Fiesta Nacional del Gaucho, la eterna vuelta al pago

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La Fiesta Nacional del Gaucho tiene pagos propios: en Madariaga, cada diciembre, el llanero de las pampas es celebración y ritual.

 

Llanero de las pampas húmedas, la tierra fértil supo ser su omnipresente hogar. Sin embargo, cada nuevo mes de diciembre, el retorno del hijo pródigo sucede en los tuyuneros pagos de Madariaga. Vuelve el gaucho al cobijo del ritual que lo celebra, lo reconoce, lo ratifica. A poco menos de 350 km de la Ciudad de Buenos Aires, en el corazón de las “tierras blandas” (tuyú en guaraní) y lindando con las arenas costa atlántica, la Fiesta Nacional del Gaucho levanta tierra de la buena. Historia y tradición que se revive, pero sobre todo, se celebra. ¿Acaso piensa quedarse afuera?

Por siete días locos…

Sus orígenes se remontan al año 1972, aunque no fue sino hasta 1977 que la fiesta fue institucionalizada por la provincia. ¿Y para cuándo a nivel país? La Fiesta Nacional del Gaucho se declaró como tal en 1988, y no precisamente para ser cosa de un día; sino una semana. Aquella que encuentra a los lugareños a brazos y tranqueras abiertas. Pues si de celebrar al gaucho se trata, vaya si hay lugar y camaradería para tod@ paisan@. Incluso, en la misma calle, donde se organizan fogones populares en los que los vecinos pugnan, a juego limpio, por alzarse con los laureles de gran asador/a. Mientras los visitantes, claro está, ganan por goleada a disfrute de su paladar. Aunque no solo de sabores va la historia, sino que todos los sentidos pueden ser consentidos en los siete días más gauchescos del año. Ya que esta fiesta se celebra a todo arte, en cuantas expresiones alcancen para homenajear al gaucho y su simbolismo en suelo nacional.

Que se largue la fiesta

Le hemos dicho que la Fiesta Nacional del Gaucho se celebra a tranqueras abiertas. Y así es en el más literal de los sentidos. Pues, ellas se abren “a los cuatro rumbos” durante el puntapié festivo para recibir a las delegaciones que, a caballo, trasladan en carruaje a la Virgen de Luján desde el centro tradicionalista de Madariaga hasta el Parque Anchorena. Se suman instituciones, autoridades, reinas invitadas y “buenas mozas”. Sí, así como lo oye. Las postulantes a la “Flor del pago”, un certamen que toma vida en el segundo día. Pues para culminar el primero, tras la misa de campaña, se arma el bailongo a puro pericón nacional.

El nuevo sol trae consigo el desfile de carrozas y la presentación de las buenas mozas, para luego dar rienda suelta a destrezas, música y danza.

El tercer día, tempranero domingo, las pilchas gauchas salen a relucir durante el desfile de Gala, al que también sucederán música y danza, asado y empanadas de por medio, cómo no, además de artesanías y demás expresiones que hacen al universo gaucho y campero. Una seguidilla que ya no se detendrá hasta el fin de la fiesta y sus días.

 

Que el gaucho es mucho más que caballo y ropajes, que no se traduce en música folklórica y comidas criollas, que no es un personaje de folletín. Pero que el ceremonioso festejo que la Fiesta Nacional del Gaucho procura, desde todo cuanto hace a su cultura, sostener su identidad, memoria e incluso presencia, vaya si lo hace merecedor de aplausos. Y, cómo no, cada vez más participantes. Desde estas breves líneas, l@ invitamos al convite.

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