El caballo conoce por la brida al que lo guía

FOTOTECA

“…Era ligero como la luz del lucero que corre al amanecer; cuando al galope partía al instante se veía en los espacios perder” (B. Mitre)

Lo primero que toma en cuenta un gaucho dispuesto a domar caballos, es que enfrente suyo tiene un animal con determinado comportamiento instintivo, que se sentirá desorientado frente a la conducta que su futuro dueño le intentará inculcar para apropiarse de él. Por lo tanto, precaución número uno será generar empatía entre las partes. Todo un desafío.

Descifrar al otro

Además de tener capacidad para decodificar el lenguaje animal, hay aspectos sociales del caballo que no se deben descuidar, ya que según la jerarquía que tenga en la manada se definirá el tipo de doma. El macho de posición privilegiada en su grupo tendrá un carácter mucho más agresivo que uno de rango común y que las yeguas. Por otro lado, es fundamental conocer las características físicas del equino para reconocer sus limitaciones y potenciar sus virtudes. Por ejemplo, los sentidos. Si bien tiene un campo de visión amplio, dispone de un “campo ciego” que le impide ver en línea recta a una distancia superior al metro. Su oído y olfato están muy desarrollados y la postura de las orejas y la cola marca un estado de ánimo.

Sabia paciencia

Al margen del procedimiento técnico que todo domador conoce para dominar al caballo, hay ciertas premisas a aplicar para facilitar el trabajo: dejar al caballo libre en una zona cercada, hablarle con tranquilidad sin transmitirle nerviosismo y evitar intimidarlo con movimientos bruscos. Por el contrario, deberá darle tiempo para que nos “estudie”, perciba las buenas intenciones y se acerque por sí mismo. La imposición de poder jamás será un modo adecuado para adiestrarlo, pues causará una actitud más rebelde en el animal. La comunicación a través de movimientos y gestos calmos pero seguros, con una importante dosis de paciencia, allanará el camino de manera sorprendente.

Construir un lazo

En su afán de obtener una meta, a menudo el ser humano establece reglas rígidas pretendiendo que sean automáticamente asimiladas, pasando por alto las necesidades ajenas. En casos como la doma, es condición mirar más allá de los propios objetivos y adoptar, con humildad, el lugar del otro. El caballo en su estado natural desconoce las normas del mundo humano, por lo cual la tarea esencial del gaucho es pedagógica: enseñarle a aprender construyendo un vínculo de confianza mutua. Un rol complejo que puede simplificarse acercando su corazón al alma del caballo.

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