Educar en la resistencia o ¡Aguante los bachilleratos populares!

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Los bachilleratos populares impulsan una nueva forma de pensar la educación pública y a fuerza de trabajo van logrando sus reivindicaciones.

Gracias a la lucha de generaciones de estudiantes y docentes, la educación pública continúa siendo libre y gratuita en la Argentina. Sin embargo, a pesar de sus políticas tendientes a evitar la deserción escolar, las instituciones educativas no han logrado adecuarse a las necesidades reales de la gente. Los bachilleratos populares, autogestionados democráticamente, constituyen una buena opción para muchas personas que buscan terminar el secundario y para muchos docentes que quieren enseñar y organizarse de otro modo.

El origen

Los bachilleratos populares surgieron a fines de los años ’90, “como una forma de resistencia frente a las políticas neo-liberales” que -en palabras de uno de sus organizadores, el historiador y educador Roberto Elisalde- venían provocando “un proceso de cada vez mayor expulsión de jóvenes y adultos de la escuela media formal y un crecimiento en los requerimientos para la educación de adultos”. En el comienzo fue un grupo de educadores militantes, en su mayoría de la UBA, que logró articularse con diferentes movimientos sociales como el Movimiento de Empresas Recuperadas o el Movimiento Popular La Dignidad, el Frente Darío Santillán y distintas organizaciones sindicales y barriales, como la Asamblea de Flores, por ejemplo. La idea fue lograr la inserción de alumnos que habían abandonado los estudios básicos y necesitaban una flexibilidad en la cursada que no ofrecía la educación formal. Hoy son más de 40 los bachilleratos populares en la ciudad y el Gran Buenos Aires, casi todos ligados a movimientos sociales y populares de vivienda, de cooperativas económicas y de fábricas recuperadas.

La lucha continúa

Con el correr de los años, recuperando experiencias anteriores de educación popular, y a fuerza de trabajo y lucha, muchos bachilleratos han logrado que el gobierno los reconozca para que puedan otorgar títulos oficiales e incluso pague los sueldos de los docentes que han trabajado mucho tiempo en forma voluntaria. Esta situación, sin embargo, no es igual para todos los bachilleratos ni para todos los docentes, y la lucha continúa para que se extienda a todos. Existen al menos siete bachilleratos, como el Raymundo Gleyzer, que no han sido reconocidos en la capital, porque una medida de 2012 del Gobierno de la Ciudad cerró el registro donde estos espacios se inscribían como escuelas estatales.

Otra educación es posible

La educación popular no se trata sólo de facilitar el “trámite” de terminar el secundario; también supone una forma de organización horizontal, en la que docentes y alumnos participan activamente en la construcción de conocimiento y pensamiento crítico, sin desatender sus necesidades concretas. Igualdad, autogestión y cooperativismo son algunas de las palabras que resuenan con fuerza en esta propuesta educativa, de la cual la educación pública formal tiene mucho que aprender.