Fondos buitre, rapiña de guantes blancos

FOTOTECA

Ávidos de carroña, los fondos buitres se alimentan de la usura de viejas deudas nacionales. Radiografía de una historia… ¿interminable?

¿Se acuerda, usted, compatriota o forastero, de la Argentina de los cinco presidentes en una semana? Pues bien, a ese punto de la memoria nacional es que debemos remontarnos para comprender la ¿interminable? historia de los famosos “fondos buitres”. Sí, aquella que anda sobrevolando periódicos y noticieros, esa que nos habla de default, bonos, quita, holdouts y demás piezas de un rompecabezas financiero sobre el que, desde estas líneas, intentaremos echar algo de luz.

La hecatombe

Año 2001, pronunciada crisis económica, un presidente electo que abandona la Casa Rosada en helicóptero y un desfile de presidentes provisionales que hacen juras efímeras en el Congreso de la Nación. Aunque no sin antes dejar su huella en aquellas breves estancias presidenciales: default. Léase, secesión de pago de la deuda externa por falta de recursos con la que afrontarla. Algo así como una “quiebra estatal” declarada. Claro que el asunto venía complicado desde antes. Pues, para cuando el default es anunciado, el estado llevaba emitidos gran cantidad de bonos. Documentos que, en su momento, supieron apagar más de un incendio: ante la falta de dinero con la que saldar un pago, se vendieron bonos de igual valor monetario; los cuales serían cancelados con posterioridad ¿Cuándo? Cuando el repunte económico así lo permitiese, cosa que nunca ocurrió. Peor aún, tras el default, aquellos bonos carecieron de valor de mercado. ¿Entonces? He aquí la aparición estelar de los bien llamados “buitres”, personas de bolsillos abultados que no dieron puntada sin hilo.

Bonos de carroña

¿Alguna vez escuchó aquello de que “más vale pájaro en mano que cien volando”? Bien, en el caso de los desesperados bonistas, imposibilitados para entonces de recuperar su dinero, más valió la oferta de las aves de rapiña que la nada misma. Así es. Los buitres se encargaron de comprar los bonos a sus portadores no sin sacar tajada del asunto: por ejemplo, si su valor era de U$S1.000, ellos los compraban a U$S800. Total, su buena economía les permitía esperar el tiempo que fuera suficiente para el cobro de los bonos en cuestión. Aquellos que, a la larga o a la corta, litigio judicial mediante, harían valer. ¿Por qué? Porque los bonos tienen su respaldo jurídico: en este caso, el de las leyes norteamericanas. Sí, sí. Esta es la razón por la que la Justicia de los Estados Unidos está metida en la cuestión. En tanto el respaldo imparcial de una potencia económica resultó, en su momento, una buena arma de seducción para atraer compradores de bonos y “saldar” cuentas; más no fuera emitiendo nueva deuda. El caso es que el arma acabaría por tener doble filo. Y, más a la larga que a la corta, los buitres buscarían salirse con la suya. Cobrar los bonos, sí, y con una linda yapa de intereses por mora a cuestas.

Quita-penas

Claro es que, desde el 2001 a esta parte, la intención de pagar los benditos bonos ha estado presente. Y hubo acuerdos que acabaron con final feliz. En el año 2005, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, la bonanza económica nacional dio luz verde a la primera convocatoria de bonistas/buitres. Para entonces, la deuda total rondaba los U$S80.000 millones. Sin embargo, una reestructuración de la misma daría lugar a la famosa “Quita”: canje de los bonos adeudados por otros que presentaban una “quita” en su valor. ¿Cuál era el beneficio para los acreedores? Cobrar al fin, más no fuera menor dinero. Pero con el aliciente de que tal pérdida se compensaría con pagos extras, ligados al crecimiento del país. Si el PBI (Producto Bruto Interno) superaba determinado porcentaje, pues allí estaría la recompensa por el acuerdo aceptado. Propuesta para nada despreciable, por cierto. De hecho, en el 2010 hubo una segunda vuelta para quienes no agarraron viaje en la primera. Y el tren de la conciliación marchó cargadito, cargadito: entre las dos convocatorias, un 93% acabó por sellar el acuerdo. Resuelto así gran parte del problema, sólo quedaba un doloroso apéndice: el 7% restante.

Ninguna migaja

Rapiñeros viejos, buitres insaciables, holdouts. Tal como su nombre lo indica, acreedores que se mantienen fuera de toda negociación, inflexibles a todo acuerdo. ¿Entonces? La Justicia norteamericana es quien toma cartas en el asunto. Esa que, allá por el 2012, con el Juez Griesa a la cabeza del caso, levantó el martillo para fallar a favor de los buitres: pago del 100% de la deuda de parte del Estado Argentino. Fallo de corte usurero si los hubo para la postura de la entonces presidente, Cristina Fernández de Kirchner: “ni un centavo a los buitres”. La economía marchaba silbando bajito, y la necesidad de nuevos préstamos no era algo inminente; por lo que tampoco la de saldar viejas y ventajeras deudas. ¿Por qué el tema se pone candente nuevamente? Por la necesidad de créditos que advierte la actual Presidencia de La Nación, bajo el mandato de Mauricio Macri. Claro que, de no saldar las deudas pendientes, difícil que alguien se disponga a contraer nuevas. Ocurre que de los U$S6.500 millones originalmente adeudados, la Justicia de los Estados Unidos reconoce, intereses mediante, una deuda de U$S20.000 millones. Pavada de numerito. ¿Cuál ha sido la propuesta nacional? La emisión de un bono de U$S15.000 millones. A lo que el Juez Griesa ha manifestado, como condición, la derogación de la Ley Cerrojo (impide que los acreedores gocen de mejores condiciones en su paga que en los canjes de 2005 y 2010) y la Ley de Pago Soberano (habilitó el cambio de sede para el pago de los bonos ingresados a los canjes anteriores). Ah, y que el acuerdo con los buitres se efectúe antes del 29 de febrero. De este modo, Argentina se liberaría de imposiciones para el pago de la deuda reestructurada; al tiempo que podría retornar al financiamiento internacional.

¿Será esta carrera contra reloj el fin de una larga historia de deudas, bonos y voraces rapiñas? Al parecer, el final se ve cada más cerca.