El Sartorio, un debut “pornocional”

FOTOTECA

El primer film pornográfico del planeta acusa industria argentina. Historia de un debut condicionado.

¿Pensaba usted que birome, alpargatas y compañía colmaban el inventario de creaciones argentas? Pues no. La inventiva nacional guardaría una yapita más en su desván. Y vaya si había motivos para mantenerla oculta. Es que la prohibidísima filmografía XXX no era algo digno de ser desparramado por ahí, vio. Marche preso todo quien estuviera involucrado en el asunto, más no fuera un mero pelandrún. Aunque, como usted bien sabe, hecha la ley, hecha la trampa… O la película pornográfica más antigua de la que se tenga registro. Por cierto, pura industria argentina. Con ustedes, El Sartorio.

Si te he visto no me acuerdo

¿O el Satario? El tiempo parece haber ido mutando un nombre que sobrevuela la incógnita. Condición de la que gozaran los protagonistas de aquellos transgresores y silentes tres minutos y moneda que durara el film. Es que, en los albores del siglo XX, las oscuras cintas del cine pornográfico aquí gestadas iban derechito y sin escala hacia el viejo continente, allí donde la gente bien las consumía con el entusiasmo de un chiche nuevo. ¿Será que ese fue el gancho para atraer a más de una señorita de la noche hacia las los sets de filmación? A fin de cuentas, ¿quién habría de reconocerlas allí, del otro lado del charco? Para colmo, visto y considerando la gran inmigración que supo copar los pagos nacionales para aquel entonces, ¿quién no iría a creer que las féminas argentinas eran actrices europeas? Aunque, claro está, sin cobrar el dinero que aquellas. ¡Vaya si eso abarataba el producto final! Sin embargo, este no fue el único motivo por el que las producciones XXX comenzaron a echar raíces en suelo americano. La censura hizo de las suyas en países como Francia, quien –lejos de tener vía libre para explotar su propia industria– supo transformarse en uno de los grandes compradores del cine porno nacional. Y ojo que potencias como Inglaterra y la lejana Rusia tampoco se quedaron atrás… Le digo más, ¿sabe quien frecuentó, durante su visita al país, las salas de cine condicionado de Barracas? El mismísimo dramaturgo estadounidense Eugene O’Neill. ¡Tomá mate!

Luz, cámara, acción

Pues bien, ¿de qué va la película que inauguró el género? Un hombre vestido de diablo espía a un grupo de muchachas que, libre de ropa alguna, yace a la vera de un río. Hasta que, de pronto, la “bestia” abandona el follaje tras el que se esconde y logra capturar a una de las jovencitas, con quien protagoniza la trama sexual. ¿Qué costanera sirvió de escenario para la acción? Se cree que pudo haber sido la ribera de Quilmes, en la Provincia de Buenos Aires, o las costas del río Paraná, en la ciudad de Rosario, Santa Fe. ¿Qué tiempo corría entonces? Los historiadores apuntan sus cañones hacia los años comprendidos entre 1907 y 1912. Aunque tampoco faltan las versiones que sostienen que la calidad de producción es propia de los años ’20. ¿A qué se debe tanta imprecisión? La ya citada condición ilegal del film es lo que ha mantenido muchos detalles bajo siete llaves. ¡Hasta el nombre de su cineasta! De allí que, para las voces oficiales, A L’Ecu d’Or ou la Bonne Auberge sea considerada la película pornográfica más antigua de la historia. Con data exacta en el tiempo (1908), este filme francés centró su historia en el encendido romance entre un joven soldado y la mucama de un pequeño hotel. Sin embargo, la extraoficial producción nacional no deja de sembrar la duda; y hasta más de una certeza. La fuerza de las voces que plantan su bandera en el año 1907 hace que El Sartorio (o Satario) asome como la primera criatura del cine condicionado mundial.

¿Alguna copia capaz de cerciorar lo dicho? Que puede haber una por allí y otra más acá. Puras pistas y sospechas que, más de una vez, han hecho agua. La búsqueda recorrió el mundo y parece haber encontrado respuestas en Canadá; donde habría anclado un ejemplar del histórico filme. Sólo uno. Uno entre tantos otros cuyo rastro ha sido… ¿perdido? ¡Piedra libre para El Sartorio! ¿Dónde? En nuestra pulpería, allí donde la historia siempre vuelve a ser descubierta.

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