El sacacorchos, todo un destape

FOTOTECA

De utensilio imprescindible a pieza de colección. El sacacorchos supo destapar botellas, inventiva, placeres y más de una peculiar historia.

El particular ruidito que oímos al destapar una botella de vino nos indica que el viejo y querido sacacorchos ha entrado en acción. Lejos de ser un simple utensilio, nuestro protagonista surgió como un elemento vital para quienes quisieran adentrarse en los placeres de la buena bebida… Y del buen gusto. De la mesa a la vitrina sin escalas, el sacacorchos ha sabido gozar -y aún lo hace hoy- de las originalidades del coleccionismo; ese que dio origen a innumerables modelos dignos de exposición.

Un bien necesario

Claro que antes de convertirse en pieza de colección, el sacacorchos fue puro utilitarismo. Altamente necesario para los amantes de la buena bebida, su nacimiento se produce en los finales del siglo XVII y albores del siglo XVIII, cuando el hombre comienza a embotellar sus líquidos más preciados: esencias, vino, perfumes y hasta jarabes. La evolución de técnicas de soplado de vidrio lo haría posible, a partir de la fabricación en masa de botellas de cuello estrecho. ¿Cómo se mantenían tales líquidos en su sitio? Nada menos que con la ayuda de un corcho. Y aquí el surgimiento de la herramienta destinada a quitarlo cuando así se lo precisase: “un tornillo de acero utilizado para extraer los tapones de las botellas”. Así describe james Worligge -en su Tratado de la Sidra- a la herramienta en cuestión, allá por 1676. Aunque no se trataba de un sacacorchos como el que hoy conocemos; sino de una especie de barrena como las que se usaban para limpiar las armas de fuego. Lo cierto es que, desde entonces, el espiral metálico se convertiría en elemento básico para extraer tapones de corcho. Y la evolución del sacacorchos residiría en la búsqueda de una mayor comodidad para el encargado de realizar la operación. En otras palabras, en perfeccionar el mango y su mecanismo de destape.

Tendencia mundial

Lo cierto es que la imaginación del hombre fue mucho más allá de lo que la utilidad demandaba. Tanto así que, a lo largo de 300 años, el sacacorchos ha sido uno de los utensilios que más patentes registró. Más de 400; de madera, hierro, latón, plata, marfil, oro, plástico… Y la lista de materiales sigue. Todo un boom desatado a partir del año 1795, cuando se registra la primera patente de sacacorchos en Inglaterra. El mundo entero se haría eco de tal fenómeno: Francia, Estados Unidos, Canadá y demás países se sumaron a esta “fiebre” destapadora. Si bien los primeros modelos se basaron en un formato básico de T con espiral, en 1850 llegaría una versión capaz de reducir esfuerzos a la hora de la extracción: el sacacorchos con palanca. Aunque el perfeccionamiento no sólo se reduciría a la técnica; sino que la estética entraría en escena: aplicaciones de madera, nácar, grabados… El sacacorchos era asunto de pudientes, una herramienta que la alta sociedad europea llegó a mostrar hasta en la empuñadura de los bastones masculinos. Si hasta surgieron accesorios que acompañaban su utilización: cuchillas y escobillas para limpiar la boca de las botellas estaban a la orden del día.

Modelo para armar

Variedades aparte, es posible hablar de tres modelos clásicos que aún hoy circulan en las mesas argentinas. El sacacorchos simple, que remite al original de mango de madera dura y espiral metálico; el sacacorchos plegable -amigo de los camareros- y el llamado sacacorchos de alas –siempre presente en la alacena de la dama y el caballero actual-. ¿Por qué se dice que el modelo plegable hizo amistades en el mundo de los restaurantes? Porque sus 11,5 cm permitían guardarlo en el bolsillo. Patentado en 1882, ostentaba -y aun hoy- una pequeñez altamente funcional. Era de tres elementos en uno: cuchillo para cortar el sello, espiral metálica para introducir en el corcho y un fulcro metálico a modo de apoyo sobre el que hacer palanca. Aunque para quien no tiene la cancha de un mozo, en 1928 llegaría la salvación: el sacacorchos de alas, con dos brazos cuyas ruedas dentadas elevan la espiral y el respectivo corcho con mínimo esfuerzo. Toda una pegada.

¿Será la inventiva del hombre capaz de continuar perfeccionando esta herramienta? Amigo irreemplazable cada vez que las ganas de disfrutar de un buen vino acechan, el sacacorchos siempre se renueva. Todo sea por hacer más fácil y rápido el tan ansiado descorche, ese que nos habilita al deleite del sabor.

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