XX que se puede hablar de bar.

Su barra de madera, que data de 1904, está recubierta por un arco de vitrales y sobre ésta, hay un tradicional reloj. El lugar tiene un aire de bohemia que llama la atención de los artistas. El músico y dramaturgo Enrique Santos Discépolo fue cliente regular durante toda su vida. Sin embargo, ya que está situado en el corazón de uno de los barrios más pobres, el local vive amenazado por el cierre del mismo. Para la década de los ’40 vuelve a cerrar y en 1950 reabre con el nombre de Bar Federal. Y así hasta 2001, cuando la crisis lo golpeó nuevamente. Pero como de costumbre, El Federal se pone de pie otra vez.

Actualmente, la atmósfera es distendida, con clientes habituales deambulando por ahí y extranjeros que hacen una parada en sus paseos turísticos. La carta es nutrida, por lo que hay gente a toda hora.

La Violetas

La confitería La Violetas fue inaugurada hace 125 años en la esquina de avenida Rivadavia y calle Medrano. Hacia 1970 y tras las epidemias de fiebre amarilla, numerosas familias se trasladaron a los barrios menos perjudicados por la enfermedad, como por ejemplo, Flores. De esta forma, Rivadavia se transformó en un paso obligado por los habitantes de la zona y se desarrolló rápidamente. La prosperidad económica de 1880 le dió una nueva cara a esta avenida que devino en un espacio privilegiado para el comercio. Es así como el 21 de septiembre de 1884, una confitería es inaugurada en presencia del Ministro de Guerra y Marina y futuro Presidente, Carlos Pellegrini. Desde sus inicios, con los candelabros dorados y su mármol italiano, Las Violetas fue considerado como un café de moda y distinguido, donde los artistas y los hombres de política de la época se encontraban. De todas formas, no fue sino hasta 1920 que el inmueble original fue construido, con sus vitrales a la francesa y su piso de mármol italiano… todo importado.

Sin embargo, la confitería cerró sus puertas en junio de 1998 y quedó abandonada durante tres años. Este mismo año, un grupo de vecinos se unieron para declararlo lugar histórico de la ciudad y desde enero a junio de 2001, el café fue restaurado totalmente, haciéndolo idéntico a como fuera antaño.

Para visitarlo, no hace falta decirle al taxista la dirección… Él sabrá cómo llegar. En efecto, el lugar es impresionante y en sus grandes ventanales se aprecian diversas flores, como las violetas. ¿Será que el nombre se debe a sus vitrales floreados? Nos comentan que en la época utilizaban estas flores para decorar los patios de las casas del barrio.

Como todo bar notable, Las Violetas albergó a diversos artistas, como el poeta Pascual Contursi y el pianista José Martinezqui, quienes contribuyeron con una partición de tango para ayudar en sus deudas a los propietarios del café. De esta forma, Enrique Costa y Julio Roca -los dueños de Las Violetas en ese entonces- figuran como compositores del tango llamado Ivette. A su vez, el jockey uruguayo Irineo Leguisamo -quien incluso tiene una torta con su nombre- Alfonsina Storni y Roberto Arlt lo frecuentaban. De hecho, este último recuerda el lugar en Aguasfuertes Porteñas cuando lo acompañaban sus amigos Julio Usandivaras y Francisco Visillac. El café quedó también documentado en el filme La Maffia de Leopoldo Torre Nilson y en los dibujos de Alcides Gubellini.

Sí, falta un cachito. ¡No desesperes! Nos quedan dos favoritos. ¿Una pista? Uno es felino y el otro angelical. ¿Se animan a adivinar cuáles son?

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