Que si la perinola ha girado de lo lindo en nuestras infancias, ni decir en tiempos más remotos… Pues que, aunque en círculos, esta muchachita tiene su largo andar. Lejos de girar siempre en el mismo sitio, documentos y representaciones de los imperiales tiempos romanos dejan distinguir algunas perinolas entre los integrantes del ejército. Sin embargo, la cosa no parece exclusiva de las inmediaciones del Vaticano. Acusando parentesco judío, las perinolas hallan su primo cercano en el llamado dreidel, el señor de las cuatro caras.
Un milagro sucedió allí
“Dreidel” proviene del Idish, drei: “dan vuelta”. ¿Y quiénes lo hacen? Cuatro caras, en las cuales se halla impresa una letra hebrea: Nun, Gimmel, Hei y Shin. ¿Mero azar? Nada de eso. Cada letra representa las iniciales de Nes Gadol Haiá Sham, que significa “un milagro sucedió allí”. Allí, en el seno de los Macabeos, movimiento judío de liberación, que luchó por la independencia de la dinastía helénica seléucida. Allí, durante la rebelión que tuvo lugar entre 167 a 160 a.C, y cuya victoria dio paso a la independencia judía en la Tierra de Israel, bajo la flamante dinastía asmonea. El caso es… ¿qué tiene que ver el dreidel con tan trascendente hecho para la historia del pueblo judío? He aquí el meollo de la cuestión…
Piedra libre al dreidel
En aquellos tiempos convulsivos, cuando los griegos prohibían el estudio de la Torá, los niños hacían lo propio a escondidas, en el bosque. Eso sí, ante el merodeo de algún griego, los textos eran ocultados rápidamente, siendo una suerte de trompo de cuatro caras el protagonista de la pantomima perfecta: los niños fingían jugar. Y lo cierto es que, ni aun con el paso del tiempo, el dreidel ha dejado de girar. Incorporado como una tradición durante la festividad de Janucá (fiesta de las luces o luminarias), celebrada durante ocho días desde los precederos tiempos de Alejandro Magno –quien en cuya conquista sucedida en el año 332 a.C. libró al pueblo judío del asedio Persa–, el dreidel es parte del acervo cultural de la comunidad judía; un ejemplo más de lo mucho que los juegos hablan de nuestra identidad como pueblo, de las costumbres que nos habitan como sociedad.
¿Será que nos acompaña, entonces, a darle una vuelta a nuestra vieja y querida perinola? Ya no de trompo si no de tuerca, y atrevernos al dreidel, y a su juego de similitudes y diferencias. Pozo se precisa, por lo que está invitado a aportar. Luego, es cuestión de suerte. ¿Nun? Ni pone ni saca. ¿Guimel? Toma todo. ¿Hei? Toma la mitad del pozo. ¿Shin? Agrega al pozo, no lo queda otra. Que así como en la vida, el dreidel siempre da una nueva chance.