No pasa tanto por ver lo que falta, sino por tomar aquello que se tiene. De ello va la “teoría” del vaso medio lleno, ¿verdad? Y de algo no muy diferente la filosofía de Dignity Kitchen: fortalecer y pulir las habilidades por sobre focalizarse en las discapacidades. En este caso, único requisito para ser parte del equipo. Es que, con base en Singapur y réplica en Hong Kong, Dignity Kitchen es un restaurante atendido exclusivamente por emplead@s con alguna discapacidad; más con todo cuanto tienen para dar, bien dispuesto. ¿Gusta en sentarse a su mesa junto a nosotros?
Plantando semilla
Todo comenzó en el año 2010, cuando el ingeniero y empresario oriundo de Singapur, Koh Seng Choon, decide poner manos a la obra a mucho más que un negocio de comidas, sino a una empresa social: Dignity Kitchen, o “cocina digna”, allí donde personas con discapacidad pueden desarrollarse como cualquier trabajad@r y ganarse la vida por sus propios medios y dedicación. Cada quien a lo suyo, conformando así una cadena en la que cada emplead@ es entrenad@ no solo para sus propias labores, sino para poder replicar dicha tarea con alguien más. Pues puestos hay para todos los gustos: despacho de bebidas, cocina, presentación de menú y toma de órdenes, administración… Así la historia, tanto la singapurense Boon Heng Road, número 69, como en la calle Shagai al 600 del barrio Mong Kok de Hong Kong, las tareas se reparten con eficiencia y buen sabor, pero, por sobre todo, evocando el estilo de venta ambulante (lo que se dice, “cocina al paso”) del local “madre”. Ese ha sido y es, acaso, una de las mayores claves de éxito del Dignity Kitchen versión hongkonesa, al que Koh Seng Choon dio vida en 2020, invitado por el gobierno local.
Al paso
Claro que la exigencia del público podía jugar una mala pasada, por lo que para qué meterse en camisa de once varas… ¿Acaso era posible competir con otros reductos de comida callejera local y su tradición tan arraigada en la sociedad local? Lo más probable era que Dignity Kitchen saliera perdiendo, sobre todo porque, a diferencia de Singapur, los populares dai pad dongs se especializan en varios tipos de comida, cual restaurante tradicional. Lo que hubiera resultado complicado para el equipo de trabajo, ante la disparidad de edades y discapacidades del personal. De allí que mejor abarcar poco pero apretar mucho, sacando fuerza de simple y marcando la diferencia. ¿Por qué no cocina ambulante singapurense en Hong Kong? Dicho y hecho, pues. Y de menuda calidad. Eso sí, además de buenos sabores (locales o foráneos, ya sea en Singapur o Hong Kong) se llevará usted un buen instructivo de señas en el puesto de bebidas, atendido por personal sordo: simule tener una taza en la mano y con la otra revolver con una cuchara para que le sea servido un café. ¿Qué hay del té? Deje la cuchara de lado y sumerja en la taza un saquito imaginario. ¿Un poco de leche, quizá? Haga unos cuernos en su cabeza con sus índices. Dedos en la pera para el azúcar (tantos dedos como cucharadas) y así. Porque ante la diferencia de capacidades, siempre hay un universal idioma capaz desde el que vincularnos.
Así pues, tras el ejemplo de Dignity Kitchen o la Locanda del Girasoli (¿la recuerda?) la inclusión ya no se convierta en una tarea ardua, sino en una sobrada prueba de calidad y eficiencia. De suma por sobre resta. Desde estas líneas compartidas, y orgullosos de ser inclusivos, también de multiplicación.